La vigilancia de género en el deporte no es algo nuevo. Existe desde los años sesenta, cuando las deportistas tenían que desnudarse ante un comité para “comprobar”, a través de la observación genital, que eran mujeres. Poco después se cambiaron a pruebas cromosómicas; y en 1992, el método pasó a la verificación hormonal. Pero históricamente ninguno de los requisitos establecidos para definir qué hace a una persona entrar en la casilla de “femenil” o la de “varonil” ha servido por completo.
En 2009, después de ganar una competencia, la atleta sudafricana Caster Semenya fue acusada –por primera vez– de ventaja competitiva por tener rasgos “masculinos” y tuvo que someterse a un tratamiento para reducir sus niveles de testosterona. Fue su aspecto y su desempeño el que levantó sospechas, el que haya sido “demasiado” buena no fue considerado un logro, sino una anomalía.
No es la única, otras atletas cis como la velocista hindú Dutee Chand o la boxeadora argelina Imane Khelif también han sido desprestigiadas por no tener características estereotípicas o normativamente “femeninas”.
Para Leah Muñoz, bióloga y doctorante en Filosofía de la Ciencia por la UNAM, hay un intento de inclusión en las directrices del deporte de élite, y los criterios hormonales fueron una puerta de entrada para deportistas trans, pero también existe mucha transfobia alrededor de estas discusiones.
En entrevista con Malvestida, cuenta que los «medios de comunicación y grupos conservadores ven en los deportes un campo de guerra discursivo para la exclusión de personas trans».
Día de la memoria trans: «Echamos raíces en la memoria y germinamos de nuevo»
En el feminismo transexcluyente es muy común escuchar el argumento de “tanto que nos costó a las mujeres ganar nuestro lugar en el deporte para que ahora nos lo quieran quitar”. Pero algunas de las fuentes citadas para este reportaje reviran: ¿Sí? ¿Tenemos las mujeres un lugar garantizado en el deporte? Porque desde el principio de la historia, los eventos deportivos han sido excluyentes o correctivos cuando las atletas tienen capacidades cercanas a las de los competidores hombres.
En su libro «Performance de género en el deporte de elite, Caster Semenya y la vigilancia sexo-política», Ludmila Fernández López dice: “el deporte ha sido concebido como masculino, nació varón, y para preservar esta condiciones necesita que el deporte de mujeres siga siendo pensado como la alteridad, como algo periférico y accesorio”.
Si las reglas basadas en la división binaria de género afectan a las mujeres cis y a las mujeres trans, ¿a quiénes benefician? Ludmila Fernández López dice que la premisa de la segregación de género en el deporte es la presunción de que las mujeres son inferiores en todos los planos de la práctica deportiva, pues cuando una mujer demuestra ser “demasiado buena atleta” suenan las alarmas: “Así, la necesidad de ‘proteger’ al deporte femenino se revela como una de las tácticas discursivas para hacer justamente lo contrario: proteger al deporte masculino, que es el deporte por excelencia”.
Pensemos en ese nadador olímpico de 1.93 m condecorado con 23 medallas de oro, la mayoría en eventos individuales, Michael Phelps, quien en 2008 fue nombrado deportista del año por la revista Sports Illustrated y es considerado el mejor nadador de la historia. Se habla de su fisonomía como «privilegiada»; de su anatomía como clave en su desempeño y de su cuerpo como una herramienta crucial, porque sus brazos miden 208 cm y tiene «pies grandes como aletas» y un «torso desproporcionadamente largo y piernas cortas que reducen la resistencia del agua y ayuda a la propulsión». Ha competido con otros nadadores que miden por lo menos 15 cm menos y su nombre no se relaciona con ese término tan controversial como es la “ventaja deportiva”.
Sin embargo, cuando Lia Thomas, una nadadora trans estadounidense de 22 años, ganó una competencia de la National Collegiate Athletic Association fue abucheada y se publicaron cientos de notas analizando su cuerpo. Lia llevaba tres años en terapia hormonal y había cumplido con las disposiciones de la Asociación Nacional de Atletas Colegiados (NCAA) incluida la supresión de la testosterona. A diferencia de Michael Phelps, su cuerpo no fue leído como el de una campeona, como un cuerpo destinado a ganar; sino como una trampa.
Hoy la Federación Internacional de Natación (FINA por sus siglas en inglés) restringe la participación de atletas trans y atletas intersex. Las mujeres trans solo pueden participar si iniciaron su transición antes de los 12 años y tienen niveles de 2.5 nanomoles por litro de testosterona desde esa edad.
