El futuro es ahora: jóvenes activistas mexicanas a las que debes prestar atención

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Las nuevas generaciones son conscientes de los retos a los que se enfrentan para la sostenibilidad del planeta. Afortunadamente, las jóvenes activistas mexicanas no se están quedando con los brazos cruzados.

Como parte de nuestra alianza con Dove y Refinery29, hablamos con Arabel Mendoza, Monserrat González y Yareni Pérez sobre cómo transformar el presente para preservar el futuro.

jóvenes activistas mexicanas
Collages: Diana Caballero

“Ya traen el chip”, “son el futuro”, “están en otro canal”. Existen muchísimas frases para referirse al trabajo de las jóvenes, pero por más que las repetimos, no siempre nos creemos lo que significan: que es momento de escuchar a las generaciones que están viendo de frente los retos de nuestro presente.

En Malvestida, como parte de nuestra alianza con Dove y Refinery29, platicamos con tres jóvenes activistas mexicanas que están cambiando a sus comunidades y que no necesitan el permiso ni la aprobación de nadie para continuar con su importante trabajo.

Arabel Alí Mendoza: “quiero dedicar mi vida al ambientalismo”

Arabel Alí Mendoza disfruta su jardín y vivir en medio de sus muchas macetas. Pero mientras las observa es consciente de algo más: “mientras tú y yo hablamos, en el bosque de Colima están talando árboles. Pensar en la deforestación me recuerda mis objetivos, no para irme a reforestar, sino para cambiar políticas públicas”, nos cuenta.

En sus años de activismo, ella se ha dado cuenta de lo importante que es incidir en las leyes y las acciones gubernamentales para así conservar recursos que nos sostienen a todas las personas.

Y lo sabe porque a sus 23 años ya es una veterana de las acciones contra el cambio climático, una líder del movimiento Fridays for the Future en México y también una mujer convencida de que el feminismo es parte de la solución al problema del clima.

Desde su perspectiva, los grandes problemas que enfrentamos actualmente están relacionados: el uso excesivo de recursos, la desigualdad de las mujeres, todo es parte de un sistema que no funciona y debe cambiar.

Encontrarse con amigas y compañeras de lucha

Para Arabel, encontrarse con otras jóvenes activistas mexicanas y de todo el mundo ha sido fundamental. En 2017, hizo un voluntario en Colombia, en el Parque Arví.

“Vivíamos en una cabañita en una montaña, no había internet. Solo dos amigas de argentina, una brasileña y dos mexicanas. Ahí reafirmé mi propósito. Por eso ellas son una pieza clave en mi vida”, nos dice.

Pero ser activista no es sencillo, a menudo Arabel se ha topado con personas que constantemente la desacreditan.

“El activismo es una labor muy pesada y me molesta mucho que no me tomen en serio solo por ser una mujer que es joven y activista. ¿Por qué? Si la causa que estamos abanderando es por todas las personas”.

Por eso ella quisiera que más mujeres se involucraran en esta lucha: “Necesitamos a más mujeres trabajando en el medio ambiente. Tenemos un papel fundamental, la revolución tiene que ser feminista”.

«La opresión a las mujeres es igual a la opresión al medio ambiente, es esta necesidad de poseer y destruir. Lo mismo que queremos para nosotras tenemos que pedir para la Madre Tierra», nos cuenta Arabel.

Un compromiso con el ambiente

Ella ha participado en organizaciones como Verde Colima y también en encuentros de jóvenes en todo el mundo, como la Conferencia de la Juventud (COY, por sus siglas en inglés), una versión para jóvenes de la Conferencia de las Partes (COP), el evento contra el cambio climático que organiza la Convención para el Medio Ambiente de la ONU.

Todo este trabajo ha influido también en su autoestima: «Las y los activistas luchamos por un cambio, que comenzó en una transformación personal. El activismo es resistencia, es defender lo que piensas, es ser auténtica. Sin activismo, no sería lo que soy. Y me amo por lo que soy, por lo que creo y por lo que lucho.»

Actualmente está desarrollando el colectivo Empoderamiento Climático, que en el futuro será una consultoría sobre temas ambientales.

Cuando le preguntamos cómo se ve en diez años, duda un poco, porque sabe que el panorama será muy difícil en 2030, cuando ella tendrá 33 años. Pero sabe en qué va a estar trabajando:

“Quiero desarrollarme en Colima, vivir en alguna zona en medio del bosque. Quiero pensar que voy a seguir aportando, con mi organización, con una consultoría… Quiero dedicar mi vida personal, mi vida profesional, mi pasión, al medio ambiente. Desde disfrutar el bosque hasta redactar políticas públicas”.

Yareni Pérez: “más personas tienen que aprender lenguaje de señas”

Durante esta pandemia, Yareni ha estado más ocupada que nunca. Tiene 16 años, pero lleva más de una década luchando por los derechos de las personas sordas y ahora lo hace por medio de conferencias y talleres en línea.

