El #VogueChallenge demuestra que hace falta muuucha diversidad los medios, tanto los digitales como los impresos. La lucha por los cambios estructurales ya llegó.
Junio empezó con todo: seguimos en medio de una pandemia, pero también estamos en medio de luchas sociales que, después de siglos, parecen estar avanzando, por fin, a gran velocidad.
En Estados Unidos, el movimiento Black Lives Matter fue detonante no solo de cierta justicia hacia crímenes raciales sino de preguntas sobre qué papel tiene la policía en las comunidades y también de muchos cambios en los medios dirigidos a mujeres.
Porque con la solidaridad vino también un reconocimiento de que los medios, incluso los progresistas y con perspectiva feminista, están lejos de mostrar en sus contenido una verdadera diversidad y todavía más lejos de practicarla en sus oficinas.
#VogueChallenge: demasiado poco, demasiado tarde
Empecemos con Vogue, donde la editora Anna Wintour lleva 32 años (sí, ¡todo el tiempo que llevo viva!) a la cabeza.
En este medio, hace solo dos años que apareció la primera portada creada por un fotógrafo negro y sucedió solo por la influencia de Beyoncé.
Según un mail interno que obtuvo el tabloide Page Six, Anna acepta que ella es responsable de esta blanquísima situación.
“Quiero decir claramente que sé que Vogue no ha encontrado suficientes formas de elevar y dar espacio a editores, escritores, fotógrafos, diseñadores y otros creadores afroamericanos. También hemos cometido errores al publicar imágenes o historias que han sido dañinas o intolerantes. Me hago totalmente responsable por esos errores”.
Sin embargo, fuera de decir que los comentarios de las personas negras del equipo son bienvenidos, Anna no se compromete con ningún tipo de plan de acción.
Mientras tanto, gracias a la joven Salma Noor, quien es negra y musulmana, se creó el #VogueChallenge, que busca mostrar cómo se verían personas poco representadas, especialmente de color, en la portada de la revista.
Como muchas cosas que son virales, en este punto ya se perdió un poco el propósito del reto e incluso Vogue publicó una nota en línea que “celebra” todas las participaciones. Pero, de nuevo, no hace una promesa de cambio.
Diversidad en los medios: los números no mienten
Este es un problema internacional, que no se centra tan solo en las personas negras sino en toda la diversidad e incluye a quienes están detrás de los medios y a quienes vemos en sus portadas.
Por ejemplo, en un estudio de Reino Unido de 2018, se analizó a las 19 revistas de moda y estilo de vida más leídas por un año. En 214 números, solo 20 tenían en la portada a una persona de color. Eso es el 9.3%, por debajo del 13.7% de la población que no es blanca.
En 2016, Buzzfeed México hizo un estudio similar para nuestro país, analizando 15 de las revistas más leídas y no solo sus portadas, sino las páginas interiores.
En 2018, Yalitza Aparicio fue la primera mujer de ascendencia indígena en aparecer como protagonista de la portada de la Vogue mexicana y un año después Estrella Vázquez, también de Oaxaca, fue la primera muxe en ocupar este lugar.
Si tenemos en cuenta que la revista lleva 120 años de ediciones, realmente tomó mucho tiempo el que millones de mexicanas puedan verse reflejadas en la revista. Y a pesar de las decenas de miles de likes en Instagram, estas dos portadas no significaron un cambio duradero en las políticas de Vogue.
Esta falta de representación resulta en una idealización de cuerpos imposibles, en perpetuar un estándar de belleza que nos hace daño a todas las personas y en una distancia cada vez mayor entre las vidas que llevamos y los temas que tocan los medios.
También pasa en medios digitales
Lo que estos días han dejado claro es que no se trata tan solo de un problema en medios tradicionales y establecidos como Vogue.
Dos medios conocidos por su feminismo también reconocieron su responsabilidad con su audiencia y sus empleadas de color, con la renuncia de Christene Barberich, fundadora y editora global de Refinery29 y de Leandra Medine, de Man Repeller.
Ambas dijeron que quieren dejar paso a nuevas voces y hacer un cambio en la cultura interna de sus empresas para ser más abiertas a la diversidad. Mucho más proactivas que Anna, definitivamente, pero hay que tomar en cuenta eso que se llama glass cliff o acantilado de cristal.
Es un término que se refiere a cuando se cede el poder a mujeres o minorías durante una crisis, aumentando las probabilidades de que fallen en su misión, a pesar de su talento.
Hace falta encontrar nuevas maneras de promover la diversidad y el liderazgo por parte de personas de los márgenes (no-blancas, no-cis, no-hetero, con discapacidad, etc.) Maneras en las que no haga falta un enorme movimiento social para que las personas afectadas se sientan seguras de alzar la voz y manifestar las microagresiones y discriminaciones que han vivido.
Como dijimos antes, este tema tiene que ver con la cultura corporativa, con equipos diversos en donde las aportaciones de todas las personas importen, para que a su vez lo que veamos en sus contenidos refleje nuestras realidades.
También, como bien dice la revista Salty, hace falta apoyar a medios que desde sus inicios estén pensados por y para personas en los márgenes.
Trabajar la moda y no verte representada
La diversidad en los medios de moda puede parecer un tema demasiado frívolo, pero son muchas las personas que llevan años esperando un cambio.
Por ejemplo, Dania Albert, modelo afrolatina, nos cuenta que no es solo que aparezcan personas racializadas, sino de qué manera lo hacen:
«En la industria del modelaje pasa mucho que se usa la imagen de una persona racializada para cumplir con una cuota de diversidad, pero no pensamos en lo importante que es la visibilidad en todos los ámbitos.
Yo creciendo en México nunca me imaginé ver a alguien parecida a mí en ningún comercial y esto tiene un efecto profundo que fácilmente se nos olvida».
También Diana, directora de Producción en Malvestida, dice que estudió Diseño de Modas porque su sueño era trabajar en Vogue, pero ahora ve que los valores de la revista no son los suyo.
Aunque usen a modelos más diversas «sigue siendo un cambio sin profundidad, que solo reacciona a los cambios sociales». Lo mismo pasa con nombrar a editoras de color: «no se puede negar la opresión histórica que han causado solo poniendo una directora negra», dice.
¿Esperanza en Harper’s?
Con Anna o sin ella, Vogue siempre será una revista aspiracional, que impulsa un estándar de belleza (y de riqueza) al que pocas personas pueden acceder. Quizá es tiempo de vernos reflejadas en otras publicaciones.
No sabemos qué vaya a pasar con esta era de cambios. Por lo pronto Harper’s Bazaar ya nombró a su primera editora en jefe negra, Samira Nasr. Solo tuvimos que esperar 153 años.
Samira, quien tiene ascendencia de Líbano y Trinidad y Tobago, fue editora de moda en ELLE y en Vanity Fair (donde trabajó con Radhika Jones, también la primera editora negra de esa publicación). En su bienvenida, dijo:
“Mi modo de ver la vida es expansivo, anclado en la creencia de que la representación importa. Mi lente es por naturaleza colorido, así que es importante para mí empezar un nuevo capítulo de la historia de Bazaar poniendo los reflectores en las personas que, yo creo, son las voces inspiradoras de nuestro tiempo”.
Qué hermoso leer esas palabras, ¿no?