Eunice Odio, una poeta que habló de deseo y sexualidad antes de que nacieras

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¿Te ha pasado que te enamoras de una escritora o artistas y quisieras que fuera tu amiga? Eso le pasó a Nadia Escalante con Eunice Odio y sus poemas sobre la sexualidad femenina. Sin embargo, al seguirla leyendo, descubrió que todo es más complicado.

Por: Nadia Escalante

Hay un fenómeno curioso que sucede con algunas autoras y artistas que, después de haber sido ignoradas o ninguneadas en vida, son “descubiertas” o “recuperadas” después de muertas. Y es que si antes fueron invisibilizadas, los reflectores y los filtros de su mitificación posterior también contribuyen a mantenerlas ocultas, distorsionando su imagen. 

Por paradójico que resulte, hay veces que una autora antes olvidada sigue siendo un misterio aun después de haberse convertido en leyenda: la razón es que seguimos sin leerla. Aunque hablemos de ella, no conocemos su obra. 

Eunice Odio es una de estas autoras. 

Y no todo se debe a la falta de curiosidad de las personas lectoras. Es que sus libros han sido muy poco publicados y difundidos. 

Yo me encontré con su poesía el año pasado, en la FIL Guadalajara, gracias a la editorial española Torremozas. Compré el último (o único) ejemplar que tenían y, después de leerlo, Eunice Odio dejó de ser para mí un mito y se convirtió en una presencia, una colega y una amiga. 

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Platicando con Eunice Odio

Me animé a escribir sobre ti en tu aniversario 101. Eres Libra, ascendente Escorpio, como yo, según el acta de nacimiento que consultó la académica Alicia Miranda Hevia en San José, Costa Rica. Ella nos cuenta en su libro Las sílabas azules que naciste el 18 de octubre de 1919 a las siete de la mañana. 

¡Tu poesía me entusiasmó tanto que saqué tu carta astral! Me encontré, sin embargo, con que no compartíamos más que el signo solar y el ascendente. 

Quiero decirte que tu primer libro, Los elementos terrestres, me sorprendió y me llevó a buscar más de ti y de tus poemas.

Leí buena parte de tu correspondencia. No sé si hubiéramos podido llevarnos bien, pero me di cuenta de que fuiste una gran compañera para tus amigas, entre las que contabas a Elena Garro y Amparo Dávila. Me hubiera encantado ir a cenar alguna vez con ustedes.

La sexualidad alegre y mística del cuerpo

Aunque Tránsito de fuego es el libro considerado como la “obra maestra” y el trabajo más ambicioso de Eunice Odio, mi favorito es Los elementos terrestres. Como lectora, siento que puedo conectar más con él. 

Si ante el Tránsito de fuego siento la admiración impersonal que experimentaría frente a una gran catedral, con Los elementos terrestres puedo dialogar desde el cuerpo, sentir su deseo. Deseo de gozar mi cuerpo, otro cuerpo, la escritura. 

Casi toda la poesía erótica que conforma el canon de la “literatura universal” está escrita por hombres blancos heterosexuales. El cuerpo femenino es el objeto del deseo y a partir de esta premisa se construye todo el discurso amoroso.

Este cuerpo anhelado, además, casi siempre es joven y apegado a los cánones de belleza convencionales. Las imágenes y metáforas de caderas, pechos, labios, cabellos, ojos, sexo llenan los versos y las estrofas de estos poemas. 

“Me gustas cuando callas porque estás como ausente” dice Neruda, “Voy por tu cuerpo como por el mundo” dice Paz, “Mujer, el mundo está amueblado por tus ojos”, dice Huidobro.

Hay en estos autores, por ejemplo, una representación de La Mujer, que no de las mujeres, idealizada. Ella no habla, no expresa su deseo, sólo se mantiene justo en el lugar donde la mirada masculina la ha colocado. 

El cuerpo masculino como objeto del deseo ha sido, en cambio, muy poco representado. ¿Y cómo podría ser de otra forma? Durante siglos, el erotismo más visibilizado en la literatura, la pintura, la escultura parte de una mirada masculina. A partir del siglo pasado, el cine y la pornografía se han sumado a esta tendencia.

