La resistencia de las personas trans desde el acompañamiento y la comunidad

Aunque han habido avances para el reconocimiento de las personas trans, no binaries y de la disidencia sexogenérica, aún falta camino por recorrer, pero en él hay acompañamiento, goce y resistencia.

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Alison C. es una joven trans de 17 años que acaba de ingresar a la universidad para estudiar Historia del Arte. Le gusta leer, cantar, dibujar y escribir. Con el apoyo de su familia y el acompañamiento emocional, psicológico y médico que recibió en una clínica para personas trans, inició su transición durante la pandemia.

«Estaba muy emocionada. Hasta entonces no me había dado cuenta de qué era lo que me hacía sentir incómoda o triste sobre mí. Llevar a cabo este proceso fue muy reconfortante», dice.

La Unidad de Salud Integral para Personas Trans, primera clínica pública especializada en personas trans en el país, se inauguró apenas en octubre del 2021 en la Ciudad de México. Sin embargo, durante décadas, organizaciones y colectivos LGBTIQ+ se han organizado para brindar acompañamiento emocional y psicológico a personas trans.

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Para que haya más jóvenes trans acompañades como Alison, existen organizaciones como Juventudes Trans, de Jessica Marjane; y la Red de Familias Trans, donde Josef Jason, psicoterapeuta, realiza acompañamientos emocionales para la reintegración familiar en los hogares donde es posible un trabajo de reconciliación o deconstrucción de ciertos prejuicios que pueden ayudar a las personas trans a no sentirse rechazades.

Dice que ver a infancias y adolescencias que se van a graduar con su nombre elegido y que trabajan con sus familias es bellísimo y esperanzador. «No es fácil acompañar a una infancia o adolescencia, (les psicoterapeutas) tenemos que tener esa sensibilidad (…) No están soles, existimos organizaciones y protocolos que estamos haciendo les chiques para les chiques», agrega Josef.

El avance en legislación y políticas públicas para la comunidad LGBTIQ+ es innegable. Hace unos días, por ejemplo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) determinó que es inconstitucional la exigencia de tener 18 años cumplidos para solicitar una nueva acta de nacimiento para el reconocimiento de la identidad de género autopercibida de las personas trans.

Sin embargo, todavía queda un largo camino por recorrer.

Tanto Alison como Josef reconocen que las noticias y narrativas transodiantes tienen un impacto en el ánimo de la lucha por los derechos de las personas trans.

«Veo un avance constante en cuanto a leyes para el matrimonio igualitario y la modificación de documentos personales. Las personas saben más sobre identidades y ayudan a que las personas se sientan más seguras, pero siguen habiendo obstáculos.

«Las personas homofóbicas y transfóbicas no han desaparecido: siguen agrediéndonos física y psicológicamente a través de espacios físicos y virtuales. Eso nos enoja pero también nos entristece porque nos quita la energía y la esperanza», dice Alison.

Existir sigue siendo una resistencia diaria para la comunidad trans

De acuerdo con el último informe de Sin Violencia LGBTIQ+, el primer sistema de Información sobre violencias contra las poblaciones LGBTIQ+ en América Latina y el Caribe, México cerró 2019 con 117 homicidios a personas de la disidencia sexogenérica y encabezó la lista de los 11 países que conforman el informe, seguido por Colombia que contabilizó 106 víctimas y Honduras con 41.

Del total de 319 víctimas registradas ese año en Bolivia, Brasil, Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú y República Dominicana, la mayoría (138) fueron hombres gay, seguido de mujeres trans (126).

El análisis que hace este documento conformado por 11 organizaciones de América Latina es claro:

En la región los crímenes de odio continúan y las personas trans, en específico las mujeres trans, siguen siendo víctimas letales de la transfobia.

Aunque el informe aclara que 2020 y 2021 pueden ser años no comparables por la dificultad de acceder a la información de algunos países, como Brasil, y los cambios que trajo consigo la crisis sanitaria mundial, sí pudieron registrar un aumento de crímenes de odio en nueve países.

