Tener hermanxs no solo sirve para hacerse compañía, jugar, pelear, hacer travesuras juntos, desesperar a los papás en bola, solaparse, sino también para decir mentiras. Tal vez las mejores que hayamos creído o inventado (según seas mayor o el menor), y por lo regular lxs hermanxs mayores han hecho fama de ser lxs mejores mentirosxs en la historia de la humanidad (fuente, laboratorio Malvestida).
Con este duro propósito, nos dedicamos a buscar esas historias 100% reales que lxs hermanxs mayores y menores recuerdan haber contado o ser víctimas, respectivamente. Para que sepas que la maldad existe y es enternecedoramente divertida.
Ale
Cuando estaba chica le decía a mi hermana –que es cuatro años menor– que yo en realidad era un robot. Obviamente esa idea la atormentaba y me hacía muchísimas preguntas como “¿entonces por qué sangraste el otro día que te caíste? Pero yo siempre contraatacaba con explicaciones súper lógicas como “Duh, obvio no era sangre, era un líquido especial de robots”. Varias veces su frustración por pensar que yo no era su hermana, sino un robot, era tanta que terminaba llorando y mis papás tenían que asegurarle que yo de verdad era humana.
Otra de mis mentiras favoritas fue cuando le dije que las bolsas del supermercado estaban hechas de piel de foca bebé, y que por eso en muchos lugares ya estaban prohibidas y ahora te vendían las bolsas reutilizables de tela. El LOL mayor fue cuando mi hermana le preguntó a mi papá si eso era cierto. Nunca olvidaré la cara de incredulidad de mi padre ante semejante pregunta, hizo un face palm incluso antes de que se inventara el face palm.
Jorge
Cuando íbamos a los supermercados, en los que te dan los tickets automáticos al entrar al estacionamiento, le decíamos a Arturo —nuestro hermano menor— que había un changuito dentro y siempre que pasábamos y tomábamos el ticket le decíamos, «gracias changuito». No sé hasta qué edad siguió creyendo eso.
Otra más es que por años le dimos el control del Nintendo viejo mientras nosotros (mi hermano mayor y yo) jugábamos con el Super Nintendo. Arturo creía que jugaba y hasta le decíamos qué personaje era él, y que ganaba o perdía mientras él solo apretaba botones a lo loco.
Daniel
Mi vida eran los videojuegos. Por desgracia, mi computadora no corría varios juegos que yo anhelaba porque la memoria RAM no era suficiente. Entonces le pedí a los reyes una memoria RAM más grande, el 6 de enero no recibí lo que quería.
Mi hermano me dijo que estuvo hablando con Melchor, el experto en sistemas, y le dijo que se esforzó mucho buscando la codiciada memoria, pero no tuvo suerte. Que incluso Melchor intentó fabricarla, pero fracasó.
Yo me imaginé a Melchor hablando con mi hermano en el comedor de la casa, mi hermano desesperado y Melchor explicando.
Sofía
Mi hermano mayor decía que las tiritas blancas de la mandarina eran venenosas. Entonces me decía: “Toma esta mandarina y quítale todo lo blanquito y me la das. Si no, me puedo morir envenenado, depende de ti”.
Cristina
Soy hermana mediana, así que me tocó tanto de un lado como del otro. Nunca tuve un perro, pero siempre me llamaron la atención. Yo siempre creí que la lengua de los perros era de jamón, que de ahí sacaban el que le poníamos a los sándwiches y —aunque luego mis papás me explicaron que no era cierto— así se lo hice creer también a mi hermanito, que cada que nos servían un sándwich lo veía súper raro y no se lo quería comer.
Otra fue que cuando íbamos al parque a jugar, había muchos perros callejeros que se olían el trasero. Una vez le pregunté a mi hermano mayor que por qué lo hacían y él me contó una historia fantástica: «hace muchos años, un mago metió un pergamino secreto en el ano de un perro y quien lo encontrara se convertiría en el rey de los perros y los transformaría a todos en humanos”. De ahí que siempre estuvieran en su búsqueda, olfateando de trasero en trasero.
Luis
Además de hacerme mentir para las «falsas acusaciones» como fumar, beber, un amorío secreto, cuando era pequeño, mi hermana, jugando, me decía que me «quitaba la nariz», y eso me enojaba mucho (porque de niño uno no sabe por qué, pero no es fácil aceptar que te quiten tu nariz).
Sandra
A mi me decían que yo era un robot (por una exhibición que vimos en Disney que me impactó, porque era de prótesis y maquillaje de películas) y mis hermanos dejaban aluminio por todo mi cuarto y cama porque me estaba «deshaciendo».
María
No era precisamente mi hermana mayor (porque no tengo hermanas), pero es mi prima. Cada que ella se hartaba de que jugáramos con sus juguetes (un xilófono, un borrego que berreaba, uno de esos juguetes de plástico que chillan al apretarlos) decía que los dejáramos porque se le acababan las pilas y eran muy costosas (spoiler alert, ninguno usaba baterías). Entonces crecimos usándolos muy dosificadamente para que no se gastaran… o más bien para que ella no se hartara.
Claudia
Tengo un primo que es de mi misma edad, los dos jugábamos futbol mientras mi hermano menor nos veía. Como le daban ganas de participar, nos decía que lo dejáramos patear el balón, pero como no sabía bien, le decíamos que se fuera a las escaleras y jugara de público. Mi mamá nos regañaba por eso, pero nosotros siempre nos defendimos diciendo que sí estaba jugando, pero de aficionado.
Casualmente, cuando ellos ya eran más grandes, a la que mandaban a jugar de público era a mí… porque hombres.
Ana María
Yo le decía a Fer, mi hermana menor, que cada vez que veía el sol o una luz muy brillante, sus pupilas se encogían un poquito y que si veía demasiado la luz eventualmente se iba a quedar ciega, así que comenzó a ponerse los lentes de sol de mi mamá para no quedarse ciega.
Mariel
Mi hermano Alejandro se ponía unos audífonos que tenían micrófono y me decía que hablaba con un extraterrestre que se llamaba Luis Chango… Y mis primos y primas también podían hablar con él, solo yo no. El idioma era «bilp blop blop blup».
Tal vez te interese leer…
https://malvestida.com/blog/2017/09/busquedas-en-google-por-edad-te-dice-que-te-preocupa/