En Los elementos terrestres (1948), Eunice Odio no solo se atreve a hablar de su propio deseo, del objeto de su deseo −el Amado− y de su propio placer femenino, sino que lo hace desde un lugar de alegría y libertad, con desenfado y belleza, y así logra algunos de los mejores versos de la poesía latinoamericana.

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Posesión en el sueño (Fragmento) 

Ven

Amado

Te probaré con alegría.

Tú soñarás conmigo esta noche.

(…)

Tu cintura en que el día parpadea

llenando con su olor todas las cosas,

tu decisión de amar, de súbito,

desembocando inesperado a mi alma,

Tu sexo matinal

en que descansa el borde del mundo

y se dilata.

Ven

Te probaré con alegría.

La mujer que dice “yo” en estos poemas ya no se reduce a ser un cuerpo para el consumo de otro. Reclama su agencia y es ella quien llama y seduce, quien mira al otro y lo desea, lo canta y lo invita. Toma la iniciativa. 

También habla de su propio placer (!) No recuerdo haber leído algún poema en español sobre el orgasmo femenino escrito por una mujer antes de 1948. Seguro que lo hay. Después de leer este de Eunice, quiero leerlos todos.

Consumación (fragmento)

Mi sexo como el mundo

diluvia y tiene pájaros,

Y me estallan al pecho palomas y desnudos.

Y ya dentro de ti

yo no puedo encontrarme,

cayendo en el camino de mi cuerpo,

Con sumergida y tierna

vocación de espesura,

Con derrumbado aliento

y forma última

Tú me conduces a mi cuerpo,

y llego,

extiendo el vientre

y su humedad vastísima,

donde crecen benignos pesebres y azucenas

y un animal pequeño,

doliente y transitivo.

Sí, Eunice Odio ya hablaba del clítoris y del squirt antes de que naciéramos. Además, su poética logra integrar la vanguardia de la poesía latinoamericana con la sonoridad y riqueza de las imágenes de la poesía del Siglo de Oro, así como con una espiritualidad y misticismo paganos.

¿Me acompañaría Eunice Odio a una marcha feminista?

No diría, sin embargo, que Eunice Odio es uno de mis íconos feministas. Y no tiene por qué serlo. ¿No es ese también un modo de dejar de ver a una mujer? Volverla un ícono, un personaje, una leyenda.

A veces caemos en la trampa de convertir a quienes admiramos en personajes inspiradores pero planos, les damos nuestra admiración a cambio de quedarnos con una sola cara de su complejidad, aquella que aprobamos

La autora cuya poesía tanto admiro también escribió en una carta a un amigo suyo: “Nada más me queda por decir, con respecto al feminismo y las mujeres ‘liberadas’ que tienen hombres-doncellas. Tal vez contribuye a que yo vea las cosas reaccionariarnente, el hecho de que mi padre era, ya no digamos un hombre, sino la imagen viva de ‘el hombre’.” 

Así como admiro a Eunice Odio, también he discutido varias veces con sus ideas, con algunos de sus versos. Pero he sido injusta. Vivió otro tiempo. Incluso la que soy ahora discutiría con la que fui hace diez años, hace cinco.

¿Por qué pedirle a ella que hubiera pensado con los parámetros de ahora o condicionar mi admiración porque no lo hizo? Es verdad que fue contemporánea de Rosario Castellanos, sin embargo sus historias de vida no podrían ser más diferentes.

“Réquiem y letanía por Eunice Odio”

Además fue una buena amiga. Así lo podrían confirmar Elena Garro, cuyas llamadas por cobrar desde Francia aceptaba Eunice a pesar de estar quebrada, y Amparo Dávila, quien le escribió el poema “Réquiem y letanía por Eunice Odio” después de que se enterara de su muerte. Comparto las dos últimas estrofas.

Aquí guardamos tu poesía

tus ojos y tu risa

tus brazos siempre abiertos

al asilo y al consuelo

¡tan amiga y tan hermana!

Por todo eso que dejaste

descansa en paz, Eunice,

señora del verbo alado

descansa ya en paz.

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