Arantxa Araujo: activismo, performance y cómo hacerse de un nombre en Nueva York

Ella es la mujer enfundada en sábanas térmicas que, como espejo, reflejan la luz solar frente al Monumento a la Revolución en la Ciudad de México o alguna calle de Nueva York. Es la que cuelga cabeza debajo de una tela en medio de un pastizal. La que se bañan la cara en sangre o raya una raíz de olor tan fuerte que obliga a llorar enfrente de todos.

Su arte vive en ella y lo comparte con el mundo exterior. Provoca sensaciones, no pretende ser totalmente entendido, pero sí percibido. La coreógrafa mexicana y artista multidisciplinaria Arantxa Araujo ha llevado su disciplina artística de aquí a Estados Unidos. Y entre otras facetas del performance, ha explorado los principios de la neurociencia y el arte para permitir que el público tenga experiencias que aumenten su conciencia.

Llegó primero a Boston para hacer una licenciatura y de ahí se mudó a Los Ángeles para concluirla. Esta ciudad la atrapó por un tiempo cuando trabajó en Fox Searchlight y en una agencia de publicidad. Ha vuelto por temporadas a México a trabajar y a mostrar su obra, pero su carrera ya está en el país vecino. Se mudó a Nueva York donde realizó una maestría en Columbia University, y desde entonces allí reside.

Después de ver la fuerza que imprime su trabajo, no pudimos quedar indiferentes a su obra. Por eso hablamos con Arantxa Araujo, una artista mexicana que destaca allá en eventos como ITINERANT Performance Art Festival, y en lugares como Judson Church con el programa de Movement Research, la Universidad de Columbia o Radiator Gallery, y en Brooklyn Museum, donde este julio presentará su obra como parte de Radical Women: Latin American Art 1960-1985.

Foto. Andrea Basteris

Estudiaste Neurociencia pero, ¿por qué elegiste el performance como medio de expresión?

Estudié Neurociencia del movimiento, en específico, porque en México estaba dando clases de yoga y haciendo teatro físico. Estaba interesada en cómo podía ser una mejor guía, una mejor maestra de movimiento y en cómo ser más eficaz al explorar el espacio con mi cuerpo. Poco a poco me fui interesando en el movimiento que realizamos durante el día, entonces me preguntaba cómo ese movimiento me estaba afectando a mí y quizá cómo podía afectar a un espectador, a alguien que está en el público.

Poco a poco empecé a encontrar literatura sobre neuronas espejo, muchos científicos que postulaban estas neuronas (como la neurona de la empatía) y cada vez me fui interesando más. Me interesa utilizar conocimiento que se genera en laboratorios, y utilizarlo en mi investigación artística. Es decir, usar descubrimientos, metodología, métodos, teorías que se usan en el mundo de la ciencia y aplicarlos a mi exploración desde el punto de vista artístico.

Cuando estoy en el estudio, trato observar atentamente y ser consciente de las variables ante una investigación, utilizando el método científico desde el punto de vista de arte. Esto es explorar el tiempo y espacio por medio del cuerpo, haciendo repeticiones para ver qué ocurre. Un fenómeno muy interesante es que al estar repitiendo conscientemente algún movimiento, el movimiento se convierte en una forma de meditación. Así empecé a darme cuenta de que básicamente todo el movimiento en repetición puede llegar a ser una meditación que te dé un buen de conocimientos sobre ti y la gente que te rodea.

Foto. Andrea Basteris

¿Cómo aplicas esto en un performance?

En octubre hice un performance público en Nueva York, sobre la calle 14, que duró 12 horas. Fue una caminata muy lenta, de este a oeste, de la avenida C a la avenida 11. El performance empezó en el momento que salió el sol y acabó con la puesta del sol. Yo caminé en un silencio espiritual para poder observar y percibir la ciudad sin necesidad de responder o hacer. La gente llegaba y me confrontaba y yo mantenía mi silencio y observaba mis impulsos. Esas horas para mí fueron una meditación para darme cuenta de un montón de cosas, que solo con la duración pude ver, un entendimiento de mí en ese momento, del tiempo y del espacio.