Las mujeres trans, la diana de la transfobia en el deporte
En noviembre de 2022, el nombre de la atleta Angie Lara Gamboa aparecía en la prensa tras denunciar discriminación en un evento deportivo de La Paz, Baja California Sur.
Durante 18 años jugó en equipos varoniles. “Arreglada”, como ella dice, y la última década llevó tratamiento hormonal, pero no tenía el reconocimiento legal de su identidad hasta hace dos años. Sus amigas le decían que ya sacara sus documentos, porque era muy buena jugadora y querían tenerla en el equipo. Ese fue el principal problema de Angie: ser buena deportista.
“En Veracruz había una chica trans que jugaba con mujeres, pero no sobresalía. El problema es que no soy mala. Hay hombres aquí que miden 1.90 y como no juegan tan bien por eso no dicen nada. Fíjate que entrevistaron a uno de los entrenadores y le preguntaron si su equipo había jugado con chicos más altos y dijo que sí y que sentía que la altura no tenía nada que ver. Y él fue uno de los que me dijo que como estoy muy alta, puedo lastimar a una chica. ¿Te das cuenta? Ni ellos mismos saben lo que dicen”, explica Angie.
En 2022 quiso buscar trabajo en un evento deportivo de La Paz. Desde el principio les explicó que era una mujer trans y ahí empezó el problema. No la dejaron jugar por meses. Se inscribió a un torneo mixto y la dejaron inscribirse como mujer pero siguiendo las reglas del varonil. Ella no estuvo de acuerdo y se salió.
“Demoré en mi transición porque necesitaba estar segura de que eso era lo que quería. Si de por sí como hombre te cuesta encontrar trabajo, imagínate de mujer. Vi el bullying hacia las chicas trans, las burlas que iba a soportar y aguantar. Yo tenía que trabajar y ver por mí”.
Un campo de juego disparejo
Hay desventajas que no se ven en el campo de juego porque las personas que encarnan esas desventajas no logran llegar hasta las competencias profesionales. Angie cuenta que cuando tenía entre 19 y 25 años era “una pesadilla” jugando voleibol. Tenía un remate tremendo y el primer bajón de nivel no fueron las hormonas, sino que tuvo que dejar de entrenar porque trabajaba todo el día.
“El nivel de fuerza es diferente y lo sentí bajar primero porque dejé de entrenar y luego porque inicié la transición. Ya no remato como antes, te remato un 40% de lo que remataba antes. Y eso la gente no lo ve. Solo dicen: naciste hombre. No ven más”.
Hace poco llegó a un torneo en La Paz y quienes le temían a Angie vieron cómo juegan las mujeres cis seleccionadas en partidos contra Canadá y Estados Unidos. “Si solo por nacer varón tuviera ese nivel, yo no estaría aquí, pues”.
Leah Muñoz explica que las mujeres trans que transicionaron después de su pubertad no tienen una ventaja definitiva. Sí, las mujeres trans conservan un 12% más de velocidad que las mujeres cis, pero para ser una deportista olímpica, el cuerpo de una atleta cis tiene 59% más velocidad que el de una mujer promedio.
La testosterona: ¿trampa o privilegio?
Katrina Karkazis y Rebecca M. Jordan-Young, autoras del libro «Testosterona. Una biografía no autorizada», explican que el imaginario social ve a la testosterona como una “molécula milagrosa del atletismo” aunque su relación con los cuerpos y los deportes es compleja: Puede ser positiva en ciertos deportes, e irrelevante o incluso negativa en otros.
Janet Ávila, especialista en Medicina del Deporte, explica en entrevista que la testosterona tiene un efecto importante en los deportes que requieren alta fuerza muscular como la halterofilia o el atletismo. En otros deportes como la gimnasia artística, al contrario, reduce algunas habilidades. Y en otros deportes como el tiro con arco, es irrelevante.
Los hombres, las mujeres y las personas no binarias producen y necesitan de la testosterona como parte del funcionamiento de sus cuerpos, pero los únicos cuerpos que no se ven restringidos ni vigilados por producir testosterona son los cuerpos de los hombres cis.
El filósofo Paul Preciado, autor del libro «Testo Yonqui», dice al respecto que “si la testosterona representa el poder en nuestras sociedades, ¿por qué seguir permitiéndola sólo a los varones?”. Porque el reclamo de la ventaja deportiva no es la testosterona en sí misma, sino la testosterona como una hormona que le pertenece a los cuerpos masculinos y que se defiende a través de la vigilancia, reducción y supresión en cuerpos que no sean de hombres.
Nuevas regulaciones hacia atletas trans
Recientemente, el Comité Olímpico Internacional (COI) eliminó la testosterona y la intervención médica en sus principios rectores. Le devuelve la responsabilidad a las federaciones internacionales y órganos rectores nacionales para que, con sus propias reglas, creen entornos inclusivos.
