Las experiencias de personas no binaries son tan variadas como personas no binaries existen. Sin embargo, hay algunos mitos y prejuicios alrededor de estas identidades que se repiten en distintos contextos y países. Algunos como la expectativa de la androginia, el rechazo a sus pronombres o la infantilización de sus vivencias.
“¿Cómo se modifica un cuerpo en transición? ¿Cómo encuentran sus pronombres? ¿Cómo se vive siendo una identidad que fluye?” Naimid Cirelli es periodista, comunicador y una persona no binarie que vive en Argentina. Él nos comparte algunas escenas cotidianas para pensar, desde lo personal, lo colectivo.
Las personas no binarias no le deben cierta apariencia a nadie
“Primera vez que uso Trans Tape”, dice el título en inglés. Elle, quien está en el centro de la escena, le pide ayuda a su compañere de piso, que toma unos parches con estampados de figuras asimétricas, empuja las tetas de costado y pega. Después se abrazan. La música avanza suave. Ahora está sole. Se pone una camisa, el pantalón cargo sobre los bóxers, las botas y chaleco. El resultado es hermoso: un pecho imperceptible, un baile de euforia, la felicidad. El video dura cuarenta y seis segundos. Llevo cinco meses repitiéndolo en la pantalla de mi celular.
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A mí me cuesta comprimir mis senos. Intenté con binder a medida, pero llevo ocho años sin usar ni un top y la piel me arde. Fui a ver una médica por recomendación de una amistad. Es un consultorio ubicado en Once, un barrio de Buenos Aires, donde se respetan las diferentes identidades de género. La ginecóloga me atendió con paciencia y me explicó cada procedimiento, pero no tuvo respuesta para la irritación. Pensó que podía ser la tela, me dio una fotocopia con el número de una dermatologa y me recomendó una marca de binders. La misma que ya estaba utilizando.
La información entre identidades disidentes circula como un rumor: un contacto que me pasó une amigue, un hilo en Twitter de une conocide, una recomendación sobre otra recomendación. Guardé el dato de las cintas yanquis en mi algoritmo, como una promesa. El jueves decidí comprar unas cintas parecidas por Mercado Libre. El viernes las probé con ayuda de D, mi pareja. No funcionaron. Todos los videos en mi celular eran de cuerpos flacos o con casi nada de tetas. Ninguno se parecía a mí y ni siquiera lo había notado.
Con o sin tetas, más masc o fem, adrógines o fluyendo en expresiones distintas día a día. Los cuerpos y sus necesidades no son las mismas para todas las personas no binaries. Las búsquedas de modificaciones tampoco.
El tabú de los pronombres
Hace poco más de un año me entregaron el primer carnet no binarie en Vélez, un club del futbol argentino. El primer carnet no binarie para une socie en la historia del futbol argentino. Para un país futbolero como el mío, fue un acontecimiento. La noticia se replicó en más de cien medios en cuatro países, otros clubes anunciaron la misma medida. Pude ir a la cancha orgullose y conocí a Cape, otre hincha no binarie, que recibió a los pocos días su carnet en el Racing Club de Avellaneda.
El carnet de Vélez fue el primer reconocimiento oficial de una institución sobre mi género. Se dio en mi barrio, donde crecí. Entonces me preguntaba, “¿cómo será habitar el club?” Además de alentar cada fin de semana en “la popular”, empecé a ir tres veces por semana a nadar a la alberca.
¿Qué significa ser una persona no binaria?
El vestidor donde me cambio es para mujeres, lo dice el cartel de la puerta. Hace unas semanas, les conté a mis compañeres que no soy una mujer. Flotando en medio del agua, con los goggles en la frente y los gorros de látex en la cabeza, las señoras confundieron mi pronombre con un sobrenombre. Ahora me llaman “Él”, como el personaje del diablo de las Chicas Superpoderosas.
Cuando comencé mi transición, una de las primeras preguntas de mi entorno fue: “¿cuál es tu pronombre?” Mi respuesta requirió tiempo. En conversación con otras personas, me di cuenta que me sentía cómodo en él o elle.
Mi apariencia cambió mucho desde esos días, aunque todavía me encuentro en situaciones donde la mirada de las otras personas me redirecciona al “ella”. No tengo una receta sobre cómo corregirlas. En general, es un momento incómodo. Agradezco que pregunten o escuchen cómo me nombro. Quiero desaparecer de la escena cuando la persona del otro lado se ofende, se incomoda o quiere terminar la conversación. Sobre todo, cuando me piden que tenga paciencia.
No siempre encuentro mala intención, pero sí una responsabilidad puesta de mi lado. ¿Es realmente nuestra responsabilidad? Vuelvo a flotar en la piscina de Veléz. Me río de la confusión con las señoras y agradezco su esfuerzo. Salgo del agua, corro al vestuario, saco de mí el olor a cloro. Debo prepararme para el evento que se viene.
¿Cómo reconozco una persona no binarie?
Ya estoy en casa. Tengo mi look pensado desde anoche: pantalones de vestir, camiseta sin mangas y chamarra. Me compré tenis. Acomodo con gel el flequillo cortado al estilo Superman. Me siento bello. Toca ir a la sede de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires para el Foro Mundial de Derechos Humanos. Llego temprano, charlo con las personas que vinieron al panel anterior. La mayoría son médicxs y hablan de la bioética y derechos humanos. Al cerrar, les sacó fotos a les participantes. Me agradecen, “Gracias, querida”. No les conozco. No voy a volver a verles. No digo nada.
Salgo del salón. Me estoy haciendo pis.
Corro un piso abajo. Entro al baño. Es de mujeres. Lo dice el cuartel de la puerta. Entro rápido, sin pensar, mientras hago pis, leo en la puerta del cubículo:
“Las mujeres trans aumentan los estereotipos de género”.
“De todos los cubículos me viene a tocar el transodiante”, pienso. La incomodidad me empieza a brotar. ¿Por qué no les corregí? ¿Qué hago en este baño? En ese momento, sentado, me acuerdo. Ismael M, un amigo, presentó hace unos años un diseño de un baño sin género en esta misma facultad. Salgo y corro a preguntar. Lo encuentro.
Llego, miro el cartel. Es como si los pixeles que forman a les personajes icónicos que indican a quién le corresponde cada baño se derrumbaran y no supieran cómo reconstruirse. O, más bien, cómo si la matrix se hubiera roto y no fuera tan fácil leerles.
Personas no binaries, aquí estamos y no nos vamos
El último censo en Argentina reveló que 8,293 personas no binaries viven en el país. Un 0,02% de la población total.
Hay muchas razones para creer que hay más personas, ya que puede influir un montón la forma de relevar la información. Sin embargo, somos un número. Anoche pensaba que si nos reunen a todes en el teatro Luna Park, uno de los más importantes de la ciudad, no encontrarían una forma clara de estereotiparnos. No nos pueden hacer encajar.
El concepto de persona no binarie es un paraguas, porque debajo hay muchísimas identidades. Sus expresiones de género son todavía más variadas. ¿Cómo se modifica un cuerpo en transición? ¿Cómo se encuentran pronombres? ¿Cómo se vive siendo una identidad que fluye? No existen respuestas únicas. Entonces, ¿cómo reconocemos a una persona no binarie? Bueno, tan fácil como empezando a percibir que existimos y escuchando.