Siempre me ha gustado el debate. Hay pocas cosas que disfrute más que una buena plática en la que pueda intercambiar puntos de vista, aprender y sí, también cambiar de opinión. La cosa es que no todos los espacios promueven este tipo de conversaciones y he descubierto que los pleitos en redes sociales no llevan a nada bueno.
Empecé a usar Facebook y Twitter hace más de una década y mi uso de las redes ha cambiado con el tiempo. Al principio se trataba de seguir y ser amiga de la mayor cantidad de gente posible, de explicar mi desacuerdo cuando publicaban algo que no me parecía. Ahora no le tengo miedo a los botones “silenciar”, “dejar de ser amigos” y “dejar de seguir”.
Las guerras de Twitter
Por mucho tiempo, Twitter fue un lugar en el que aprendí muchísimo sobre feminismo y problemas sociales en general. Seguí a personas brillantes que me hicieron pensar con sus argumentos y sin las cuales no sería como soy ahora.
No estoy muy segura por qué, pero últimamente parece que esta red social es escenario de un pleito feminista por día. Mujeres a las que admiro, otras a las que no tanto y unas a las que ni conozco generan hilos interminables en los que se comienza con argumentos e inevitablemente se acaba en descalificaciones.
Como dije, estoy muy a favor de discutir y de alzar la voz cuando algo no te parece. El problema llega cuando las partes no están escuchando, solo quieren repetir sus posturas. Y las redes sociales son un ambiente muy favorable para hacer justo eso, mientras que en persona es necesario tomar más en cuenta a nuestras interlocutoras.
Además, no soy buena discutiendo cuando estoy molesta. Prefiero pensar las cosas y escribirlas en un texto como este para no decir algo de lo que me vaya a arrepentir. Claro que igual me arrepiento de textos de vez en cuando, pero no tan seguido como de cosas que digo.
Es fácil creer que existe una audiencia que está esperando todas nuestras opiniones y que si no aportamos al debate del día la estamos dejando mal o comunicando que el tema no nos interesa. Pero si hay alguien que cree que puede leer mi mente y sabe por qué no dije nada, esa no es una persona a la que me interese complacer.
Los pleitos en redes sociales y la familia
En Facebook es diferente porque se trata de personas que conozco. Por fortuna, mi familia y amigas cercanas son personas en general sensatas, que no tienen opiniones discriminatorias. Aún así, irremediablemente alguien dirá un comentario ignorante o hará uno de esos chistes que no tienen nada de gracia.
A veces decido simplemente cortar una relación virtual, otras decido tocar el tema cuando nos veamos en persona y en ocasiones simplemente lo dejo ir, porque no voy a lograr que nadie cambie de opinión, pero el coraje nadie me lo quita.
Para dejar de tener el impulso de contestar, aprovecho viajes o días de mucho trabajo para darme un break de las redes sociales y también eliminé la app de Twitter en mi celular.
Creo que en parte es eso de tener más de 30 años y solo querer rodearme de personas que realmente aporten algo a mi vida. O tener más de 30 años y estar en general todo el tiempo cansada. El caso es que evitar pleitos en redes sociales es un esfuerzo, pero nunca tan difícil como lidiar con todas las ramificaciones de meterme a una discusión que no me aporta nada.