La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) anunció las mismas medidas que la FINA: si las atletas trans no hicieron su transición antes de los 12 años, no pueden participar en categorías femeninas. En la IAAF, las atletas intersex tienen que reducir sus niveles de testosterona a 2.5 nanomoles por litro por lo menos dos años antes de competir internacionalmente en categorías femeninas pero los atletas varones trans sí pueden competir sin restricciones.
Ludmila Fernández López dice en su libro: «El sexismo provoca que no se planteen los mismos debates en el ámbito masculino, que no se vigilen las ventajas competitivas en los deportistas varones (incluidas las diferencias en niveles de testosterona que para el caso de las mujeres parecen ser tan determinantes)».
La respuesta sencilla es que no consideran que los hombres trans sean una amenaza para los competidores cis en términos de ventaja deportiva. Leah Muñoz explica que hay estudios que muestran que cuando a los hombres trans se les administra la testosterona suelen tener desempeños parecidos, igual y, en algunos ejercicios como en las abdominales, mejor que el de los hombres cis. Y nadie está diciendo que los hombres trans van a borrar a los hombres cis de los deportes.
«El deporte está lleno de diferencias y muchas de estas diferencias podrían traducirse en ventajas para los cuerpos. En esgrima hay una sobrerepresentación de personas zurdas cuando la mayoría de la gente es diestra. No hay una igualdad absoluta en el deporte, hay una falsa idea binaria que regula los cuerpos que son en realidad bastante diversos», explica Leah.
Cuando se habla de habilidad o ventaja deportiva, la testosterona no es el único criterio para tomar en cuenta. La doctora Janet Ávila menciona que también entran en juego la velocidad de reacción, la estructura ósea, fuerzas de extensiones, capacidad pulmonar, volumen sistólico, y muchas otras cosas más.
“Por ejemplo, en el básquetbol una persona más alta a lo mejor va a tener cierta ventaja para jugar de poste, pero desventaja para jugar de central. Lo mismo en voleibol, hay posiciones que tienen diferentes estaturas precisamente porque se ven beneficiadas por eso”.
La ventaja deportiva está en la blanquitud
¿Cómo es un cuerpo promedio de varón? ¿Cómo es un cuerpo promedio de mujer? ¿Cuánto mide, cuánta capacidad pulmonar tiene, qué niveles hormonales registra? En su ensayo La intersexualidad en la construcción de la diferencia racial del libro de Materialidades Semióticas, Dau García Dauder, dice que el canon de cómo debe ser una mujer y un hombre se ha determinado históricamente con las variaciones de los cuerpos blancos. Una de las consecuencias fue la lectura racista de ver los cuerpos de las personas negras como cuerpos intersexuales.
Sobre esto, Leah Muñoz dice: “Parecía que las hormonas nos habían dado una especie de certeza, pero estamos viendo que no, que se tiene que considerar una revisión de los estándares que están basados en mujeres blancas y está llevando a mujeres no blancas a modificar y alterar sus niveles hormonales. ¿Qué tanta justicia hay para esos cuerpos que producen hormonas en niveles que no entran en el estándar?”.
A pesar de que eventos mundiales deportivos se narran como encuentros de diversidad cultural en el que todos los deportistas son iguales, la realidad es que cada país tiene un lugar en el mundo que es más o menos ventajoso respecto a lo que se mide, califica y premia en esos juegos.
En México, Miranda Salman fue la primera jugadora trans en una categoría femenina de un equipo de futbol profesional. Logró obtener un dictamen positivo en el que el Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (Conapred) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) le pide a la Federación Mexicana de Futbol que avale su participación en la Súper Liga Mexicana de Futbol Femenil (Limeffe).
“Fue un caso muy difícil, fue una discriminación total. Incluso le dijeron a mi equipo que si yo jugaba, iban a perder todos los partidos. Cuando me presentaba en un estadio, cuatro mil personas abucheaban, me decían de lo que no te puedes imaginar. Actualmente, muchas mujeres trans utilizan ese dictámen porque tiene argumentos y protocolos para las mujeres trans en el futbol”.
Antes de su transición, Salman jugó en primera división con Pumas, pero a los 22 años tuvo una fractura y tuvo que retirarse por un tiempo del futbol. Cuando dejó de jugar, inició su transición y tiempo después se unió a un equipo de fútbol gay para el que también era entrenadora.
“Yo he jugado en Europa muchos años, específicamente en Dinamarca y Suecia, y te aseguro que las compañeras contra las que jugaba eran mucho más grandes, fuertes y rápidas que yo. Y yo no iba a hacer una lucha de derechos humanos contra ellas para no permitirles jugar porque tenían ventajas físicas”, dice en entrevista.
