Breve historia de las nudes: cómo pasamos de musas a creadoras

La historia de las nudes es la de nuestra antiquísima y mutable relación personal y cultural con nuestros cuerpos y erotismo. Eso sí, en cada etapa de la humanidad ha cambiado. Hoy somos creadoras y autoras de nuestras propias fotos hot.

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Aunque ya sabemos que la historia de las nudes es tan antigua como la humanidad misma, es interesante analizar cómo ha cambiado el papel de las mujeres y su representación desnuda en pinturas, dibujos, esculturas, fotografías…

Hace décadas éramos “musas”: mujeres de corporalidades idealizadas y únicamente vistas y plasmadas desde –y para– la mirada masculina. Este término tiene su origen en la mitología griega. Las musas eran las nueve hijas del dios Zeus y la diosa Mnemósine. Cada una era considerada una divinidad inspiradora en áreas específicas del arte, la ciencia o la literatura.

Pero diversas transformaciones sociales (como la lucha feminista y de las mujeres); culturales (la aceptación de mujeres en las academias de Bellas Artes) e incluso tecnológicas (la invención de la cámara fotográfica), nos han permitido a las mujeres pasar de musas a creadoras y artistas de nuestras propias selfies, que además hoy pueden reivindicarse como políticas, una resistencia contra la normatividad.

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Vamos por partes, ¿de qué hablamos cuando decimos que las mujeres han sido representadas mayoritariamente por y para hombres? La respuesta está en la historia (prometemos que no será aburrido).

Si buscas en Google “los desnudos femeninos más famosos de la historia del arte”. El resultado son cientos de entradas que enumeran el trabajo de hombres que han pintado y retratado a mujeres desnudas. “De Botticelli a Juergen Teller”, dice un titular del diario El País. Mientras que ABC dice que los desnudos más “sublimes” fueron hechos por Tiziano, Velázquez, Botticelli, Rubens, Rembrandt, Goya. Y así otros más.

La historia de las nudes femeninas: ¿arte por y para los hombres?

“En la historia occidental el cuerpo desnudo siempre existió, la gran diferencia es quiénes tenían el permiso de hacerlo y representarlo. La gran mayor parte del tiempo estamos hablando básicamente de varones representando cuerpos de mujeres idealizadas, lo que conocemos como musas, para el consumo y el placer del público varón”, dice en entrevista la fotógrafa feminista Ana Harff, quien ha estudiado extensamente la censura y desnudez en el arte.

Sí, eran hombres quienes pintaban, consumían y compraban estas obras. El escritor, crítico de arte y pintor británico John Berger lo dijo de otra forma en su ensayo Modos de ver (1972): “en el arte occidental el principal protagonista nunca aparece en el cuadro. Ese protagonista es el espectador de la pintura, es un hombre y todo va dirigido a él. En función suya las figuras han asumido su desnudez”.

Pero en la historia hay excepciones. Cuando las mujeres aún tenían prohibido el acceso a las academias de Bellas Artes, la pintora italiana Artemisia Gentileschi (1593), quien vivió una violación, “reinterpretó algunas pinturas de historias bíblicas de violencia hacia la mujer, como es el caso de Susana y los ancianos”, cuenta Ana Harff.

La historia de Susana y los ancianos es la de una mujer que fue acosada por dos hombres mayores mientras se bañaba desnuda en un río; ellos la acusaron y difamaron de adulterio por no haber accedido a tener sexo con ellos. Al final se supo que las acusaciones habían sido falsas.

Varios pintores, como Tintoretto, Guercino, Sustris o Rubens retrataron esta historia. Pero fue hasta que Artemisia —quien tuvo la oportunidad de aprender a pintar debido a su posición privilegiada como parte de una familia de artistas— “lo pintó bajo su punto de vista es que por primera vez podemos ver en el cuadro de Susana y los ancianos el rechazo de la mujer hacia ese acoso de dos hombres”, explica Ana Harff.

Susana y los ancianos, Artemisia Gentileschi.

Durante cientos de años las mujeres no tuvieron la oportunidad de incorporar sus miradas en el arte, mucho menos en el que involucraba desnudos, los cuales -según Ana- retrataban en sus mayoría hechos de violencia de género (aunque obvio en ese entonces no se percibía así porque las discusiones públicas sobre violencia sexual son muy recientes).

Las mujeres comenzaron a entrar oficialmente como creadoras en la historia del arte hasta finales de 1800, principios de 1900 porque fue cuando fueron admitidas en las academias de bellas artes; las fechas varían según el país. De hecho, dice Ana, por eso es tan difícil incluso hacer una línea del tiempo de mujeres artistas.

La invención de la cámara fotográfica en la historia de las nudes

Pero entonces algo cambió, la invención de la fotografía abrió una puerta para que las mujeres se expresaran artísticamente, en parte porque tiempo atrás, hasta 1950, la fotografía no era realmente considerada algo serio.

“Entonces las mujeres teniendo esa libertad de trabajar con la fotografía comenzaron a tomar la cámara y explorar el mundo, el cuerpo, el arte”, agrega Ana Harff. Algunas fotógrafas, como Clementina Hawarden (1822-1865), Alice Austen (1866-1952), Émilie Charmy (1878-1974) exploraron la sensualidad en sus retratos y autorretratos.

Años después, los movimientos feministas no solo fueron un punto clave en la liberación de las mujeres para explorar su sexualidad y corporalidad, según Ana. Pero también “la influencia del psicoanálisis en el arte hizo que el trabajo fuera mucho más interno que externo, eso también fue lo que proporcionó la posibilidad de explorar no solo los sueños sino también nuestra sexualidad, nuestra psique, explorar cómo nos sentimos y las mujeres tenemos siglos y siglos de cosas por contar que nunca pudimos hacerlo”.

Para Ana otro cambio clave ocurrió en el contexto del #MeToo en Estados Unidos y el #NiUnaMenos en Latinoamérica. Justamente en 2016 fue que comenzó a hacer proyectos de desnudos grupales. Ese año “quedó claro que había una necesidad de hablar sobre la manera en que nuestro cuerpo ha estado representado, y lo que queremos cambiar”.

Un camino que parece largo aún de transitar.“Vergûenza” es una de las palabras que siempre aparecen en las sesiones fotográficas que hace Ana.

Me molesta mucho saber que toda mujer sabe y reconoce lo que es sentir vergüenza de su propio cuerpo, de existir. Yo quiero seguir trabajando porque creo que lo visual permite validar la existencia del cuerpo.

Ana Harff

Las nudes son políticas

En la actualidad, una nude puede ser incluso una imagen política. Activistas de justicia corporal se han valido de imágenes de cuerpos desnudos para visibilizar la diversidad de cuerpos que existen. Además de luchar contra la gordofobia y la violencia estética que históricamente ha impuesto estereotipos de belleza (que también han cambiado según el momento de la historia del que hablemos).

Y la democratización del acceso a las tecnologías no sólo ha puesto a nuestra disposición artefactos como las cámaras y los teléfonos celulares, sino también un montón de información sobre cómo protegernos y compartir nudes de forma más segura.

Ahora podemos explorar el erotismo de formas nuevas, protegidas e inclusivas. Esto gracias también a reflexiones y acercamientos críticos en torno a la diversidad de los cuerpos.

Es verdad que la ciencia, el arte y la historia han moldeado la manera en la que vemos nuestros propios cuerpos, pero a diferencia de etapas artísticas o históricas anteriores, la representación de los cuerpos femeninos se ha liberado de la mirada masculina y del deseo por alcanzar la perfección.

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