Foto. Andrea Basteris

¿Cómo es ese proceso entre tener una idea y bajarla a un performance?

Creo que como mujer mexicana viviendo en Estados Unidos hay temas que me llaman más. Hay situaciones o construcciones sociales y/o políticas que me empujan a hacer/decir algo. Me sacuden y, para mí, una forma de levantar la voz es el performance, donde intento exponer/concientizar/lidiar/entender/protestar. Con mi performance me interesa crear experiencias, aunque no se entienda racionalmente en el momento, pero que exista una reacción e invitar al individuo/público a crear su propio significado.

Hice otro performance donde yo rayaba horseradish (una raíz picante) y esta generaba secreción de lágrimas y mucosa. Los ojos se me pusieron muy rojos, se me inflamó toda la cara en las tres horas que duró. La gente se paraba y quizá se preguntaba “¿por qué está haciendo ella esto?”. Y quizá no llega en ese momento la respuesta, pero tal vez después vean a una persona trabajando en la cocina y logren un mayor entendimiento y apreciación por lo que está pasando ahí.

Se trata de dar, por medio del arte, un entendimiento a algo que ven todos los días, que normalizamos y debido a eso, no vemos más allá. Cuando se saca de contexto a alguien que raya horseradish de una cocina a una Universidad y detalladamente se ve lo que está haciendo esa persona, es increíble.

Es lograr investigar cada acción que hacemos, sacarla de lo normal y reentenderla.

Foto. Andrea Basteris

¿Y cómo se siente para ti hacer un performance?

En Nueva York no hay nada que te sorprenda, ¿sabes? Ir a Times Square es estar sobreestimuladx visualmente, hay un montón de ruido y la gente está corriendo de un lugar a otro todo el tiempo. El performance que hice ahí no sabía si iba a funcionar, yo no sabía si la gente se iba a tomar un segundo o una hora de su día y se iba a quedar viendo algo, contemplando. Para mi sorpresa, mucha de la gente participó, aunque fuera preguntando “¿qué está haciendo esta loca?” o “qué lindo se mueve el papel” o llegaran a decir un comentario en el oído súper acertado, como “oye, yo sé que no puedes hablar, pero te quiero agradecer por darte este momento para que podamos nosotros entender el tiempo…”. Que te digan algo así es como “¡Oh, wow!”.

Hay todo tipo de reacciones, pero a mí no me importa la respuesta. El chiste es que la gente se active en cierto momento. Que esté presente en un momento dado y se dé tiempo de ser, estar y percibir.

Entonces, para hacer un performance, ¿tienes una idea y de ahí lo desarrollas, ves cómo lo vas a hacer, o surge espontáneo?

Cada performance que creo es distinto. A veces tengo ideas, tengo una necesidad de hacer algo. Tengo, no sé, una idea de algo con cerezas y tengo la idea rondando en mi cabeza, hasta que encuentro cómo usarlas. O al revés, por ejemplo ahorita acabo de escribir una propuesta para una convocatoria que se llama “Reflejo civil”, es como un estudio de nosotros como personas civiles, en la sociedad, en nuestros roles. Es una propuesta muy específica donde te piden un performance para una temática, yo lo escribo pensado para ello y lo trabajo de distintas formas.

Foto. Andrea Basteris

También eres activista, ¿cómo has llevado el arte a esta faceta de tu vida?

Más bien, creo que los temas a los que yo me aficiono más en mi arte se prestan mucho al activismo. Cuando se habla de migración, hagas lo que hagas va a ser un acto político. Si se toca el tema de feminicidios en una obra, va a ser un acto político. Al presentar a la mujer como una fuente de luz, se está yendo en contra de un patriarcado de años. Es un activismo por medio de una acción.

¿Cuál es la diferencia que has sentido entre ser artista en Estados Unidos y México?

En verdad, he vivido la mayoría de mi vida adulta en Estados Unidos, entonces me es difícil comparar. Pero lo que puedo decir es que en Nueva York he encontrado una comunidad muy cercana que se preocupa por el otro, que ayuda a crecer al otro, que crea y comparte oportunidades. Esto hace que existan muchas oportunidades.

