De las novelas de caballería a la actualidad. Qué es el amor romántico y por qué decirle adiós

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Te contamos qué es el amor romántico, de dónde surgió y por qué nos urge deconstruirlo para tener relaciones más sanas.

Por: Maynné Cortés, @laboratorioafectivo

Cada vez es más común hablar sobre lo nocivo que es el amor romántico. Sin embargo, pocas veces platicamos de qué es realmente y cómo se originó.

Para empezar, debemos saber que lo que entendemos por amor se ha transformado con el tiempo. Actualmente no es solo una idea, sino una realidad social, cultural, política y, claro, afectiva.

¿De dónde viene el amor romántico?

Aunque parezca difícil de creer, las relaciones de pareja no siempre fueron lo que son hoy. Antes, el matrimonio era un acuerdo meramente contractual que se hacía por conveniencia económica o social; el afecto entre las partes involucradas no era un factor importante o siquiera necesario.

Esto empezó a cambiar en el siglo XVIII, con el surgimiento de las novelas de caballería. Más tarde, durante el siglo XIX, la burguesía comenzó a practicar lo que hoy conocemos como noviazgo y a construir uniones basadas en «amor».

Breve flashback para dar contexto

Esta fue también época de importantes reformas sociales. La idea revolucionaria de libertad tomó mucha fuerza y las personas (ejem…los hombres blancos) empezaron a ejercer una mayor autonomía en sus decisiones en distintos ámbitos de su vida, como la profesión o la pareja.

Aunque no suena mal, es importante darnos un momento para analizar un poco las narrativas del amor que se construían desde las novelas de caballería.

No solo se promovía la idea de elegir a la propia pareja basándonos en nuestros sentimientos, sino que también se exaltaba una visión del amor híperromantizada (y misógina): los valientes, viriles y fuertes caballeros emprenden la «conquista» de la mujer, siempre frágil, sumisa y necesitada de alguien que la salve.

En estos relatos también se hablaba del amor como la cura mágica de todos los males, aquello por lo cual había que estar en disposición de sacrificar todo lo que fuera necesario e incluso morir.

Si esto les suena familiar es porque, aunque esta idea se originó tres siglos atrás, la seguimos arrastrando en nuestra visión actual del amor.

De acuerdo con el amor romántico, una relación de pareja debe ser…

  • Lo más importante en tu vida (impone jerarquías).
  • Indispensable para la felicidad de la mujer (limita su autonomía).
  • Un vínculo heterosexual y entre personas cisgénero (refuerza estigmas contra la comunidad LGBT+).
  • Monógama (no permite explorar otras formas de relacionarse).
  • Ajustarse a los estereotipos de género (patriarcal).

Esta idea del amor es un “molde” de relación muy dañino porque juzga u oprime toda forma de amar que no se ajuste a él.

Es por esto que el feminismo busca constantemente desmontar los mandatos que se construyen desde ahí y nos enfrenta a una pregunta fundamental: ¿quién se beneficia de que siga vigente este modelo afectivo? 

Spoiler: el patriarcado. 

Porque amar desde los mitos que nos impone el amor romántico es perpetuar los roles de género que tanto daño nos han hecho y al mismo tiempo desconectarnos de nuestras necesidades y posibilidades reales.

En lugar de enfocarnos en construir nuestra propia forma de amar, seguimos reglas y estructuras predeterminadas que, en muchos casos, nos hacen más daño que bien.

Rechazar los mitos del amor romántico es reconocer que las mujeres no somos objetos pasivos que deben atar su valía a una relación o correr despavoridas a buscar pareja cada que estamos solteras.

Al contrario, nos permite reivindicar la importancia de nuestras relaciones de amistad y la soltería, además de darnos la oportunidad de tener formas y acuerdos distintos que nos ayuden a construir la vida y los vínculos que queramos.

Y si no soy cis-hetero…¿ya me salvé? 

Ufff, amigue… Pues no.

Lamentablemente, el amor romántico trasciende a las orientaciones sexuales e identidades de género, ya que lo aprendemos a través de películas, libros, series, amistades y, sobre todo, la familia. 

Las formas del amor romántico, como los celos, la posesión, los juegos de poder e incluso los roles de género, permanecen y generan condiciones que si bien no son equivalentes a las de las relaciones cis-hetero, pueden ser igualmente violentas. 

Así que en este caso, el reto es doble, porque si bien no cabemos en el molde “preconcebido” de la pareja ideal, tampoco tenemos muchos otros referentes que nos ayuden a construir formas de vincularnos distintas o más sanas. 

Es importante entender el papel que ha tenido el amor romántico estigmatizando cualquier forma de diversidad sexual, privando a la comunidad LGBT+ de derechos, reconocimiento y representación. 

OK, y ¿cómo lo desmantelamos?

Para construir una visión más compleja del amor es súper importante entender que las relaciones son únicas y diferentes dependiendo de las necesidades y deseos de las personas que las conforman. Así damos cabida a las narrativas e historias de las personas sexodiversas, así como de las no-monogamias. 

Desde el feminismo, se busca resignificar el amor para utilizarlo como motor de cambio y comunidad, en lugar de seguir usándolo como instrumento de opresión.

Una vez que empezamos a entender todo esto, es normal querer cambiarlo, pero también es importante entender que no es tan fácil como suena. El proceso de deconstruir el amor romántico suele ser largo y complejo, pues implica volver conscientes y transformar patrones, estructuras y formas que venimos construyendo desde que nacimos.

Aproximarnos a nuevas formas de amar conlleva muchísimo aprendizaje, desaprendizaje y, especialmente, paciencia. Por otro lado, es un proceso que vale mucho la pena y que no tenemos que transitar en soledad. 

Acompañarnos de personas que están en el mismo camino nos nutre de experiencias, perspectivas y herramientas valiosas, al mismo tiempo que nos enseña a actuar desde la colectividad, la diversidad de ideas, posturas y formas de vida.

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