Mi cuerpa revoltosa o cómo curar cicatrices más allá de la piel

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Curar cicatrices no es un proceso lineal ni que involucre únicamente a la piel. Una reflexión acerca de la discapacidad, la enfermedad y las diferentes maneras de sanar.

Este texto se trabajó como parte del primer taller de redacción de Malvestida.

«En rigor, es de tu realidad de lo único que puedes hablar». Josefina Vicens

Por: Miranda Campos @titaniumamazon

Llevo una cicatriz de más de 30 cm en mi muslo derecho, resultado de un par de cirugías con las que me trataron un tumor de hueso el cual rompió mi pierna y mi vida. 

Me convertí en una mujer con discapacidad y cáncer a los 21 años; conforme acepté los hechos me he acercado más al universo sumamente invisibilizado que es la discapacidad. 

Responderme la pregunta ¿cómo curar cicatrices? se hizo cada vez más urgente conforme sentía el cúmulo de heridas que provocaba mi enfermedad.

En México, Maryangel García-Ramos, fundadora de Mexicanas con discapacidad, me ha inspirado a hablar sobre lo que vivo, porque como la escuché decir un día, “la narrativa (sobre la discapacidad) tiene que cambiar” y no habrá mejor manera para cambiarla y enfrentar el capacitismo que hacernos visibles contando nuestras historias. 

Muchas facetas, etapas y cicatrices que van más allá de lo visible, hilan mi historia. No sé si puedo decir que he curado todas mis heridas, pero, el body positive y el feminismo han sido grandes aliados en este proceso de reconciliación y de amor propio que renueva mis ganas de vivir.

Mi cuerpa revoltosa y la cicatriz de guerra

Ya ni les cuento cuántas veces han visto feo y con asco mi cicatriz. Además de la marca, por arriba de la rodilla mi pierna muestra la ausencia del músculo perdido, para hacer juego con la flacidez de algunas zonas de mi cuerpa a causa de las cirugías.

Varias de las miradas que he recibido las he considerado exageradas. Pero he aprendido que la falta de visibilización de cuerpas/cicatrices como la mía me convierten en un “cuerpo revoltoso”.

Este es un término que retoma Isaura Leonardo para hablar de mujeres con discapacidad y la importancia de conocer sus historias y que hoy paso al femenino para visibilizar la perspectiva con la que me identifico.

Habito una “cuerpa revoltosa” porque desafía la norma estética y al mismo tiempo es marginal por ser una cuerpa con una discapacidad. En este proceso de aceptación he derramado muchas lágrimas bajo el peso de expectativas estéticas, sexuales, de lo que debe ser y hacer una mujer bajo estándares normativos heteropatriarcales.

Conforme lloraba, consumía contenidos feministas. Así, me fui desprendiendo de estos estándares y hoy puedo decir con mayor soltura… ¡me valen sus normas! 

Mi cuerpa ya ha superado muchas de mis expectativas, como el volver a caminar- Ha cumplido con creces el curar cicatrices, me da un hogar y, aún entre tanto dolor, me permite tener experiencias que me dan energías para seguir. 

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Curar cicatrices, un acto de amor propio 

Entre la escasa representación en medios, la falta de acceso a lugares públicos (lo cual es sumamente importante para que podamos ser visibles) y las ideas de cómo debe ser una cuerpa, trabajar el amor propio habitando una “cuerpa revoltosa” suele tornarse complejo.

Tan sólo si escribes “cicatri…” en tu buscador, la palabra se completará como la famosa crema para borrar cicatrices. 

Así, en vez de curar cicatrices y aceptarlas como parte de nuestro camino por la vida, lo deseable pareciera ser borrarlas como si nunca hubieran pasado. 

Tratamientos para difuminar mi cicatriz ni los contemplo, porque para mí representaría “borrar” parte vital de mi historia. Y para las personas que han mirado con repudio alguna cuerpa, esa es la idea que refuerzan, la desaparición de las cuerpas fuera de la norma o diferentes.

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El lenguaje como cura

Curar mis heridas no ha sido lineal, afirmar que hay una ruta de curación sería reproducir expectativas huecas, ya que sanamos a ritmos diferentes. Sin embargo, podemos coincidir en algunas bases: rodéate de personas que te llenen de amor, consume contenidos respetuosos de otras realidades, y si te sientes lista, comparte tu sentir. 

Hablar es importante porque en el lenguaje nos construimos y nos apropiamos de nuestra narrativa. Para muchas personas, ha sido la forma en que hemos reconstruido nuestras cuerpas, que nos ha llevado a sanar mucho más allá de la piel.

Es lo que más me ha ayudado a curar mis cicatrices: platicar. A quien muestra curiosidad por mi pierna le invito a charlar y trato de evitar que madres o padres censuren el acto empático de la infancia cuando me quieren preguntar qué me pasó.

No quisiera que nuevas generaciones aparten su vista de cuerpas distintas y nos invisibilicen porque no les enseñaron a preguntar con respeto, ni a mirarnos.

Contar tu historia, para mí, se erige como uno de los actos de amor propio más grandes que existen, al hacerlo honras tu camino, lo socializas para conectar con seres humanos, sanas un poco más y cuando menos te des cuenta el curar tus cicatrices dejará de preocuparte, solo restará vivir y lucir tu cuerpa con orgullo.

Foto. Cortesía de la autora

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