Esto sucedió cuando cambié mi idea del amor

Es muy fácil decir «cambié mi idea del amor», pero hacerlo es un proceso largo que significa repensar nuestra relación con nosotras mismas y con todos los seres que nos rodean.

Por: Andrea Cortés Islas

Soy fiel creyente de que es necesario sembrar otro tipo de amores para construir otros mundos, unos en los que se ponga la vida al centro y no al servicio del capital.

Antes de conocer al compañero con quien ahora comparto este momento de mi vida, viví relaciones sumamente destructivas, ancladas en el mito del amor romántico

Aguanté, soporté y herí a mis compañeros sexoafectivos y a muchas otras relaciones: amistades, familiares, la relación conmigo misma. Pensaba en que el “siempre juntos a pesar de todo” es obligatorio para ser feliz, aunque en ello se me fuera la vida.

En la infancia aprendí que el amor es algo idílico que se encuentra, no que se construye. Sí, algo, una mercancía o un objeto. Lo entendía como aquello que se posee y en él deposité mis mayores ilusiones y mis más altas expectativas.

Idealicé a mis parejas, a mis amistades e incluso a mi familia, me olvidé de mí y de lo que yo quería. En realidad, jamás me lo pregunté.

¿Qué relación quieres contigo?

Una vez una amiga me preguntó: “¿tú andarías contigo?, ¿serías tu amiga?, ¿quisieras ser tu propia familia?” La respuesta fue un rotundo no.

En ese tiempo estaba atravesando por varios duelos como consecuencia de una ruptura amorosa, varias rupturas con las amigas y la enfermedad de un ser amado, todo a la vez. La pregunta fue un punto de quiebre.

Ahí comencé a relacionarme con muchas personas de diferentes formas. Tuve parejas ocasionales, amistades pasajeras y otros amores imposibles. 

Pero también reforcé amistades que me enseñaron que el “a pesar de todo” no es soportar ni tolerar el dolor, sino que me mostraron qué es la verdadera responsabilidad afectiva, aquella en que se habla, se enoja, se llora pero siempre con la idea de seguir amasando el amor desde la escucha paciente, genuina y sincera.

El camino hacia el amor propio

Otra amiga me escribió: “mereces todo, nunca aceptes menos”. Y de ahí comencé a preguntarme lo que jamás nadie había hecho, entendiendo que no podía construir otros amores si antes no lograba amarme a mí misma.

Empecé por procurar mis placeres físicos y afectivos, por descubrir las cosas que me gustaban y sobre todo, por primera vez señalé cuáles son mis límites. 

Esto me llevó a valorar mis prioridades, y con ello comencé por procurar a las amistades que mucho tiempo delegué. Me reencontré con mi familia escarbando en la memoria de mis ancestras, descubriendo las heridas que el amor romántico nos ha dejado y cómo poder comenzar a sanarlas, como sugiere el libro Intuiciones ecofeministas. Ensayo para repensar el conocimiento y la religión, de Ivone Gebara.

Empecé a darme cuenta de las actitudes destructivas por las que durante mucho tiempo responsabilicé a las demás personas. Dejé de huir y de buscar al amor de mi vida, porque comprendí que podemos tener muchos amores de nuestras vidas y que esos amores no son solo parejas sexoafectivas, sino que también son los seres no humanos que llenan nuestros hogares, nuestra familia, las amistades… y nosotras mismas.

Ser honesta conmigo

Llegaron propuestas amorosas de diferentes formas. En todas decidí ser honesta conmigo, aunque ello significara el rechazo de la otra parte. Porque sabía lo que quería, no necesitaba aguantar algo que no deseaba ni para mí ni para con quien compartiera mis afectos, sueños y placeres.

Desde ese momento comprendí que en construir y compartir se fincan otros amores posibles, que habrá desacuerdos y se deberá llegar a consensos, que merecemos a quienes nos vean con todo el amor que nosotras nos vemos y a responsabilizarnos de nuestra irresponsabilidad, a pedir disculpas, a felicitar y a agradecer. 

Hablar y escuchar, algunas de las claves de la construcción honesta, pero también soltar, porque ahí se encuentra la aceptación de que en esta vida ni lo mejor ni lo peor dura para siempre, y que tanto la felicidad como la tristeza se hacen necesarias para comprender(nos) con nosotras y con las otras personas. Entonces no es necesario un vivieron felices para siempre, sino un están viviendo la vida que construyen.

Soy mi hogar

Mi amiga me volvió a preguntar: “¿tú andarías contigo?, ¿serías tu amiga?, ¿quisieras ser tu propia familia?” La respuesta incluso me sorprendió: soy mi hogar y desde ahí puedo habitar con las otras personas.

Ahora comparto mi vida con muchas personas desde el amor más profundo, la ternura y la paciencia, aunque claro está que seguimos aprendiendo y sobre todo desaprendiendo, que hay días de enojos y tristezas, pero también de mucha conversa directa.

Estoy explotando de amor y sólo deseo que todes explotemos así, porque de esa manera sabremos que sí, otros mundos son posibles porque otros amores también lo son.

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