¿Es posible la ventaja de la disidencia en un ámbito machista?
La primera desventaja deportiva para las personas trans (y todas las personas de la diversidad) es iniciar la práctica de una disciplina. Las personas LGBT entrevistadas coinciden en una cosa: El deporte es un lugar machista por excelencia, por eso existen espacios LGBT que se desmarcan del deporte convencional.
Uno de esos espacios es la Asociación Nacional de Deporte LGBT+ (Anade LGBT) que surgió en 2019. La Anade también incluye a personas heterocis que pertenecen a grupos que suelen ser excluidos de espacios deportivos como las personas con discapacidad u hombres cishetero que no están cómodos con el machismo deportivo.
Santiago Corona es un nadador que forma parte de Anade. En entrevista dice que el deporte (practicó varias disciplinas) le salvó la vida desde pequeño. Estar en un equipo LGBT le permite sentirse más seguro, pues a chicos trans como él nadie les pregunta acerca de sus cicatrices pectorales. En enero de 2023 inició su propio proyecto enfocado a la natación de forma inclusiva, tienen dos albercas y más de 120 integrantes dentro del equipo.
“Un deportista no es deportista por ser alto, sino por su constancia, disciplina, buena alimentación, preparación, hábitos de sueño. Incluso depende de los gastos. Hay atletas mexicanos que han tenido que resolver la manera para obtener sus viáticos e irse a las competiciones”.
La clasificación binaria en el deporte está destinada a desaparecer
La inclusión en el DEPORTE, en mayúsculas, es imposible cuando “ese espacio masculino se presenta como neutral y universal”, como dice Fernández López. Esto es insostenible en el futuro porque está restringiendo y sospechando de las marcas de personas con otras identidades que ponen en riesgo la veracidad de la idea de que los hombres cishetero son mejores deportistas por naturaleza. Aunque hasta entre hombres cis haya diferencias.
Iván Lara, presidente de Anadis, recuerda ese partido de futbol México vs. Estados Unidos en 2018 cuando Matt Miazga, un jugador estadounidense, se burló de la estatura de Diego Lainez, seleccionado mexicano. “¿La altura en el fútbol es o no es una desventaja? Podría ser, pero el deporte se practica. Las ventajas del deporte no deberían medirse por el género, sino por entrenamiento o habilidades específicas”.
Ante la pregunta de ¿cómo deberían ser las clasificaciones deportivas?, las respuestas son variadas y no necesariamente excluyentes. Para la futbolista Miranda Salman debería haber solo una categoría mixta. Cuando en una entrevista con la televisión rusa le preguntaron qué esperaría de la comunidad LGBT, ella respondió: “Que no existiera. Que no hubiera esta separación, que pudiéramos vivir con naturalidad”.
Especialistas han sugerido que las personas de la diversidad tengan su propia categoría. Algo imposible en la práctica, como explica la voleibolista Angie Lara: Hay muchas mujeres trans y puede ser que muchas jueguen deportes, pero deportistas trans del mismo deporte viviendo en el mismo lugar y armando un equipo es pedir demasiado.
“Yo jugué con hombres aunque ya había transicionado, porque no tenía papeles. Yo jugué según sus reglas, ¿por qué ahora no se alinean ellos a las reglas si es mi derecho?”.
Para la doctora Janet Ávila, la conclusión sobre el binarismo en el deporte es algo que va a tardar en llegar, pero es inevitable. El último comunicado de los Juegos Olímpicos sobre la inclusión en 2024 es que las reglas van a depender de las subcategorías de los deportes.
“No es lo mismo natación, que waterpolo, nado sincronizado o clavados. Entonces es más fácil que cada Federación vaya haciendo subclasificaciones a que el Comité Olímpico ponga una postura general”.
Janet Ávila apuesta a la manera de organizar las competencias como lo hace el Comité Paraolímpico, donde hay categorías elegibles que contemplan estatura, fuerza muscular, longitud en las piernas. Tiene criterios mínimos, clases deportivas y evaluaciones al atleta contemplando que las condiciones médicas van cambiando. Puede que la respuesta siempre haya estado ahí: En unos juegos que están pensados precisamente para la inclusión de una diversidad de cuerpos y capacidades.
“Estamos empezando una nueva era en las clasificaciones de los Juegos Olímpicos y del deporte en general. Desde mi punto de vista, clasificar el deporte en dos categorías es totalmente erróneo. A lo mejor en 10 o 15 años ya estaremos hablando de nuevas categorías. El cambio es seguro”, puntualiza Janet.