Terminar con una amiga: ¿por qué no hablamos de este tema si nos duele tanto?

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Ya urge que hablemos de lo mucho que duele terminar con una amiga… y de lo común que es. Te damos algunos consejos para procesar.

Por: Claudia Tepale Medina

Para mis amigas, los grandes amores de mi vida

Como mujeres, tener amigas puede ser complicado y hasta contradictorio. Por un lado, la cultura patriarcal nos enseñó que las otras son nuestras enemigas. Ah, pero también nos dice que contar con un grupo de ellas es vital para nuestras existencias. 

Nos educaron para necesitar quién nos acompañe al baño o sea nuestra dama de honor, pero sin confiar demasiado en ella. Todo esto lleva a confusiones y equivocaciones, que nos alejan de relaciones sanas entre nosotras.

La buena noticia es que hemos aprendido a priorizar estas relaciones, a cambiar los patrones que vimos en Chicas pesadas para construir lazos estrechos y redes de apoyo. Desde el feminismo, incluso decimos “mis amigas me cuidan, mis amigas me salvaron”.

Pero hay algo que aún nos queda por aprender: (casi) ninguna relación es para siempre, ni siquiera las amistades. Romper con una amiga es un proceso por el que todas hemos pasado o pasaremos. Un doloroso proceso. 

Sexoafectivamente, sólo una persona me ha roto el corazón, pero tengo una larga lista de cicatrices (metafóricas, obvio) con el nombre de quienes fueron mis mejores amigas.

Lo más difícil es que nadie habla de esto. Las rupturas entre amigas suelen asociarse a catfights y no al quiebre de un vínculo tan significativo como el que se tiene con una pareja. Incluso tal vez mejor: en este amor no están las variables sexo, ni exclusividad. Quizá por eso aspiramos a que la amistad sea para siempre.

La primera mejor amiga

“Juro solemnemente serle fiel a mi amiga, mientras que el sol y la luna luzcan en el cielo”

Mi primera mejor amiga fue Irene. Nos conocimos a los cinco años en la escuela. Estuvimos juntas los recreos, el divorcio de sus papás, el primer concierto de los Jonas Brothers y cuando nos bajó. Con ella conocí la complicidad.

Los vínculos de amistad son los primeros que desarrollamos fuera de la familia. Son un entrenamiento para valorar la importancia del compromiso, la lealtad, la confianza y la afinidad. Elegimos las amistades por voluntad y esas relaciones nos permiten entender quiénes somos a partir de los rituales que creamos con esa persona.

Mi amigueta y yo hablábamos horas por teléfono, nos regalamos pulseras de BFF y todos los demás clichés que aprendimos en chick flicks. Porque sí, la cultura pop tiene romantizada la amistad, pero en especial la que hay entre mujeres. 

Carrie decía “tal vez las amigas son nuestras almas gemelas y los hombres sólo gente con quienes te diviertes”, pero estoy segura de que Forrest no pensaba eso de Bubba. ¿Esto nos muestra la natural capacidad de amar que tenemos nosotras o nos ata a un patrón para entablar amistades?

Irene Levine, psicóloga clínica y periodista especializada en amistades, asegura que a las mujeres en particular se les juzga por su capacidad de hacer y mantener amistades, mientras se les avergüenza por perderlas. Por ello, cuando terminamos con una amiga no sólo llevamos el dolor del duelo, sino el “te lo dije” de una sociedad que asegura que las mujeres juntas, ni difuntas.

Cuando Irene y yo dejamos de hablarnos, cambiamos el lugar donde nos sentábamos en clase. El primero en atreverse a preguntar fue el teacher de inglés: “¿Y ahora, por qué ya no le hablas a tu amigueta?” No supe qué decirle, pero quería llorar. De tristeza y de vergüenza.

Lo que no le cuentas a tu mamá 

Manen y yo fuimos inseparables el difícil primer año de secundaria. Pintábamos nuestras uñas fosforescentes mientras me enseñaba el álbum de Blink 182 que sus hermanos mayores habían descargado y yo le pasaba mi playlist de Hannah Montana. El siguiente ciclo escolar, otras chicas se unieron al squad y un día me dijeron que ya no podía sentarme con ellas.

Me aguanté las ganas de llorar hasta llegar al auto de mi mamá y desconsolada le conté lo que había pasado. Siempre supe que ella estaba dispuesta a escuchar cualquier cosa que yo quisiera expresar, pero hay cosas que no le cuentas a tu mamá. Todo eso lo sabía también Manen.