En Colombia aumentó la cifra de adultas mayores de la comunidad asesinadas, de 12% de los casos a 30.66%. Otro perfil que aumentó en las estadísticas fue el de las personas LGBTIQ+ defensoras de derechos humanos. En el 2019, eran el 12.06% y en el 2020, un 20%.

Lecciones de autocuidado para resistir y seguir luchando

En los casos en los que las víctimas eran mujeres trans hay un elemento común: la mayor visibilidad pública de la víctima y de su orientación sexual o identidad de género aumenta el riesgo de sufrir violencia.

La pandemia recrudeció la violencia a la comunidad LGBTIQ+ en Latinoamérica

La organización Front Line Defenders publicó en diciembre de 2020 un informe detallado sobre cómo la pandemia aumentó el riesgo de violencia hacia personas LGBTIQ+, trabajadoras sexuales y defensores de derechos humanos.

Algunas de las situaciones documentadas fueron:

  • arrestos violentos por parte de la policía en aras de hacer cumplir el toque de queda o distanciamiento social;
  • cierres forzosos de clínicas médicas para personas transgénero y cese de los servicios comunitarios para el VIH;
  • exclusión sistémica de las personas LGBTIQ+ y trabajadoras sexuales de los servicios gubernamentales;
  • tasas elevadísimas de personas sin hogar;
  • rechazo generalizado a realizar pruebas y tratar pacientes en los hospitales convencionales, entre otros.

Raúl Caporal, director de Casa Frida, un refugio que nació para atender las emergencias de la comunidad LGBTIQ+ en la pandemia, opina que precisamente ante ese panorama de odio se comprende que los cambios legislativos no son suficientes para garantizar los derechos de las personas LGBTIQ+.

«Tenemos que hablar de pisos equitativos, de la deuda histórica a las personas trans que, contrario a otras identidades, se han quedado rezagadas. Lo vemos en el momento en que queremos apoyarles en su recuperación económica y nos damos cuenta del rezago educativo que enfrentan las personas trans», dice.

En Casa Frida el acompañamiento es integral, es decir, otorgan un espacio seguro para vivir pero también terapia psicológica, ayuda para encontrar trabajo y atravesar procedimientos burocráticos o de salud. Y se han topado con grandes empresas que se dicen aliadas, pero que en sus vacantes para personas LGBTIQ+ solicitan empleades con maestría o doctorado.

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Incluso ante avances como la clínica para personas trans, asegura Raúl, siguen habiendo pendientes: la clínica trans trabaja en su mayoría con personas que ya estaban en el programa para personas trans de la Clínica Especializada Condesa en la Ciudad de México. Ahora el equipo busca incidir en las políticas públicas para que puedan recibir nuevos casos.

Iniciaron en el 2020 a partir del paro de actividades económicas por la pandemia del Covid 19. Solo en 19 meses han apoyado a 284 personas en el refugio y se han esforzado en construir un modelo integral que permita a las personas usuarias regresar al círculo social, económico y cultural.

Urge una política pública interseccional para las personas LGBTIQ+

El trabajo constante en Casa Frida, les ha permitido conocer otras prioridades que siguen sin resolverse y ampliar el apoyo a poblaciones de manera interseccional. Poco tiempo después de abrir, atendieron a personas víctimas de las «terapias de conversión» y personas migrantes.

«En esta oleada de crisis migratorias y las caravanas migrantes, muchas veces no se sabe que dentro de ellas vienen colectivos LGBTIQ+. Desde finales del 2020 y todo 2021, un 40% de les usuaries fueron personas migrantes de Centroamérica, Sudamérica y El Caribe. Nos obligó a profesionalizarnos para el acompañamiento de la regularización migratoria», agrega Raúl.

Enero fue difícil porque perdieron a personas muy importantes para elles, y ante el panorama tan complicado, Raúl dice que si los cambios legales no vienen con una política social de inclusión, no sirven de nada.

Alison piensa igual: La educación desde las escuelas es importantísima para enseñar la historia de la comunidad trans, sobre identidades, de manera interseccional. «Muchas personas piensan que es algo nuevo o un tipo de moda, pero es algo que tiene miles de años de historia. La diversidad sexual y de género han estado presentes desde el inicio de nuestra especie».

