La interseccionalidad no lo es todo: otras propuestas desde lo decolonial

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La interseccionalidad como concepto ha tenido mucho éxito dentro del feminismo. Pero no es la única manera de pensar en las diferentes opresiones.

Desde hace algún tiempo, la interseccionalidad no ha dejado de rondar por mi mente, así que lo he debatido y discutido en redes sociales y con las personas con las que comparto la colectiva AFROntera.

Varias personas pensamos que el concepto se ha cristalizado tanto que se convirtió en un comodín que significa que se incluye en el feminismo a mujeres históricamente excluidas.

Y claro que esto es necesario, pero para mí este es un término muy limitado. Una consecuencia de que se utilice tanto es que, dentro de los movimientos sociales, hay una tendencia por competir por quién suma más puntos de opresión y, por tanto, tiene más legitimidad para hablar sobre racismo o para luchar en contra del patriarcado.

Interseccionalidad vs. imbricación

Quiero aprovechar este espacio para exponer las principales críticas que se han hecho a la interseccionalidad, principalmente desde la postura del feminismo decolonial.

El término de interseccionalidad fue acuñado por Kimberly Crenshaw, feminista negra estadounidense en la década de los ochenta. Esta idea resultó muy novedosa en la época, a pesar de que años atrás otras teóricas y activistas negras ya habían planteado la idea de una multiplicidad de opresiones.

¿Por qué la interseccionalidad fue el término predilecto dentro del feminismo para hablar de las violencias que experimentan las mujeres no blancas? Para entender eso, tenemos que entender la historia.

Avenidas separadas o experiencias superpuestas

Kimberly Crenshaw estaba trabajando en un caso de discriminación hacia tres mujeres negras en la empresa General Motors y buscó una manera de brindar un término que permitiera, en términos legales, visualizar la experiencia de estas mujeres y cómo era atravesada por la raza y el género. 

A pesar de que se ha planteado que los términos de consubstancialidad, eslabonamiento o imbricación de opresiones son equivalentes a la interseccionalidad, yo considero que la interseccionalidad es un planteamiento distinto, incluso opuesto.

Crenshaw explica su planteamiento con la imagen del cruce de avenidas: cada avenida es un sistema de opresión. Para comprender la violencia que particularmente viven las mujeres negras, por ejemplo, tendríamos que dirigirnos al punto en el que se cruzan el racismo y el sexismo, dos avenida independientes, que se encuentran en la experiencia de ciertas personas.

Por otra parte, la imbricación se explica con las imágenes de tejados y tejidos, escamas de peces y conglomerados geológicos. Imbricar, según la RAE, significa “disponer cosas iguales de manera que queden superpuestas parcialmente”.  

Así mismo, la consustancialidad remite a lo inherente, lo intrínseco, lo inseparable. Una imagen alusiva al término es la santísima trinidad: dios padre, hijo y espíritu santo es una sola sustancia indivisible.

Por eso, mientras que la interseccionalidad plantea que los sistemas están separados, la idea de imbricación habla de fusión, confluencia, coexistencia.

Críticas a la interseccionalidad

El problema va más allá de la cuestión de la representación: ¿Cuál sería la diferencia si entendemos que las opresiones son consubstanciales y no interseccionales? La forma en la que se entienda la opresión determina cómo se actuará políticamente frente a ella, como bien dijo la feminista negra y decolonial Astrid Cuero en su  conferencia magistral en el Tercer Congreso Feminisita de Chiapas

Por su parte, la académica María Lugones dice que dada la construcción de las categorías, las intersecciones interpretan erróneamente a las mujeres de color:

“En la intersección entre «mujer» y «negro» hay una ausencia donde debería estar la mujer negra precisamente porque ni «mujer» ni «negro» la incluyen. La intersección nos muestra un vacío. Por eso, una vez que la interseccionalidad nos muestra lo que se pierde, nos queda por delante la tarea de reconceptualizar la lógica de la intersección para, de ese modo, evitar la separabilidad de las categorías dadas y el pensamiento categorial”.

Las relaciones sociales son dinámicas, históricas y complejas. La interseccionalidad, según  la feminista decolonial colombiana Mara Viveros, “estabiliza las relaciones sociales en posiciones fijas”. Para ella, las relaciones sociales no pueden ser divididas en secuencias y se coproducen mutuamente. O sea, no podemos dividir claramente dónde empieza una cosa y termina la otra. 

Ella nos cuenta que Kimberly Crenshaw ha aclarado en varias oportunidades que la aplicación de la interseccionalidad es contextual y práctica: su intención no era crear una teoría de la opresión, sino generar una categoría jurídica para analizar casos concretos.

¿Opresiones más opresivas que otras?

La interseccionalidad surgió en un contexto liberal, por eso es utilizado por organismos internacionales como el Banco Mundial, instituciones gubernamentales, ONG, entre otros.

El enfoque de la interseccionalidad ha derivado en entender que las opresiones son acumulativas y jerárquicas. Para Astrid Cuero, esto implica algunos peligros porque de esta forma pareciera que hay experiencias de opresión más legítimas que otras:

“No se trata de ver cuál es el sujeto que ocupa el lugar más bajo sino entender cómo el entrecruzamiento de opresiones afecta la vida de cada mujer negra”.

Por otro lado, Ochy Curiel, otra feminista decolonial, insiste en que la interseccionalidad es una política del reconocimiento de la diferencia que está apegada a las lógicas multiculturales del Estado, porque le interesa reconocer las diferencias, mas no comprender por qué y para qué fueron creadas.

Pareciera que hay una diferencia abismal entre mujer negra empobrecida y otra mujer lesbiana de su misma clase, sin embargo Ochy señala que, aunque estas características se hayan asumido como experiencias diferenciadas, no lo son.

Según esta postura, las identidades (mujer, negra, lesbiana, gay, etcétera) deberían enunciarse con el fin de señalar la existencia de los sistemas de opresión que las originaron y no como una cuestión escencial con la que inherentemente se nace.

Ver el mundo con la lente de la interseccionalidad nos impide ver que no hay grupos “más oprimidos” que otros: las experiencias que atravesamos las mujeres negras y los hombres negros son manifestaciones diferenciadas del mismo entramado que edifica el patriarcado, el racismo y el capitalismo.

Una respuesta política diferente

Cuestionar el modelo fragmentado y de jerarquización de la interseccionalidad es imperativo en estos tiempos en los que el feminismo liberal gana cada vez más espacio. 

Si entendemos de manera separada la opresión, nuestra respuesta organizativa y política será fragmentada. 

Si por el contrario, consideramos que las diferencias identitarias fueron inventadas por un mismo poder que se manifiesta de múltiples maneras, quizá podamos vencer los pleitos innecesarios generados por la competencia de quién es más oprimido y organizarnos de manera comprometida y efectiva frente al racismo, al capitalismo y el patriarcado.

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