«¿Puedo besarte?» La pregunta sobre consentimiento que escucho cada vez más

El tema del consentimiento parece estar últimamente hasta en la sopa. Se han abierto debates al respecto y hasta campañas de concientización, pero ¿qué tanto ha permeado la forma en la que interactuamos en una cita?

A nivel estructural-social no podría decirlo, pero lo que me queda claro es que algo está cambiando, al menos mi historial de ligues lo avala.

En las citas más recientes que he tenido los chicos con los que salí me avisaron antes de besarme. Sí, es neta, tres de cuatro prefirieron corroborar que yo estuviera «ok» con el hecho de que metieran su lengua en mi boca antes de lanzarse a hacerlo.

¿Puedo besarte?

La primera vez fue con un chico con el que había pasado una noche increíble. Fuimos al teatro, luego a cenar y finalmente a un bar. Era evidente que había química y queríamos pasar más tiempo juntos.

“Me gustaría besarte”, me dijo mientras me miraba fijamente a los ojos, “te lo digo porque creo que el consentimiento es importante”.

Lejos de incomodarme o parecerme ridículo, su comentario me pareció fascinante, era la primera vez que alguien me consultaba algo así de una forma tan clara.

“Me encantaría que lo hagas” respondí, y entonces nos fundimos en un beso romántico, cachondo, desenfrenado… y consensuado.

Cuando se lo conté a una amiga me dijo que “qué weba” preguntar esas cosas y que a ella le hubiese matado la pasión, pero le aseguré que el comentario de mi date en ningún momento se sintió incómodo o forzado. Fue una sorpresa, es verdad, pero una muy agradable.

Más que una casualidad

Al mes siguiente salí con otro chico y la historia fue similar. Estuvimos bebiendo y platicando durante horas en un bar para después seguirla en mi casa.

Uno pensaría que el que yo invite a un chico a mi depa automáticamente es luz verde para que suceda “algo”, pero él no lo asumió.

Después de un buen rato de platicar me dijo “No me gustaría que pienses que no quiero besarte, pero no sé si tú también quieres eso”. PUM PAM FUEGOS ARTIFICIALES KHÁSTAPASANDA fue lo que pasó por mi mente cuando lo escuché.

“Véngase pa’acá, claro que puedes besarme con consentimiento sensual, beibe” le respondí. Bueno, no, pero le dije que sí y nos besamos y fue hermoso.

El tercer round…

La tercera vez que un hombre pidió mi consentimiento verbal antes de besarme fue muy similar a la segunda.

Ya en el sofá de mi sala, el ligue me dijo que tenía ganas de besarme y que prefería preguntar porque hoy en día “ya nunca se sabe”. Nuevamente, y encantada de la vida, dije que sí.

El hecho de que “avisarme” antes del beso se haya repetido más de una vez en mis últimas citas me lleva a reflexionar sobre lo importante que es darle visibilidad a las cosas que durante muchos años consideramos “normales”, cuando en ocasiones podían llegar a ser invasivas o incluso violentas.

Identificando violencias

Incontables veces he recibido besos no solicitados; caricias inapropiadas o comentarios de acoso, los cuales dejaba pasar porque “yo acepté que me invitara un trago” o “ya pasamos toda la noche platicando, ni que ahora le diga que no”. Vivía con la mentalidad patriarcal de que estaba “en deuda” con un hombre si este me prestaba la suficiente atención.

Y aunque hoy me siento con la suficiente confianza para decir cuando algo no me parece y sé identificar violencias donde antes veía “es que así son los hombres”, también me parece importante que los chicos tomen conciencia de que las dinámicas del ligue y el placer requieren de consentimiento mutuo.

No digo que tooooooodos los besos se tengan que pedir. Es verdad que algunas veces el lenguaje corporal habla bien fuerte y te encuentras jugando al pulpo con alguien sin que se haya hablado primero, se vale y es emocionante, pero lo que encuentro maravilloso es que ya no se asuman cosas que antes se daban por hecho.

Ante la duda, siempre preferiré que se me consulte y, luego ya, démosle rienda suelta a la pasión.

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