El informe Sin Violencia LGBT resalta la tendencia preocupante en todos los países de Latinoamérica de la carencia de acciones específicas de los Estados para prevenir, atender y sancionar la violencia en 2020. Las políticas públicas se siguen pensando desde una lógica binaria.

Por ejemplo, cuando en Colombia se implementó por la medida «Pico y Género» por el aislamiento, para que los hombres salgan a la calle los días impares y las mujeres, los días pares, la violencia contra las mujeres trans que salían en los días que les correspondía, terminó en una mujer trans apuñalada por su vecino.

Como a cada revés, la comunidad trans respondió solidaria. En Panamá el gobierno implementó la misma medida que regulaba las salidas por género y varias personas trans fueron detenidas. Pau González, un hombre trans panameño, realizó un informe de los casos de discriminación durante la cuarentena. La presión logró que el gobierno se pronunciara por primera vez a la comunidad trans y exhortó públicamente a respetarles.

La respuesta a la violencia está en la información

Una de las 11 organizaciones que forman parte del sistema de información Sin Violencia LGBT es Trans Siempre Amigas (Transsa) con sede en República Dominicana. Desde el 2006 trabajan por el respeto y los derechos humanos de las personas trans en toda su diversidad (transgénero, travestis, transexuales y no binaries) y desde el 2013 hacen un trabajo puntual de documentación a través de su Observatorio de Derechos Humanos Trans.

Chris King, directore ejecutive de la organización, dice en entrevista que también se han vinculado a otros procesos colectivos de la comunidad LGBTIQ+ y poblaciones afrodescendientes, grupos de apoyo a migrantes y personas con problemas de adicción.

Para elle la información es vital cuando se exigen acciones contundentes. A finales del 2008, participó en un encuentro en Brasil para la formación de activistas de derechos humanos LGBTIQ+ y aprendió que era necesario documentar los casos.

«Hemos visto que la falta de datos afecta en la incidencia. Para que tus demandas sean escuchadas es recomendable tener una información concreta. Las demandas son muy aéreas cuando no tienen el soporte, y eso hace que se pierda el impacto», explica.

Como en muchos países de Latinoamérica, en República Dominicana las personas trans no figuran para el Estado. Al colectivizar y hacer red con otras organizaciones de la región han cobrado fuerza y mayor impacto para los cambios locales. Esta cercanía también les ha permitido comparar y dimensionar la violencia en sus países.

Transsa elabora manuales, cartillas de seguridad y autoprotección; guías para funcionarios, policías y sistema judicial sobre protocolos para personas trans. Para elle, la información también significa sensibilizar.

«Cuando la gente desconoce qué es una persona trans o la comunidad LGBT basándose en los prejuicios que históricamente se han construido tienen reacciones violentas. Hay que responder de manera educativa, sensibilizando. Estas narrativas tienen siglos y por más que existan muchas organizaciones, tenemos menos de cien años de trabajo y hoy ya se habla de la transdiversidad, estamos organizadas y hay países donde la identidad de género y el matrimonio igualitario ya son una realidad. No podemos pensar que todo está terminado, pero estamos luchando con prejuicios que tienen siglos».

«Cuando la gente desconoce qué es una persona trans o la comunidad LGBT basándose en los prejuicios que históricamente se han construido tienen reacciones violentas. Hay que responder de manera educativa, sensibilizando»

Transsa

Otra cosa que hacen en Transsa es compartir historias de vida para que otras mujeres trans puedan reconocerse e inspirarse. En su página cuentan historias como la de Agatha Brooks cuya situación migratoria le impidió entrar a la universidad y conseguir un trabajo formal, entonces se apuntó como voluntaria en la organización y tiempo después fue contratada. O de La Boris, mujer trans y trabajadora sexual, quien a pesar de sufrir maltrato por parte de su familia, después logró su respeto.

«La vida no es color de rosa, pero debemos hacer lo que nos haga sentir plenas y felices. Analizar y entender que estamos preparades para hacerlo», dice Chris.

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