Los psicólogos de la Universidad de Pennsylvania Peter DeScioli y Robert Kurzman realizaron un estudio que muestra que la jerarquía de las amistades está relacionada con el número de secretos que compartimos.

Las mejores amigas son intimidad. Creamos con ellas una esfera privada en la que compartimos cosas que no hacemos con nadie más. Y por supuesto que es bello, pero también nos pone en un grado significativo de vulnerabilidad. 

Romper con una amiga implica perder esa realidad compartida que creamos desde el afecto y cuidado con otra persona. El desconsuelo de la #IntimidadPerdida, diría Rosa Montero. Y no sólo es una destrucción retroactiva, también implica cancelar los proyectos a futuro que tenías con ella. ¿Ese plan de tener parejas que también fueran amigues y vivir en casas juntas? Cancelado. 

¿Por qué nos duele tanto que acabe una amistad?

Que se acabe una relación de amistad nos obliga a vivir la readaptación emocional después de su pérdida. Hay que reconstruir un cachito de nosotras. Por eso es un duelo.

Además, la vulnerabilidad de sentirse fuera de nuestro lugar feliz, se multiplica con la posibilidad de que tus más grandes secretos queden expuestos. De acuerdo con Irene Levine, esta es una de las principales preocupaciones y causas del dolor de la ruptura de una amistad. Es por ello que la forma en que se termine la misma es de suma importancia.

Por la tarde, Manen me envió un correo. Me pidió disculpas y confesó que había pasado el día muy triste sin que cantáramos Party in the USA a dueto. “No te preocupes, todos tus secretos están a salvo conmigo, no le contaré a nadie”. Al menos tenía una preocupación menos. 

No eres tú, soy yo

Laura era extrovertida, segura de sí misma y muy noble. Fue el alma de la fiesta en los quince años de todas nuestras amigas y teníamos un álbum en Facebook con selfies de duck face editadas en PicMonkey. Un año antes de elegir nuestra área de especialidad, ella encontró amistades más artísticas y yo otras más de sociales.

El tiempo que compartíamos era cada día menos. En realidad, poco a poco la una era más extraña para la otra. No hubo una gran pelea, solo la llama se fue haciendo más pequeña. 

Un día Laura me dijo “tenemos que hablar”. Yo había tenido sólo un par de novios, pero conocía perfectamente el otro significado de esas palabras. 

“No estoy enojada contigo, pero ya no es lo mismo que antes. Tú tienes más amigos y yo también. Creo que es bueno que nos demos un tiempo para conocer a más personas. De cualquier forma, siempre voy a estar para ti. Podemos irnos a comer un club sándwich a la cafe cualquier día. ¿Estamos bien?”

 Me quedé sin palabras.

Terminar con una amiga: cómo vivir la pérdida

Sabía que si una pareja terminaba conmigo podía llorar, dedicarle 7 things o quedarme en mi casa a ver películas de amor comiendo chocolates, ¿pero cuál era el ritual a seguir si mi mejor amiga era la que me había cortado?

Crecí en un mundo en el que mi papá siempre era prioridad de mi mamá;  Bridget Jones iba y venía con Mr. Darcy; y Elle Woods resurgía de su ruptura con Warner. En todas estas historias había amistades, pero nunca como protagonistas, solo como personajes de apoyo.

Se cree que la amistad es un satélite en nuestras existencias. Por ello, pocas veces se habla de qué pasa si termina. 

La psicoterapeuta y guía en relaciones Melissa S. Cohen asegura que una de las razones por las que el duelo de perder a una amiga es tan doloroso se debe a que no hay un ritual de despedida. Lo idóneo es acordar el término del vínculo con la otra persona respetando sus sentimientos, es decir, una sana ruptura (como la que te quedó a deber el tóxico de tu ex).

¿Cuántas veces nos quedamos con la sensación de vacío al perder a una amiga y no tener una plática que lo hiciera oficial? Pareciera que lo normal es sólo alejarse y cambiar hasta volverse extrañas. 

La responsabilidad afectiva tendría que empezar con quienes llamamos BFFs, lo cual implica reaprender doble: por un lado a darle la importancia a nuestros vínculos de amistad y por otra a romper los patrones de rupturas tormentosas que el amor romántico nos ha legado (de nuevo recordando al tóxico de tu ex, ¿eh?). 

Con 16 años, mi ahora exmejor amiga tenía una inteligencia emocional grandísima. Supo desde antes que yo cómo tener un buen cierre. Claro, en ese momento no supe valorarlo, pero Laura siempre fue más madura que yo. 