Gran parte de su trabajo para dar a conocer la importancia de la comunicación para niños y niñas sordas lo hace a través de las palabras de su mamá, quien tuvo 9 hermanos sordos y ahora, junto con la hermana de Yareni, es su intérprete.

Inventora desde el inicio

Desde muy pequeña, Yare se dio cuenta de los problemas de comunicación entre personas sordas, incluso en su familia, porque no todos sus tíos sabían leer y escribir.

Iba a doble escolarización, a escuela de sordos y regular: “vi que eran dos mundos diferentes: un mundo de silencio y uno de oyentes. En la de sordos, creía que todos los papás sabían lengua de señas, pero me di cuenta de que no”.

Para solucionar este problema, ella y su mamá crearon un libro didáctico y lo repartieron lo mejor que pudieron entre niños sordos y sus familiares en los municipios de Michoacán.

Y así empezó un largo camino en el que Yare identifica problemas y desarrolla soluciones: ya creó un bastón para personas sordo-ciegas, una app para papás con hijos sordos y muchísimos otros proyectos que hasta ahora solo viven en su cabeza.

Para ella, el activismo la ha hecho «más fuerte, con más ganas de ayudar y hacer nuevos proyectos y voluntad de servir a la gente» y lo más valioso para su autoestima es saber que su trabajo impacta directamente en la vida de otras personas.

La lucha no termina

Yare está en cuarto semestre de preparatoria, pero su escuela no cuenta con una persona intérprete de señas, así que su mamá y su hermana cumplen esa función.

Ella está convencida de que ahí se encuentra la clave para una mayor inclusión: “Quiero que la sociedad entienda que las personas sordas necesitamos más intérpretes. Y no solo eso, sino que la gente aprenda Lengua de Señas Mexicana. Es mi sueño que haya una mejor educación. Porque con eso todos los caminos se abren”.

Cuando le preguntamos dónde se ve en 10 años, nos dice: “quisiera ser una gran empresaria, para ayudar a mucha gente, o una diputada, para influir en las leyes”. Tiene esas grandes metas porque su experiencia le ha enseñado “que sí se puede, que con poco se puede hacer mucho”.

Monserrat González: “Quiero ser un ejemplo”

“Una vez scout, siempre scout”, nos cuenta Monserrat González, la última de las jóvenes activistas mexicanas con las que platicamos.

A sus 22 años está en su último año oficial como scout y también desarrollando un proyecto de bazares de ropa de segunda mano, así como educación para el cuidado de prendas.

De su experiencia con los scouts nació su interés por el ecofeminismo y el medio ambiente, por lo que decidió reestructurar un proyecto ya existente y organizar Tlauipatla México, un evento de intercambio de ropa.

Los aprendizajes de ser scout

Monserrat nos contó que su trabajo con los scouts la ayudó a pensar en este proyecto, en el que además es mentora de 18 jóvenes que lo organizan en sus propias ciudades.

Ahí ha creado increíbles amistades, además de que ha tenido experiencias en la naturaleza que puede llevar a la vida diaria y a sus otros proyectos.

Por ejemplo, cuando escaló el Nevado de Toluca: “subí al pico del Fraile y ahora esa experiencia la visualizo en mi vida personal. A pesar de todos los obstáculos que te puedes encontrar, siempre puedes seguir construyendo. Por eso me tatué el volcán”.

Porque justo eso es lo que a veces la detiene, “dejar las cosas y ya no quererlas hacer, darme por vencida y no ver que hay más posibilidades”. Pero después piensa en su influencia: “siempre he tenido en mente que puedo ser un ejemplo, no solo para personas menores sino para todas las personas. Que vean que si yo puedo, cualquiera puede”.

Esa es la confianza y autoestima que le ha dejado su experiencia como scout y como activista: «empecé a confiar más en las capacidades que tengo para desempeñarme, no solo en lo laboral sino en lo personal y en mi familia».

Un proyecto de varias aristas

Dejar atrás los hábitos de consumo irresponsable de moda llega con muchas preguntas. Con Tlauipatla México (antes Swap Party), Montserrat quiere que las personas de su comunidad aprendan sobre el impacto ambiental del exceso de prendas y donen lo que no necesitan.

A diferencia de otros eventos de intercambio, este incluye la donación a instituciones como el Instituto Municipal de las Mujeres e Igualdad de Género de Ecatepec.

Pero no solo se dona, sino que la idea es que cada persona pueda elegir con qué pieza quiere quedarse, para que de verdad le dé uso.

¿Cómo se ve Monse en diez años? Uniendo su carrera de psicología con su interés por la ecología: “quiero hacer investigación psicológica sobre el consumismo y seguir informando acerca del cuidado al medio ambiente. Sé que el proyecto va a crecer más y que va a dejar huella.”

Esperamos que estas tres jóvenes activistas mexicanas –y todas las que quieren marcar una diferencia– no se vean obligadas a hacer grandes cambios con poquísimos recursos. Queremos para todas ellas ambiciones gigantes y la misma cantidad de apoyo, porque sus acciones para salvar el planeta no se merecen nada menos.

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