Por ejemplo, en verano viene una exhibición al Brooklyn Museum que se llama ‘Radical Women Latin America Art’, con arte de 1960 a 1985. Hicieron una convocatoria para artistas contemporáneas para responder a piezas del museo. Yo apliqué y voy a presentar en julio un performance respondiendo a una pieza de una artista que se llama Martha Araujo —tiene el mismo apellido que yo, pero no hay parentesco. Se trata de presentar a la mujer como una fuente de luz en las sociedades y como fuente de comunidad. Y con ello darle luz a todas estas mujeres que muchas veces no se les daba el espacio para enseñar su arte.

Foto. Andrea Basteris

¿Has sentido algún tipo de presión por ser migrante en Estados Unidos?

Sí, muchísimo.

¿Cómo qué?

Recién me mudé a este departamento en el que vivo ahora, hace cuatro años. Entraron a robar mientras yo estaba dormida. Mi casa es muy chiquita, es como un estudio. Salieron por la ventana y yo no me desperté. Llamé a la policía, llegaron a mi casa, me empezaron a preguntar qué pasó y ellos pensaron que yo era francesa. Al verme francesa, todo bien, me creían lo que decía, uno de ellos hasta me empezó a tirar la onda, y de pronto me preguntan “¿de dónde eres?, ¿tienes tu pasaporte?” y yo digo “sí, soy de México, aquí está mi pasaporte”. De la nada, cambiaron su actitud conmigo así como “esta historia está muy rara”, “¿cómo no te pudiste despertar en tu pequeño departamento?”. No podía creerlo, le dije “hacía un segundo me estabas tirando la onda. Te digo que soy mexicana y no me crees”. Solo por ser mexicana perdió credibilidad mi palabra. Estaba enfurecida.

Tres semanas después agarraron a las personas que habían entrado a mi casa, hasta entonces el policía creyó que sí dije la verdad.

¿Y has hecho algún performance al respecto de este tema?

Si, varios. Hice uno llamado “Building Bridges Not Walls” que presenté dos días antes del que Trump fuera electo. Este hablaba sobre el muro del que tanto habló, y los múltiples intentos de superar obstáculos en la vida. También hice otro llamado POP —sobre el maíz, la violencia y la cultura pop.

Estoy haciendo un proyecto en un restaurante donde básicamente estoy viendo las condiciones del migrante aquí. El trabajo que más hacen los mexicanos cuando llegan a Nueva York es estar en las cocinas. También al servir, me doy cuenta de las actitudes del público en general ante una mexicana. Y a raíz de este trabajo, he hecho dos performances sobre acciones repetitivas en la cocina y el efecto en el cuerpo y mente del que realiza la acción.

Foto. Andrea Basteris

¿Qué otras performanceras nos recomendarías seguir?

Uy la lista es larga, mencionaré varias:

Mayra Duarte, también mexicana, que tiene un colectivo que se llama Dance to the People. Justo en noviembre, nos invitaron a las dos a presentar nuestras obras en Huerto Roma Verde en México y estuvo la semana pasada en Performática con su compañía.

También está Valeria Aviña, vive en Nueva York. Justo la vi en una obra en un teatro en Tribeca que se llama ‘The Flea. Hizo un proyecto muy padre basado en el Chapulín Colorado que se llama HeCHas en México con otras dos mujeres increíbles : Jacqueline Guillen y Georgina Escobar.

Hace un par de años trabajé con Katiana Rangel de Brasil y hace un trabajo súper interesante. El otro día vi su trabajo en Grace Exhibition Space, que es un lugar de performance en Brooklyn, e hizo un performance que hablaba cómo fue su pasado y sus ancestros indígenas en Brasil; se sacaba sangre y se la untaba en la cara.

Conocí el año pasado a Ana Laura Ramírez Ramos y me parece una artista increíble. Tuvimos la oportunidad de hacer un performance en La Mama sobre violencia de género y feminicidios. Ahora radica en México y tiene una compañía que se llama Parafernalia Teatro.

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