El feminismo descolonial mira hacia atrás y también hacia el futuro. Este texto te explica sus orígenes y diferencias con el feminismo Occidental.
Por: Jennifer Rubio (Ciguapa)
Cuando pienso en todos los caminos que he podido tomar en la vida y los comparo con las decisiones que tomé, me veo haciendo una revisión del pasado. Algo así como un estudio antropológico de la memoria.
A partir de ahí, se me hace fácil pensar todo lo que hago ahora como un repaso de lo que ya hice e hicieron las mujeres y hombres que me antecedieron:
Recito poemas para marcar mi territorio y toco la música de otros compositores para devolverme en el tiempo. Por eso mi seudónimo es Ciguapa.
El feminismo descolonial
La ciguapa es un ser mitológico del folklore dominicano, una mujer taína con pies al revés: mientras avanza en su camino, sus huellas hacen creer que van en dirección contraria. La ciguapa se conjuga en dos tiempos simultáneamente. Está en el pasado y el presente.
Para mí el feminismo descolonial es eso: buscar el futuro del pasado que realmente nos pertenece, porque si algo tenemos en común las personas racizadas (negras e indígenas) de Abya Yala((el nombre que le daba el pueblo guna a nuestro continente)) es el despojo.
Nos han despojado de nuestras tierras o nuestras tierras han sido despojadas de nosotres. Y, en el proceso, quieren hacerse de nuestra memoria.
El feminismo descolonial es un desandar. Como escribió Yuderkys Espinosa Miñoso, “es un hacer cuyo gesto es el giro de cabeza, una política centrada en la memoria y en la consciencia del lazo de la vida. Busca hacia atrás lo desechado por la modernidad y con esto reconstruye la posibilidad del buen vivir”. La metáfora que utiliza es la ciguapa.
Una producción colectiva
En esa misma cadencia, el feminismo descolonial es un momento. Me gusta pensarlo como una mirada hacia el pasado y el futuro, una herramienta en constante construcción y maduración.
Como un movimiento que hereda de les ancestres, se sigue formulando y creciendo. Es una producción colectiva, del pasado y del presente, que inició con las cimarronas y continúa hoy. Hay demasiado que pensar y descubrir.
El Manifiesto Indígena Antifuturista dice “vivimos el futuro de un pasado que no es nuestro”, así que me gusta definir al feminismo en su complicidad con la apuesta descolonial como un rescate de la memoria y la agencia que fueron arrebatadas de esas mujeres otras e inapropiables.
El feminismo descolonial también es una crítica. Cuestiona y reconstruye elementos y conceptos cruciales para el pensamiento feminista hegemónico (y hegemonizante).
Como bien lo explicó Celia Amorós, se intuye que el feminismo clásico es un “fenómeno progresivo, que se produciría a medida que la Ilustración fuera desarrollando y explicitando sus propios presupuestos”.
O sea que es un producto cultural, revolucionario y político de la modernidad, que para Occidente supuso (y supone) el marco del desarrollo global y el progreso.
Sin embargo, para los pueblos racizados, la modernidad deja en el camino huella de muerte, tanto de manera concreta como en el pensamiento.
La modernidad no solo trajo consigo la devastación a los pueblos originarios de América y la esclavización de las personas negras, sino también el epistemicidio: el borrado de la memoria, filosofía, formas de pensamiento y producción de conocimiento de esos pueblos.
El feminismo y la colonialidad
No se puede separar al feminismo de la modernidad de la colonialidad, primero porque es algo que distribuyen activamente (negar una matriz de opresiones múltiples y la universalización de una única opresión: el género), y segundo porque es un fruto directo de esos procesos de borrado y subordinación.
Se sabe, por ejemplo, que las sufragistas británicas se negaron rotundamente a trabajar con las mujeres negras, o que durante el movimiento abolicionista en Norteamérica muchas de ellas, las mujeres blancas, se aliaron con sus maridos contra el pueblo negro en su lucha en contra de la esclavitud.
Por eso a muchas ya no nos basta (o no nos interesa) encontrar un lugar en el feminismo con marca de agua, porque partimos de una mirada radicalmente opuesta. Como dice la maestra María Lugones, entendemos al género y la heterosexualidad como una imposición moderna y colonial.
Desde el feminismo descolonial, “no solo nos oponemos a la pretensión salvacionista del feminismo en su forma clásica, sino que podemos demostrar cómo esta herencia colonial es perversa,” como manifestó Yuderkys Espinosa Miñoso.
De esas intenciones nace el feminismo descolonial, que se nutre del feminismo negro, el feminismo de color, el feminismo autónomo, el feminismo postcolonial, el feminismo materialista francés y el feminismo postestructuralista.
¿El género también es colonial?
El feminismo descolonial es una propuesta que revisa, cuestiona y rearticula la teoría feminista clásica y su sesgo racista y clasista. El nombre fue propuesto por la maestra Lugones, feminista migrante de origen argentino.
Lugones recoge y formula un diálogo con el pensamiento anticolonial de mujeres afrodescendientes e indígenas, feministas o no, de Abya Yala.
El feminismo descolonial es heredero de un recorrido que comienza con las cimarronas que luchaban contra la Conquista de América y continúa formulándose hasta el día de hoy.
La maestra Lugones complejizó la teoría crítica de Aníbal Quijano, quien articuló la raza como una categoría de clasificación producto de la colonización.
Desde su perspectiva feminista, teoriza que el género es también una inyección de la colonia y propone el sistema moderno colonial de género, en oposición al Patriarcado universal.
Mediante este sistema, el colonizador construye un régimen en el que se diferencia entre lo humano y lo no humano mediante las categorías de raza y género. En otras palabras, hay cuerpos que tienen poder y derecho a reclamar el género y otros a quienes se les impone como método de sumisión.
Por lo tanto, la feminización y la racialización son procesos modernos y la categoría de género, es decir, mujer y hombre, según lo propuesto por Lugones, solo corresponde a los sujetos humanos, mientras que a los no humanos se les impone una diferenciación dimórfica: macho y hembra.
Según esta teoría, la raza y el género son fuerzas sinérgicas a favor del capital y para derrocar a uno es necesario acabar con el resto. En palabras de Valeria Angola, “si ‘se va a caer’ tendremos que tumbar todo: el patriarcado, el colonialismo, el capitalismo y el racismo”.
Un eterno desandar
Comprendo que en el pasado existían problemáticas y otras formas de jerarquizar, así que el desandar no se trata de idealizar, sino de recuperar y, a partir de ahí, construirnos. Pero para lograrlo es necesario complejizar sobre las dinámicas del mundo que nos rodea.
Veo en el feminismo descolonial la posibilidad de recuperar el mundo que llevamos en nuestras memorias ancestrales, de imaginar el proyecto alternativo como algo que hacemos fuera de los márgenes civilizatorios del eurocentrismo. Y nos veo a todes en él, porque no hay paredes donde se ciñan puertas cerradas.
Quiero un proceso de construcción comunitaria, donde nuestro conocimiento no comienza con nosotros y que nuestros cuerpos son traspasables y portadores de nuestres antecesores como nos enseñó la madre yoruba. Veo la política del desandar, el feminismo de las ciguapas.