Sanar la relación con la comida después de la escuela de danza

Muchas academias de danza promueven la delgadez como sinónimo de belleza y talento. En este texto, Valeria Angola cuenta qué fue importante para ella para sanar su relación con la comida tras dejar la danza.

Sanar mi relación con la comida es algo que me costó varios años. Solía saltarme la cena, el desayuno o la comida. Evitaba comer y pensaba que eso era lo mejor para tener un cuerpo escultural de bailarina y brillar en el escenario.

Los trastornos de alimentación son muy comunes dentro de las escuelas de danza. Por ejemplo, un estudio de la facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires encontró que los estudiantes de danza presentaban más «delgadez, bajo peso y distorsión de la imagen corporal».

Durante los años que fui estudiante de danza (tanto en Colombia como en México), muchas de mis compañeras de clase, al igual que yo, dejaban de comer, inducían el vómito y tomaban medicamentos que les provocaban diarrea. Todo esto para bajar de peso y mantenernos delgadas ante los ojos de nuestros maestros.

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Pareciera que para las escuelas de danza mantener un cuerpo delgadísimo es un requisito indispensable para poder ser una persona que se dedique profesionalmente a eso.

En la escuela de danza que estudié aquí en Ciudad de México tenían la feísima costumbre de hacer mediciones semestrales que solo buscaban atormentarnos. En las evaluaciones, los profesores tenían que llenar una casilla para calificar la imagen corporal. ¡Esto siempre me indignó tanto! Por supuesto que esta calificación se ponía en función de qué tan delgadas nos veíamos.

Por una lesión en la columna, y entre otras razones, me retiré de la escuela de danza. Entonces, mantenerme delgada ya no era necesario, no obstante, tenía pésimos hábitos asociados a una imperante necesidad de ser hiperdelgada. Aún dejaba de comer, aguantaba el hambre e incluso, en algunas ocasiones, llegué a provocarme el vómito después de comer.

Sanar la relación con la comida: hay formas más amorosas de comer

Pasaron los años, y ahora puedo decir que hacer tres comidas al día es un logro para mí. Comer, disfrutar de la comida salada y dulce es un placer que no pienso negarme nuevamente. La idea persecutoria en mi cabeza de que voy a dañar mi cuerpo con la comida desapareció después de muchos años de estar fuera del mundo de la danza.

En lo personal, esta forma de relacionarme con la comida tuvo que ver con el modelo de la formación académica en danza en México. Pero ahora, lejos de las academias de danza y de mis maestras inquisidoras del peso, hoy puedo decir que me he encontrado con la comida de una manera distinta.

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Ahora recibo la comida como una bendición para mi cuerpo. Trato de imaginar que cada bocado es la energía necesaria para realizar mis actividades diarias, la gasolina que me ayuda a poner mis músculos en movimiento, aún estando en quietud mientras hago Home Office.

He descubierto el maravilloso poder que tienen algunos alimentos en términos medicinales. Me gusta preparar platillos de colores variados, porque según el color de los vegetales son las vitaminas y minerales que contienen. Cuanto más colorido sea un platillo, mayor cantidad de propiedades tendrá.

Ha sido una revelación hermosa enterarme que los vegetales verdes como la lechuga, el brócoli, la espinaca, el apio, son ricos en magnesio y potasio y que sirven para relajar los músculos y combatir el dolor de cabeza. Por otro lado, las frutas y vegetales naranjas tienen betacaroteno, antioxidante que estimula el sistema inmunológico.

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Para mí es indispensable comprar en el tianguis de mi casa en lugar del Walmart. Trato de obtener mis alimentos de pequeños comerciantes que traen sus productos de Milpa Alta o Morelos. De esta forma, elijo mis alimentos por sus colores: naranja, verde, amarillo, rojo. Si los vegetales vienen con tierra, mejor. Evito los empaques y los plastificados.

Me gusta comer afuera, pero intento organizar mi día para cocinar en casa. Cocinar en casa, a mi gusto, el hecho de preparar mis propios platillos también me ha hecho acercarme a la comida de una manera más amorosa y entenderla como un regalo que me doy a mí misma para nutrirme de los frutos que vienen de la tierra.

Se piensa que la única manera de politizar la alimentación es abandonar el consumo de carne, sin embargo, en mi experiencia, politizar mi alimentación ha significado, primero que todo, lograr comer mis comidas completas sin el tormento mental de que la comida me afecta; y segundo, elegir de manera consciente lo que comeré.

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