We go together

Norma era libre y justo por eso nos acompañamos en la universidad. Aunque hice muchas amigas memorables, lo cierto es que con ella hubo un clic especial. Nos cuidamos mutuamente en esos años en las responsabilidades, el sexo, la presión por ser alguien y el miedo al futuro se mezclaban de las formas más extrañas posibles. 

Éramos inseparables. No solo por nuestro amor, sino por las circunstancias. En trabajos en equipo, concursos, viajes, campamentos, fiestas o salidas; ella estaba conmigo y yo con ella. Muy pocas personas entendían esta conexión. En broma, los publiamikos decían que éramos novias. 

Lo cierto es que entre más crecemos, es más difícil explicar nuestros vínculos de amistad. La complicidad es un suceso que se cataloga en el terreno de las parejas, dejando a las amistades en el estante de personas que me caen bien. Algunos psicólogos sociales aseguran que las amistades son vitales entre la escuela y el matrimonio. Como si la vida fuera un capítulo de How I met your mother en que la historia termina cuando todos los personajes tienen pareja y sigue algo más importante.

Tal vez esa aseveración tuvo lugar en una época en que el único destino posible para una mujer era casarse (con un hombre cis-het, por supuesto), formar una familia y cuidar una casita. Pero ahora tenemos un abanico de posibilidades: ¿qué pasa si no me quiero casar?, o en caso de que lo haga ¿mi pareja tiene que ser el único vínculo significativo en mi vida?

Aunque me gustaría decir que el amor que podemos dar es ilimitado, la ciencia pararía mi cursilería. Las personas invertimos tiempo y energía en nuestros afectos y sostenerlos eternamente es poco realista. 

¿Amigas para siempre?

Levine asegura que “mudamos” de amigues cada 7 años, conservando sólo a 3 de cada 10 y esto ocurre más por las circunstancias que por nuestras preferencias. Pero, ¿bajo qué criterios funciona la selección natural de bffs? 

Estoy segura que entre más crecemos, las circunstancias que nos llevan a romper con una amiga se parecen más a las tradiciones que la adultez nos exige.

Mi Instagram lleno de amigues que se casan y comprometen no miente. Poco a poco, las stories se tratan más de compartir con una pareja y menos de compartir con una amiga. Tal vez este es el reto más grande para una amistad de adultas. Sin duda, nuestra eterna soltería nos mantuvo amigas a Norma y a mí. Al menos algunos años.

Cuando terminamos nuestras materias, me preocupé de que nuestro tiempo hubiera terminado. Me aferré a ella. Creí que era posible eternizar nuestro vínculo, quizá podría sellarlo con una canción al mero estilo del final de Grease. Pero no. Dejar ir a quien te acompaña y acompañas en diferentes etapas de la vida. es difícil, duro.

Las amistades tienen vigencia y cada cambio de ciclo de vida es una prueba de fuego. Asimilamos (bueno, tratamos) que los romances no son eternos, pero seguimos idealizando el para siempre con las amistades, cuando, en realidad, también es una relación entre dos personas que cambian. Y a veces ya no pueden seguir juntas en el camino.

Yo quise hacer formar un vínculo simbólico con Nora que durara hasta que la muerte nos separara, pero sin mole ni vestidos blancos. El nivel de compromiso que yo buscaba chocaba con ella. Norma volvió a ser libre.

Siempre nos queda volver a intentar

Después de hacer un recuento de las veces que me han roto el corazón, solo me quedan ganas para una cosa: vincularme más y más fuerte. 

No siempre he sido la amiga idónea, pero busco aprender con cada nueva ruptura. Quiero que ellas siempre sean una de mis prioridades. Busco crear mejores relaciones: respetar los límites de ellas y los míos, volverlas primordiales en mi infraestructura de afectos, incluso, quizá ir a terapia con ellas. Deseo descubrir cómo amarlas y cuidarlas mejor, más sano, más real. Y, sobre todo, saber dejarlas ir cuando sea necesario. 

Si estás pasando por una ruptura con tu mejor amiga, sábete que tu dolor es muy válido. Para recuperarse de cualquier duelo, hace falta tiempo y mucha empatía. Pero lo que queda luego de sanar, es mucha sabiduría que puede mejorar todas tus relaciones con futuras bffs. 

Mis amigas son y siempre han sido los amores de mi vida. Le escribo esta carta de amor a todas ellas porque siempre llevaré un poquito de su esencia en la mía. Después de todo, somos un relicario de nuestros afectos Las amé y me amaron, eso es un vínculo que nunca nadie podrá romper.

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