Soy mexicana, vivo en París y me contagié: así es tener Covid-19

Tener Covid-19 no es solo los síntomas físicos, también es soledad e incertidumbre. Este testimonio nos pide que hagamos todo lo posible por proteger a nuestra comunidad.

Por: Rocío Cardosa (Una versión previa de este texto se publicó en adoptaunchico.com.mx)

Hace doce años que vivo en París. Trabajo para una Start-up que me encanta, disfruto mucho salir con mis amigas, ir a conciertos y tomar vino o cerveza en bares y terrazas. 

A inicios de marzo, todo el mundo hablaba del Coronavirus. Entre memes y cifras que aumentaban y casos cada día más cerca, seguí mi vida. Hasta que el día 14 de marzo anunciaron el cierre a medianoche de cines, bares y restaurantes, y la cuarentena para todos a partir del lunes 16.

Pero la situación se volvió aún más cruda y real cuando inicié con síntomas de COVID el domingo 15. Tuve miedo y me pasó incluso por la mente comprar el primer vuelo para irme a México. Quería estar con mi mamá y no estar sola.

Tener Covid-19 lejos pero acompañada

Desde que mis papás me enviaron a estudiar a Monterrey a los 17 años aprendí a ser independiente, tal vez demasiado. Vivo sola. Aunque en esta situación, a pesar de estarlo físicamente, me sentí acompañada.

Mi mamá y mi hermana, que es cirujana, estuvieron conmigo a través de mensajes y llamadas todo el tiempo. Mi hermana es mayor que yo y sé que le puedo contar y preguntar todo. En este caso le escribí desde el primer síntoma y cada vez que se presentaba uno nuevo.

Ella me explicó cada cosa y eso me ayudó a estar tranquila. El temor de llegar a no poder respirar estando sola me angustiaba y me mantenía alerta.

Los síntomas son muy claros: tuve fiebre, dolor de cabeza, cuerpo cortado, dolor de espalda a la altura de los omóplatos y dolores musculares.

Me dolía la cabeza atrás de los ojos, tuve escalofríos y bochornos tan intensos que mi presión bajó. El miércoles 18 me diagnosticaron Coronavirus. 

Ese mismo día, solo una, vez perdí el aliento y me asusté. Lo más difícil fue del jueves 19 al viernes 20 de marzo. El calor y dolor eran tan intensos que sentía el cuerpo y la cabeza arder y casi estallar por dentro.

Me levanté varias veces a tomar agua y cuando me tocaba la medicina, y finalmente pude dormir. Mi cuerpo estaba cansado, no tenía hambre, perdí también el olfato. Y otra vez tuve miedo.

La recuperación

Hablo de ello porque después de 11 días en cama me estoy recuperando. Porque hubiera preferido estar aburrida o viendo tonterías en redes sociales a estar enferma, porque me gustaría que la gente entendiera, porque fue una lucha dura. Se nota en mi cuerpo, está muy cansado. 

Hablo de esto porque estoy joven y desearía que la gente joven en México se cuidara. Porque no me gustaría que nadie más pasara por ello. Porque las condiciones no son las mismas para todas las personas.

El miércoles que me diagnosticaron tuve que decírselo a la Directora de la empresa en la que trabajo. Mi temor más grande era haber podido contagiar a alguien. Afortunadamente comenzamos a trabajar desde casa unos días antes y también pude ausentarme sin problema.

Hoy me siento bien. Estoy agradecida con mi cuerpo porque me cuidó, por estar viva, por mi familia, por tener un lugar seguro, un trabajo, comida y hasta internet (¡los días en los que estuve muy mal pedía comida y el súper a través de una app!) Por mis amigos y colegas. Por el camino que sigue. 

Espero, además, que después de este tiempo de sombra logremos ser más humanos y empáticos.

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