¿Qué sería de nosotras sin nuestras amigas?
¿Qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?
– Marcela Lagarde
El test de Bechdel es una especie de método para evaluar si una película está reproduciendo estereotipos de género y se basa en tres requisitos muy básicos: que en la trama aparezca más de un personaje femenino, que hablen entre ellas y que la conversación no tenga como tema central a un hombre. Ojo, que no es un test feminista. Muchas películas lo pasan y, sin embargo, no tienen nada de feministas. Podría decirse que se trata de tres elementos para saber si los personajes femeninos son algo más que decorativos.
En Una habitación propia, Virginia Woolf reflexiona acerca de lo poco que la literatura de su época reflejaba las relaciones entre mujeres. Pero tomando referencias más cercanas, por mucho que las heroínas de Disney han evolucionado, todavía es reciente la puesta al centro de la amistad entre mujeres como un tema en sí mismo.
Hablar de las mujeres desde las mujeres
Los tópicos se hacen presentes en los productos culturales conforme atañen, preocupan o se manifiestan en la vida de los y las creadoras. Este sería el caso de series como Girls o Big little lies, así como de las trilogía de novelas de Elena Ferrante.
Pero ¿por qué las relaciones entre personajes femeninos han estado estereotipadas por tanto tiempo sin que nos demos cuenta? Pensemos, por ejemplo, que el monotema entre las protagonistas, en lugar de los hombres (su amor, sus triunfos, sus luchas), fuera algo absurdo y neutral como las sillas o los automóviles. A los poquitos minutos la trama nos parecería, como mínimo, descabellada.
Amistades que aprueben el test de Bechdel
Ninguna telenovela de mi infancia pasaría el test de Bechdel, porque aunque lleven en el título el nombre de una mujer, (Rubí, La usurpadora) la lucha de estas mujeres y todo el río de sus acciones se dirige primordialmente a encontrar el amor (de un hombre, obvi).
¿Amigas en segundo plano?
Si este patrón ha sido perjudicial para las representaciones de mujeres en el cine y las series, todavía más alarmante es observar cómo esto contribuye a alimentar las nociones de lo que entendemos por relaciones entre mujeres. Vínculos en los que las amigas son:
- Aliadas para conquistar a un vato
- Consuelo cuando el vato se porta mal
- Rivales en la conquista de un vato
Lo peor es que a veces la ficción se sale de la pantalla y nos portamos así. Como si las relaciones de amistad fueran apéndices de quita y pon, como si las amigas pudieran/tuvieran siempre que esperar pacientemente en el segundo lugar de la existencia, porque el primero tiene que estar ocupado, invariablemente, por el hombre o la mujer con quien nos relacionamos sexoafectivamente.
Una ética de la amistad
Marcela Lagarde en su libro Claves feministas para la negociación del amor habla acerca de una ética entre las mujeres, una ética de la amistad. Usa el término “socias de la vida”. El término, sí, está muy cercano al capitalismo y a lo neoliberal, pero también tiene la connotación de que en la relación de amistad se va hombro con hombro para vivir momentos de gozo, construir significados y pasar (aprender de) los tragos amargos.
No propongo, aunque se vale soñar, que los productos culturales sean aleccionantes ni que tengan una agenda política (aunque sí, hay algunos que la tienen y son lo más) sino que estaría padre que reflejaran otras facetas de las relaciones entre mujeres.
La marea de dictados sociales y familiares sobre lo que una debe ser y hacer es poderosa, así que las relaciones de amistad entre mujeres nos ayudan a mantener siempre un pie sobre la tierra, a reconectarnos con lo que somos y con lo que queremos ser. Ni Blanca Nieves, ni Cenicienta, ni Ariel tenían amigas, quizá de haberlas tenido el final de las películas hubiera sido otro.