Nuestra columnista Ferny Ruiz nos cuenta cómo la autoaceptación fue una parte importante de convertirse en activista por la inclusión.
Por: Ferny Ruiz
En los primeros meses del año siempre estamos con todo, comprometiéndonos con metas como comer más sano, dejar el cigarro o hacer más ejercicio.
Por lo general, estos objetivos se relacionan con nuestro cuerpo y pocas veces nos preocupamos por nuestro espíritu. O por lo menos ese fue mi caso.
Si bien la salud física en mi condición de persona con discapacidad siempre fue, es y será prioridad, esta preocupación por estar sana físicamente hizo que nunca me percatara que también debía cuidar mi salud mental y emocional.
Así me perdí…
Por mucho tiempo lidié con problemas de seguridad y autoestima. Cuando nací, a finales de los ochenta, el concepto de discapacidad era muy diferente al que tenemos ahora.
En mi día a día se colaban frases como: “no le hables porque está enfermita”, susurradas por padres a sus hijos cuando intentaban acercarse a mí. Después esas frases fueron sustituidas por el clásico “¿por qué estás así?” de los niños “valientes” que se atrevieron a acercarse a la niña rara.
Pareciera que todos a mi alrededor querían hacerme saber que yo era diferente a ellos y que eso era malo.
Todo eso contribuyó a que en mi adolescencia desarrollara una necesidad inmensa de ser aceptada por los demás. Dejé de ser yo para convertirme en un camaleón que cambiaba de piel de acuerdo al entorno en el que me encontrara en el momento. La Ferny risueña, alegre, bromista, coqueta y rara que soy se escondió por mucho tiempo.
Pero no se necesita tener discapacidad para pasar por momentos en los que nos sintamos diferentes y busquemos aceptación de los demás. La mayoría de los seres humanos hemos pasado algún tiempo de nuestra vida buscando la tan hermosa y necesitada validación externa.
Ya sea que tratemos de ser la persona perfecta de la cual se enamore nuestro crush, o deseemos pertenecer a un grupo social en específico: gastamos tanta energía en ser lo que otros esperan y poniéndonos tantas máscaras para encajar en sociedad que a veces se nos olvida cuál es nuestra verdadera esencia.
Y así me encontré…
La aceptación que en realidad importa y que marcará una diferencia en el rumbo de nuestra vida es aquella que se brinda de adentro hacia afuera: la autoaceptación.
Debido a que genuinamente pienso que la autoaceptación es una de las piezas claves para la salud mental y el bienestar emocional de toda persona, les doy algunos tips que me han servido a mí para aceptarme como persona con discapacidad, y que pueden ser de ayuda para varios sin importar su condición o situación de vida.
Tip 1: Ver la realidad
Para comenzar este viaje de introspección hacia el destino de la autoaceptación, a mí me funcionó el ser 100% sincera conmigo misma, y tener bien en claro mi situación de vida y las limitantes que pueden llegar a representar mi condición física.
En pocas palabras, gran parte de la autoaceptación se basa en ser realista. Imagínense que yo estando en silla de ruedas hubiera querido a fuerzas ser patinadora sobre hielo… ¡estaría cañón!
Igual a veces nos aferramos a metas o sueños que están totalmente fuera de la realidad, como ser cantante cuando ni en la regadera cantas… Si a Jolette no le funcionó, a ti menos.
Solo aceptando nuestras realidades, fortalezas y limitaciones podremos saber con qué trabajamos para construir nuestro futuro, y comenzaremos a estar conscientes de nuestra situación actual para a partir de ahí poder potenciar nuestras cualidades y trabajar en lo que consideramos defectos.
Tip 2. No culpar a nuestras diferencias
Para mí, el siguiente paso fue enlistar las cosas negativas que forman parte de mi vida y tratarlas de ver de una manera objetiva.
Fue así como me pude percatar de que durante una etapa de mi vida culpé a mi discapacidad de todos mis fracasos. Si no tenia amigos: fue mi discapacidad. Reprobaba un examen: fue mi discapacidad. Mi perro no me hace caso: fue mi discapacidad.
La usaba como excusa fácil y recurrente para no ser quien deseaba ser. Ver las cosas de manera objetiva me hizo entender que mi discapacidad no es culpable de que no logre las cosas, era yo, que no me arriesgaba a ser feliz.
Tip 3. Apreciar lo diferente
En este proceso de conocerme a mí misma descubrí que muchas veces quienes nos salimos de la norma podemos llegar a desarrollar un complejo de inferioridad, en el que catalogamos a aquello que nos vuelve diferentes como un “defecto”.
La sociedad ha creado un miedo a ser diferentes. No sentimos orgullo de las cosas que nos hacen resaltar, sino que nos avergonzamos.
Ya sea que como yo tienes una discapacidad y sientes que al no ser independiente físicamente nunca podrás lograr tus sueños, o tal vez no te sientes bien porque no pareces una Kardashian-Jenner salida de una revista.
O quizá como muchas personas sientes que no eres exitoso porque ya tienes 30 años y aún no te has casado ni tienes negocio propio. La sociedad nos ha hecho querer comprar falsas felicidades que muchas veces simplemente no son la descripción de nuestra verdadera realización.
Tip 4. Encontrar la propia felicidad
Una vez que ya nos “amiga dimos cuenta”, toca encontrar el gozo y la belleza en lo que nos hace diferentes, para volverlo elemento activo de nuestra definición de felicidad.
Yo hice una lista mental de los beneficios que podía encontrar en mi condición.
La resiliencia, el liderazgo y la persistencia son algunas de las cualidades que muchas veces desarrollamos las personas con discapacidad para salir adelante en un mundo no preparado para nosotros.
Así podemos practicar el encontrar la belleza en lo que siempre pensamos era negativo: aceptando nuestro color de piel, nuestras raíces, nuestra sexualidad, nuestro cuerpo, nuestros sueños o cualquier parte de nosotros de la cual hemos renegado.
Estos pasos y tips yo los seguí cuando estaba tratando de encontrar mi lugar en el mundo, alrededor de los dieciocho años.
Me sirvieron para darme cuenta de que cada persona escribe su propia definición de felicidad y que la aceptación más importante era la que me brindaba yo a mí misma. Mi discapacidad me vuelve quien soy hoy en día y soy muy feliz con quien soy.
Estos tips para aceptarse les doy, porque su amiga Ferny soy.