Hablar de vender fotos de pies es casi una leyenda urbana y definitivamente un tabú. Una chica nos contó lo bueno, lo incómodo y lo problemático de esta práctica.
Por: Mónica Ocampo
La petición que mejor le pagaron a la La Morra Pelirroja fue aplastar fresas con sus pies: por un vídeo de 15 segundos, cobró 500 pesos.
Una vez que el comprobante del depósito llegó por Kik (una aplicación para mensajes), envió el material y minutos después fue bloqueada por su cliente.
Es común para ella perder comunicación con los consumidores una vez que el producto se entrega, porque en el negocio de venta de fotos de pies, lo importante es establecer límites entre los clientes y tener claro hasta dónde se quiere llegar.
Definir hasta qué parte del cuerpo puede ser retratada es una decisión individual. En su caso, estableció que las rodillas son su propio límite.
Reglas para vender fotos de pies
Además de identificar la frontera entre lo que desea mostrar y no de su cuerpo, existen un par de reglas inquebrantables: no utilizar su nombre real, no dar su número de celular y no hacer algo con lo que no se sienta cómoda.
La Morra Pelirroja, también conocida como La Bichiyal, quiere siempre sentirse segura, con cero incomodidad y en control de su cuerpo. Si los clientes no lo entienden, lo mejor es adelantarse y bloquearlos.
Este protocolo lo diseñó a partir de la prueba y el error. Cuando inició, ofrecía sus servicios a través Tinder. Una vez que hacía “match” con alguien le daba su número de WhatsApp para verificar los datos del pago y enviar el material.
“Era muy incómodo porque varias veces me llegaron a marcar cuando estaba en clase”, me cuenta. Para no exponerse, un amigo le propuso que utilizara Kik con un nombre de usuario.
Desde entonces, comenzó a usar un avatar con la imagen de La Sirenita, su personaje favorito de la infancia. Y cuando el negocio por fin iba prosperando, inició un noviazgo.
Para ella, comercializar fotos de sus pies era una forma de infidelidad, así que borró todas las aplicaciones y “le fue fiel hasta con los pies” a su novio por dos años y medio.
Cómo tomar fotos de pies para vender
Con uñas pintadas, joyería entre los dedos, fondos florales, calcetas, tacones, pisando tierra húmeda, charcos o jugueteando en una alberca son algunas de las peticiones más comunes entre los clientes de La Bichiyal.
Para ella, el éxito de este negocio llamado podofilia consiste en aprender a escuchar (y leer) las fantasías de cada consumidor.
Pero eso no implica ignorar el propósito final de su trabajo, “es para ya sabes qué”, reconoce.
La utilidad que los clientes le dan a las imágenes de sus pies es tan efímera que ni siquiera ha considerado pensar en los derechos de autor que tiene como creadora de ese material visual. No le interesa.
Después de recibir la notificación del depósito y enviar el producto, ella se desprende de toda culpa o remordimiento.
No es un negocio millonario
A La Bichiyal se le ocurrió emprender el negocio de las fotos de los pies por las bromas que hacían sus amigas de la universidad sobre el tema. Necesitaba un ingreso que no interfiriera con sus estudios y no tuviera horario fijo.
Quería tener una independencia económica que le permitiera tener dinero para ir con sus amigas al cine, ir a un concierto o simplemente comprarse una pizza, como lo hizo con los primeros 200 pesos que ganó por tres fotos.
“Aunque no tenía necesidad, quería ganar y decidir sobre mi propio dinero y no pedirle todo a mis padres ¿me entiendes?”, me dice.
Ser creativa, perseverante y constante en este negocio puede ayudar a generar un ingreso extra para completar los gastos de la quincena, resolver la despensa del mes, liquidar algunas deudas, darte un paseo o comprarte alguna prenda de vestir sin alterar tu economía.
La Bichiyal recuerda, por ejemplo, que en una semana logró ganar dos mil pesos, una cantidad que ayuda, pero no sustituye un salario quincenal.
¿Compartir el conocimiento o no?
Y justamente esa es la advertencia que ella les dio a las mujeres que decidieron asistir a la Master Class que ofreció hace un par de meses, cuando el aislamiento social a causa de la cuarentena era total.
“Se me ocurrió hacer una broma en Facebook y decir que daría un webinar sobre cómo vender fotos de tus pies. Pero recibí tantos mensajes pidiendo informes que descubrí que en verdad existía una necesidad”, me dice.
Por eso decidió hablar desde su experiencia, compartir consejos tan básicos como “si tienes un tatuaje debes ocultarlo para evitar ser identificada” o “por nada del mundo dar tu número de celular”, como ella misma lo hizo al inicio.
Aunque fue una iniciativa por la que no percibió ningún ingreso, en redes sociales recibió muchas críticas por parte de mujeres que la acusaron de “hipersexualizar los cuerpos de las mujeres”.
La Bichiyal admite esa responsabilidad y la posibilidad de enviar un mensaje incorrecto. Por otro lado, identifica una necesidad por recuperar una sexualidad y espacios que han sido arrebatados.
Muchas las mujeres la buscaron para escuchar sus consejos, para no sentirse solas, y sobre todo, para saber cómo disminuir los riesgos que implica este negocio. “Mi intención no fue crear una empresa que las deshumanice, sino un grupo de acompañamiento”, explica.
Al final, lo único que desea es compartir sus experiencias con aquellas mujeres que decidan qué hacer con su cuerpo y que aprendan a establecer límites entre los clientes para no exponerse y evitar situaciones incómodas como a ella le ocurrió en un inicio.