¿Mejor lesbiana que ‘hetera’?

¿Les ha pasado que escuchan a alguna morra decir que hubiera preferido ser lesbiana que hetero para no tener que relacionarse con hombres? Sofía reflexiona acerca de estas frases que comúnmente surge como broma, peeeeeero que quizá tiene algo de realidad (con sus matices, obvio).

“¡Ah! Todo sería más fácil si me gustaran las mujeres”, sollozó ella. La pareja de chicos que la estaban consolando rieron un poco e intercambiaron una mirada incómoda. “Eh… No estoy muy seguro, pero te entiendo”, ofreció gentilmente uno de ellos.

Esta escena de Heartstopper está hecha para que la audiencia tenga uno de los múltiples momentos de cringe provocados por la chica cisgénero, heterosexual y blanca que se pretende aliada LGBT+, pero frecuentemente resulta ignorante y torpe al respecto. Pero ¿qué tal si tiene algo de razón?

No es raro escuchar a mujeres –y a personas de cualquier género, en realidad– quejarse de su atracción por los hombres, aunque sea muchas veces en un tono humorístico. ¿Reírse para no llorar? Apenas la autora feminista Coral Herrera publicó un blog titulado “¿Por qué nos cuesta tanto a las mujeres encontrar pareja?”, por supuesto ofreciendo una reflexión totalmente heteronormada, aunque su frase final sí me hizo alzar una ceja:

“Sigamos juntas el camino con otras mujeres, ellos que se queden atrás si quieren”.

Coral Herrera

Debo admitir que estas dos frases del blog de Herrera tienen cierta resonancia con mi vida. Yo pasé el inicio de mi adolescencia deseando relacionarme con chicos (porque genuinamente me gustaban), pero llevándome frustraciones y decepciones amorosas en el intento. Nunca se dio ninguna interacción romántica con ellos. Pero luego llegó una morra a declararse conmigo y, desde entonces, nunca he vuelto a desear tener novio. Tenía 15 años cuando seguí el camino junto con otras mujeres y dejé a los hombres atrás.

La envidia de encajar en las normas

El mensaje de Heartstopper –que es inapropiado sugerir que ser sáfica es mejor que ser heterosexual– es poco cuestionable para una parte importante de la población y del activismo LGBT+: no es raro encontrar en nuestros propios círculos la frase “¿quién en su sano juicio elegiría ser así?”. Y una buena parte del tiempo no se pronuncia desde una especie de culpa o vergüenza producto de LGBT-fobia internalizada, sino como parte de una protesta ante una sociedad que nos discrimina. ¿Quién, en efecto, elegiría exponerse a esa violencia?

Sobre ser lesbiana y reproducir estereotipos machistas en las relaciones

Me pareció ver esta lógica manifestada varias veces en Twitter (que en paz descanse) cuando salía a tema el lesbianismo político. “Ridículas – ¿cómo se atreven a elegir ser lesbianas? ¿Cómo osan decir que algo que se puede decidir? Eso, en sí mismo, es lesbofobia”. Muchas veces estas quejas y burlas ni siquiera venían de lesbianas, sino de hombres gays; lo cual me remite a la escena de Heartstopper, donde los interlocutores de esta chica son efectivamente hombres cisgénero.

Las sociedades machistas reciben distinto a los hombres* que se salen de su rol de género que a las mujeres* que se salen del suyo (uso itálicas y asteriscos porque me refiero a las personas que la sociedad considera como tales y por lo mismo les discrimina de esa manera).

En ambos casos hay violencia, y en varias ocasiones ésta puede ser bastante similar, pero en otras es sumamente distinta.

Para las personas que han sido asignadas “hombres” al nacer, el no apegarse al modelo de la virilidad (incluyendo la heterosexualidad) es muy castigado por la sociedad. Las personas que fuimos asignadas “mujeres”, al menos en buena parte de las culturas occidentales y occidentalizadas, tenemos un mayor margen para salirnos de las expectativas de la feminidad. Dicho de forma más concreta: es mucho más aceptado que “nosotras” usemos pantalón a que “ellos” usen vestido. Y por eso me es comprensible que la idea de “desear ser LGBT” les sea más escandalosa.

