En los movimientos sociales y en la vida, lo único seguro es el cambio

Abrirnos a diferentes ideas, a evolucionar y cambiar las cosas que antes nos parecían inamovibles es parte de trabajar hacia el cambio social, aunque a veces lo olvidemos.

Cuando revisamos fotografías nuestras del pasado, es común que nos preguntemos cómo podíamos vestir de esa forma. Pantalones de bota ancha y peinados de copete de Alf, que ayer eran el último grito de la moda, hoy podrían considerarse aberraciones estéticas.

¿No te ha pasado que cuando relees un texto que consultaste hace años, incluso meses, lo aprecias distinto? O con palabras que tú escribiste hace tiempo y que ahora no identificas contigo ni con tus valores. 

En efecto, muchas cosas cambian. Para mí, después de los 30 la vida se ve diferente. Todo cambia, todo se mueve, es el tiempo y el espacio… Nadie se baña en el mismo río dos veces, y como dice la canción, así como todo cambia, las personas también. 

Algunos cambios que he vivido

La Valeria del pasado era extremadamente feminista, de las radicales. La Valeria del presente ha dicho con seguridad que ya no lo es. No quisiera afirmar nada sobre el futuro porque no sé qué pasará, pero sigo abierta a no permanecer en el mismo sitio.

¿Cómo pude abandonar las certezas que defendía con uñas y dientes? Los cambios fueron progresivos y, lo más importante de todo, se dieron en compañía de otras personas que señalaron con cariño y paciencia la existencia de otros caminos. Nunca me dijeron que estaba equivocada, tampoco me humillaron, sólo estuvieron ahí, acompañando.

Sus invitaciones amorosas hicieron que me permitiera escuchar posturas distintas a las mías. Compartir con estas personas, a pesar de que no pensaban igual que yo, y conocer sus puntos de vista me llevó a caminos inesperados.

Fue un reto gigantesco porque ponían en cuestionamiento todas las ideas que defendía. En el proceso, traté de no enojarme y no sentirme personalmente confrontada. Fue difícil. Al comienzo me resistí, no entendía nada y me sentía molesta. Sin embargo, con el tiempo, el movimiento comenzó a darse.

Es importante ser flexibles

A propósito de esto, quiero aprovechar para externar mi preocupación sobre la inflexibilidad de algunos movimientos sociales, sobre la resistencia al cambio y la poca tolerancia que existe para hablar las diferencias, situación que dinamita la posibilidad de encontrarnos y de construir colectivamente.

Las diferencias dentro de los espacios feministas y/o antirracistas son extremadamente importantes porque, en palabras de Audre Lorde, son la chispa creativa que construye nuevas posibilidades de ser y estar en el mundo con un sentido de reciprocidad mas no de dominación:

“La supervivencia es aprender a asimilar nuestras diferencias y a convertirlas en potencialidades” .

Algunos espacios políticos convierten en tabúes los temas, prohíben el debate, la discusión y la divergencia, censuran, cancelan y escrachean. Esto se parece mucho más a los procesos dogmáticos de las iglesias que a espacios de pensamiento crítico y de construcción de transformaciones sociales.

¿Qué pasa con el feminismo que no se flexibiliza? ¿Por qué se asume que alguien que no opina como yo no ha leído la suficiente teoría? ¿Qué pasa con quienes se resisten a observar el mundo de otra manera? ¿Por qué es tan difícil moverse de postura?

Tenemos que procurar que los espacios que habitemos siempre estén abiertos al diálogo y a la escucha activa. Tenemos que trabajar mucho más en la construcción de espacios realmente seguros, en donde las personas se expresen con libertad y sin temor a ser juzgadas o expulsadas.

El cambio es constante

No basta con ser feministas o antirracistas para tener espacios seguros. Los espacios seguros no dependen del tipo de personas que lo compongan, la seguridad en los espacios es una ética que los grupos construyen y deciden asumir.

La escucha y la comprensión de opiniones que disienten de las nuestras es la entrada a drogas más fuertes como el cambio. Al final, creo que tenemos miedo de oír otras posturas porque nos aferramos a no cambiar de opinión.

Pero aceptar el cambio es vivir. El cambio hace parte de la vida, es natural e inevitable. Hoy puedo afirmar que no hay nada más placentero que entregarse al cambio, arrojarse de frente a sus abismales incertidumbres, y sin miedo, derrumbar certezas y construir unas nuevas para más adelante volverlas a tumbar si es necesario.

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