Cuando tomé la decisión de vivir con mi pareja recuerdo haber escuchado mucho la frase “es muy diferente ser novios que vivir juntos o casarse” y sí, es real, pero algo que también es muy diferente es a lo que te enfrentas si la relación termina.
En mi experiencia, parecía que todo había cambiado de un momento a otro. Un día estaba haciendo mi vida “normal” y al siguiente mi pareja y yo hablábamos de quién se quedaría en el departamento, con los perros, de cómo dividiríamos las cosas que compramos juntos, etc. Lo más doloroso es que jamás hablamos de sentimientos, como si estos desde hace tiempo hubieran pasado a un segundo plano.
Recuerdo que me sentía paralizada emocionalmente, pero también quería intentar hasta el último recurso para ver si podíamos remediarlo y no llegar a eso que tanto temía.
Tomando la decisión final
Cuando me di cuenta que no había vuelta atrás, lo primero que hice fue hablar con mi hermano, sí, me daba mucha pena, porque no quería que pensaran que había fracasado, no quería escuchar el famoso “te lo dije”, pero tenía que ser madura y buscar la solución que me pareciera conveniente sin importar el qué dirán.
Así que tomé mis cosas y mi familia fue mi refugio. El apoyo de las personas que nos aman es indispensable. Con ellos me desahogué, lloré, y me di cuenta que era válido sentirme totalmente perdida, y que hacer frente a mis emociones era muy doloroso, pero necesario.
Me di cuenta que no podía quedarme llorando por días en mi habitación, tenía que resolver todo lo que terminar una relación cuando vives con tu pareja conlleva, así que aún con la mente y sentimientos revueltos, coticé mudanzas, arreglé el contrato de arrendamiento, traté de llegar a acuerdos materiales y muchos otros trámites que hicieron todo más desgastante.
La mudanza…
Ir por mis cosas al lugar donde creía estaba formando una familia implicaba dejar atrás y despedirme de muchos sueños, y tratar de imaginar un mejor futuro.
Debo confesar que al principio evadía comenzar a restaurar mi parte emocional, poniendo toda mi atención en los trámites que aún quedaban pendientes con mi pareja, porque esto me hacía sentir que aún existía algo que nos conectaba. Pero cuando estos terminaron comenzó el verdadero trabajo que solo dependía de mí. Fue entonces cuando me di cuenta de todo a lo que me estaba enfrentando.
Por un lado, me enfrentaba a una nueva yo que, de repente, no conocía. Por el otro, a un mundo de sentimientos mezclados, llena de dudas y escuchando miles de consejos.
Me enfrentaba también a esos prejuicios o creencias que creía no me representaban, pero que ahora tenían un gran peso sobre mí.
Sobre todo, me encontré tratando de resolver misterios sobre mi relación que me habían llevado hasta ahí. A una versión de mi pareja que también desconocía, que no me hacía match con la persona que creía estaba compartiendo mi vida.
Encontrando un balance
Con tanta información sobre mantenerte positiva, ver las cosas buenas dentro de las malas y demás, también me encontraba tratando de mantener un balance para no “parecer” inmadura.
Pero todo forma parte de un proceso individual que debemos crear nosotras mismas siendo sinceras, dejando fluir las emociones y sentimientos, simplemente viviéndolos
Una relación fallida no nos define, y sí es importante analizar y tomar responsabilidad por aquello que no hicimos bien, pero sin perder el foco de que una relación se compone de dos, así que tampoco se trata solo de ti y tus errores.
Terminar una relación cuando vives con tu pareja
Cuando vives en pareja compartes una vida, no una parte de ella, y esto lo cambia todo. Lo que puedo decir con base en mi experiencia es que hay que seguir nuestros instintos.
Terminar no será sencillo, y todos los consejos son siempre bienvenidos, pero nadie mejor que tú conoce lo que sientes, así que toma las decisiones con base en tu intuición, a lo que estés dispuesta vivir, porque eres tú quién le está haciendo frente a todo lo que sucede.
Recuerda que es válido pedir ayuda profesional. Encargarnos de nosotras mismas después de situaciones complejas es nuestra responsabilidad para crear relaciones sanas.