Hay otro aspecto, sin embargo, que nos es sin duda más propio. Alguna vez leí a una lesbiana señalando que las bisexualas tienen el privilegio de poderse relacionar con hombres y que, en la medida en que lo hicieran, eso las podía hacer gozar de cierta aceptación social (aún cuando ésta implicara una invisibilización de su bisexualidad al parecer “heterosexuales” ante los ojos de las demás personas). En el caso de las mujeres, parte de nuestro valor se construye supuestamente en relación a los hombres.

No es simplemente la heteronorma para nosotras; es que el relacionarnos con un hombre hace parte de nuestro “guión de vida” donde se espera que seamos esposas y madres. Y pobrecitas de las mujeres que no “le pertenecen” a un hombre.

“Gracias a diosita que soy lesbiana”

Quizá una de las mayores diferencias entre la experiencia de hombres que se relacionan con hombres y de mujeres que lo hacen con mujeres, es lo que ello representa en cuanto a relaciones de poder.
Mientras veía la serie Dear White People (“Queridos blancos”), me interpeló mucho la escena en donde algunes protagonistas rechazan, básicamente como acto político, el relacionarse sexoafectivamente con personas blancas: “No sé si dejaría a un hombre blanco colonizar mi cuerpo (…). El corazón quiere lo que quiere, todos somos uno y eso, pero ¿cuántas veces no oímos eso de que los negros no alcanzan y necesitamos un salvador blanco?”. Otro responde con orgullo: “Planeo casarme con una hermana de piel oscura y tener los bebés más oscuros posibles. No me verán con una blanquita”.

Puedo entender una lógica similar en las mujeres que, también por cuestiones políticas, deciden dejar de relacionarse con hombres. Y lo respeto. Probablemente lo que más escandaliza del lesbianismo político (el cual también tiene muchas más complejidades y matices) tiene que ver con la idea de que la orientación sexual es algo que se puede decidir, al igual que con la desconfianza de que la atracción y afecto que se tenga por las mujeres sean auténticos. El tema de la agencia sobre la sexualidad propia amerita un texto completamente dedicado a él; mientras que la cuestión de la autenticidad dependerá francamente de cada persona, pero sí he escuchado de varias que se consideran técnicamente bisexualas, pero deciden vivirse lesbianas a través de con quiénes se relacionan.

Personalmente me identifico con esto último, aunque para mí no se ha sentido tanto como una decisión deliberada. Sí llego a sentir cierta atracción por algunos hombres, pero le tengo mucho más confianza a las mujeres si de construir un vínculo se trata. Al final, aunque carezca de experiencia de ese tipo con ellos, las “reseñas” que se comparten en series como Heartstopper, blogs como el de Coral Herrera, o simplemente conversaciones y memes provenientes de personas que sí se relacionan con hombres, no me hacen sentir ninguna envidia.

Sí llego a sentir cierta atracción por algunos hombres, pero le tengo mucho más confianza a las mujeres si de construir un vínculo se trata

Sofía Poiré

Por lo mismo, me siento regularmente agradecida por mi lenchitud. Pero claro, también hay que buscar tener una visión integral de las cosas: tengo la gran fortuna de habitar entornos donde mi atracción por las mujeres* y mis relaciones con ellas pueden expresarse abiertamente con pocas, o sutiles, repercusiones negativas. Y para aquellas que tenemos la posibilidad de hacer esto una realidad en nuestras vidas, además de tener acceso a espacios de encuentro con otras mujeres*, la lesbiandad puede sentirse como una bendición.

Sin duda el amor, alegría y acompañamiento que puede traer consigo el relacionarse con mujeres sirve también para que otras personas en situaciones más difíciles se sientan afortunadas. Mientras tanto, a todes nos toca seguir construyendo un mundo más diverso, libre y seguro, tanto para las lesbianas como para las heteras (y de cualquier otra sexualidad).

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