El ajetreo mediático de las elecciones presidenciales de 2018 en México ya comenzó y algunos medios de comunicación ya tienen en marcha una estrategia para lograr que su candidato de preferencia llegue a la silla. Al menos así lo ha dejado ver el New York Times en un artículo que pone en evidencia las corruptas maniobras entre el gobierno y los periódicos por manipular la información a su antojo.
«Estar al frente de un periódico, estación de radio o canal de televisión en México usualmente significa depender de un único y poderoso cliente que gasta exorbitantes sumas en publicidad con una simple advertencia: ‘No te pago para que me critiques’. El cliente es el gobierno de México», reza el párrafo que abre el reportaje escrito por Azam Ahmed.
“I do not pay you to criticize me.” Mexico's government pours cash into media advertising, gaining control over news coverage. https://t.co/eyD9ywq6hz
— The New York Times (@nytimes) December 25, 2017
El banquillo de los culpables
Basado en «docenas de entrevistas con ejecutivos, editores y reporteros», el reportaje del New York Times incluye experiencias de la ganadora del Premio Nacional de Periodismo 2015, Laura Castellanos; el director de Letras Libres, Enrique Krauze; el gobernador de Chihuahua, Javier Corral y el director de Animal Político, Daniel Moreno, entre otros que han sido testigos de cómo se hacen malabares con los presupuestos de publicidad del gobierno.
El New York Times expone cómo supuestamente el gobierno rescató a La Jornada de la bancarrota y, de paso, lo convirtió en su alcahuete mediático. Dentro de los medios señalados también aparece El Universal, por su cercanía con José Antonio Meade, la campaña de desprestigio que el periódico creó contra Ricardo Anaya y los «10 millones» que la rotativa recibió en publicidad por parte del gobierno el año pasado.
El Excelsior y el Milenio tampoco se salvan del escrutinio. El primero por su censura al cubrir temas controversiales que afectan al gobierno y el segundo porque «a petición de un oficial de alto nivel de la administración de Peña Nieto» bajó de su sitio web una historia para luego subirla “con un titular mucho menos condenatorio”. Finalmente la nota del Milenio regresó a su título original, aunque fue clara la influencia que el gobierno tiene en la forma en la que se muestra la actualidad nacional.
Esto es hermoso. El NY Times quemando a El Universal, Excelsior, Grupo Imagen, La Jornada (y los que no menciona porque quién los lee). Mientras @Pajaropolitico se erige como el medio independiente y riguroso que es. https://t.co/GYGErDyNtr
— Estefanía Camacho (@sirenaplacosa) December 25, 2017
Una suma millonaria
Según el reportaje del New York Times, tan solo el año pasado, el gobierno de Enrique Peña Nieto tuvo un gasto de cerca de 500 millones en publicidad, prácticamente lo mismo que le cuesta su principal programa de becas para universidades públicas. Por si fuera poco, «sesenta y ocho por ciento de los periodistas en México dijeron que se censuraron a sí mismos, no solo para evitar ser asesinados, sino también por la presión de los anunciantes y el impacto en los resultados».
A través de la publicidad oficial, el Gobierno ordena qué se debe llevar en las portadas de los diarios o en los noticieros de radio y televisión, dice The New York Times https://t.co/CRoKPSjSRZ pic.twitter.com/nykvyJ3mlb
— SinEmbargo (@SinEmbargoMX) December 25, 2017
Es cierto que los numerosos casos de corrupción y censura en el medio noticioso no son nada nuevos. Están las 12 muertes de periodistas en nuestro país en 2017 y casos como el de Carmen Aristegui y su salida de MVS, además del hackeo a su sitio. Pero resulta hoy más importante que nunca hacernos de una cultura periodística y ser más críticas/os con los contenidos que consumimos.
Aunque quizá en lo individual no podamos parar esa maquinaria corrupta que manipula la información a su conveniencia, al menos sí podemos controlar que las noticias que compartimos a través de nuestras redes sociales vengan de fuentes fidedignas. Ejercicios sencillos como leer la misma noticia en periódicos distintos o poner atención a las fuentes citadas son cosas que pueden ayudarnos a cambiar la cultura de (des)información en México.