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Maternidad y discapacidad: el derecho a maternar es (o debería ser) de todes

Gabriela Audelo explora cómo su idea sobre la maternidad ha estado atravesada por el miedo debido a la discapacidad que vive.

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Fotografía. Shvets production

Aunque no soy madre, pensar en la maternidad es una reflexión que me ha acompañado especialmente durante los últimos años; sin embargo, me he dado cuenta que mi opinión acerca de maternar siempre ha estado nublada por el miedo al ser una mujer con discapacidad.

Desde hace 2 años tengo la certeza de que la raíz de mi discapacidad visual es una enfermedad de origen autosómico dominante. Esto significa que si me embarazara mi bebé tendría 50 por ciento de probabilidad de nacer con la misma enfermedad, una moneda al aire.

Este descubrimiento, junto con las posturas y exigencias sociales de cómo debe ser la maternidad, han ido alimentando mi miedo a ser madre.

Maternidad y discapacidad: no podemos ignorar el capacitismo

Fui educada bajo el principio de que «una madre todo lo puede». Esa expectativa que se nos ha impuesto a las mujeres es una carga fuerte y más cuando se vive con discapacidad.

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Hoy sigo entendiendo que ese temor no es solo mío, lo comparto con otras mujeres y se genera como consecuencia de los prejuicios sociales que giran en torno a nosotras. Las mujeres con discapacidad en México vivimos violencias y discriminación que nos afectan en varios niveles, incluyendo nuestros derechos sexuales y reproductivos. En cuanto a la maternidad, somos vistas como incapaces de ejercerla.

«Alguna vez en una consulta una doctora me preguntó cuántos hijos tenía, al contestarle que 3 me dijo molesta: ‘¿Por qué tuvo tantos hijos con el problema de su vista?’ Y yo me sentí juzgada. ¿Cómo respondes a eso? No dije nada. Sé que tengo los mismos derechos que una mujer sin discapacidad»

Brenda

Un estudio de 2015 realizado por Disability Rights International y el Colectivo Chuhcan, que involucró a mujeres con discapacidad psicosocial en México, documentó un rango alto de violación a sus derechos sexuales y reproductivos, incluida la negación al acceso a los cuidados en la maternidad, cuidados obstétricos básicos, falta de información en la salud sexual y reproductiva, esterilización forzada, abuso físico y psicológico durante visitas ginecológicas

Mi hermana Brenda y yo compartimos una historia de vida muy similar; ella, al igual que yo, es una mujer con discapacidad visual causada por una enfermedad de origen genético (la misma que yo). A Brenda su expareja le aconsejó no tener hijos porque podrían «salir con discapacidad».

«Alguna vez en una consulta una doctora me preguntó cuántos hijos tenía, al contestarle que 3 me dijo molesta: ‘¿Por qué tuvo tantos hijos con el problema de su vista?’ Y yo me sentí juzgada. ¿Cómo respondes a eso? No dije nada. Sé que tengo los mismos derechos que una mujer sin discapacidad», cuenta Brenda, quien actualmente trabaja para erradicar la violencia de género.

A mí, igual que a Brenda, se me han planteado los mismos cuestionamientos desde el área médica y ha sido muy doloroso. ¿Acaso el derecho de ser madre es solo de algunas cuántas?

Gabriela Audelo

Además de la posibilidad de heredar mi condición, la discapacidad también me hace cuestionar mi «capacidad» para ser madre. Y aquí es donde entra el capacitismo, una forma de discriminación o prejuicio social contra las personas con discapacidad. Y es que las acciones capacitistas, entre otras cosas, han llevado a asumir que las mujeres con discapacidad «no deberíamos ser madres».

No somos nosotras quienes deberíamos cambiar o evitar ser madres, es el sistema el que debería ser verdaderamente incluyente.

La discapacidad no anula nuestra posibilidad de maternar

Mi punto de vista se ha visto enriquecido gracias a las experiencias que me han compartido varias mujeres, madres que viven con discapacidad.

Ararausha es una mujer que fue madre desde muy joven. Cuando quedó embarazada, el temor de la discapacidad no estaba presente pues en ese entonces no sabía de los alcances de su enfermedad, no sabía que la pérdida visual sería progresiva.

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«La enfermedad iba avanzando silenciosamente por lo que sin querer enseñé a mi hijo a guiarme en la oscuridad, todo como un juego. Hoy, que mi pérdida visual es aguda, me ayuda. Mi hijo mayor ha pasado gran parte de la travesía conmigo, me ha llevado a consultas, pruebas, análisis y demás, es un guía experto», dice.

Además de la posibilidad de heredar mi condición, la discapacidad también me hace cuestionar mi «capacidad» para ser madre. Y aquí es donde entra el capacitismo, una forma de discriminación o prejuicio social contra las personas con discapacidad. Y es que las acciones capacitistas, entre otras cosas, han llevado a asumir que las mujeres con discapacidad «no deberíamos ser madres».

Gabriela Audelo

La pérdida visual de Ara se agudizó cuando llegó su segundo hijo. «He tenido que criar a mis hijos un poco más rápido para que se hagan cargo de ellos y un poco de mí; mi hijo pequeño está en capacitación y se autodenomina ‘miniguía’, aún así muchas veces les tengo que repetir que mamá no ve».
Para mi amiga Ararusha la maternidad no ha sido fácil, pero como ella bien dice: «¿Qué lo es? Toca ser resiliente, derrumbar ideales y seguir adelante».

A veces la discapacidad nos toma por sorpresa. Mich, activista por los derechos de las mujeres, vive con discapacidad motriz a consecuencia de la violencia que sufrió por parte de su expareja.

«En el círculo de amigas de mi hija soy la única mamá con discapacidad. Y soy quien las lleva al cine. Eso me gusta porque así ellas ven que tener una discapacidad no te hace incapaz; es un privilegio para mí que ellas aprendan a través de mi historia que solo es cosa de adaptarse».

Ara y Mich han encontrado sus propios caminos y formas de maternar. Como dice Gabriela Pérez, psicóloga que brinda atención a mujeres víctimas de violencia, «lo que me queda por aprender, demostrar y reconocer es la forma en cómo las mujeres que viven con discapacidad se han dado la oportunidad, a pesar de los prejuicios que existen en torno a la discapacidad, de ser madres rompiendo estigmas y demostrando que el ser madres es algo que se aprende a diario».

Mi reflexión final es que nos urge erradicar las expectativas que nos impone la maternidad, pero también las ideas capacitistas que atraviesan todo en esta sociedad. Los miedos a mantener no son nuestros, se nos han impuesto.

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