Cada quién vive su menstruación de forma distinta. Este es un testimonio sobre practicar free bleeding para conectar mejor con el cuerpo.
Por: Andrea García
Mi experiencia con el free bleeding o sangrado libre y la menstruación en general ha sido un proceso largo y consciente (no por eso sencillo) para entender cómo funciona mi cuerpo. Y mi cuerpo soy yo.
Como otras mujeres, desde hace algunos años ya, yo también empecé a practicar el sangrado libre de manera casi inconsciente y sin saber que sangrar libremente era un concepto.
Usé toallas toda mi vida menstrual pero también sufría cólicos muy fuertes durante cada periodo, lo que me hacía la mayoría de las veces faltar a clases o cancelar mis planes para esos días y tener que quedarme en casa.
Free bleeding es entender a tu cuerpo
No sé si fue el dolor o la introspección que este me obligaba a hacer (en la que me cuestionaba toda mi existencia contenida a ese calambre en el vientre) que empecé a notar cuándo y cómo bajaba mi flujo y podía ir al baño para liberarlo ahí sin ensuciar la toalla.
Me parecía un proceso muy curioso, pues me di cuenta de que el flujo no es una fuente interminable que no deja de salir, aunque sí había días en que era mucho más constante y abundante, sino más bien un sutil emanar de sangre cada cierto tiempo o después de hacer algún esfuerzo.
No lo describiría como ganas de hacer pipí, quizás como un cosquilleo caliente cerca de mi cérvix. Para eso antes tuve que descubrir qué es el cérvix y aprender a notar que al tener esa sensación de que la sangre iba a salir pronto, en realidad apenas va a salir y no tengo que apresurarme corriendo al baño para no mancharme.
Liberar el flujo de forma consciente
Tengo tiempo usando la copa menstrual y la prefiero sobre todo en aquellos días donde es necesario salir de mi casa o haré alguna actividad física ya que no tengo que cambiarla tan seguido ni preocuparme por llevar toallas.
Sin embargo, un inconveniente de la copa, que en realidad es una de las ventajas por la que muchas la preferimos también, es que me puedo olvidar casi completamente de que estoy menstruando. Y la verdad es que disfruto poder sentir mi flujo salir durante esos días, liberarlo de manera consciente y permitirle a mi cuerpo comunicarse conmigo mediante la sangre que sale de mí.
Este último ciclo, y para aprovechar que no salgo de casa durante la cuarentena, me puse decimonónica y solo usé unos pedazos de franela para menstruar como lo hacían nuestras abuelas, o como me imagino que lo hacían.
Literalmente solo corté dos pedazos de tela (para tener uno mientras se secaba el otro después de lavarlo), los doblaba y los ponía en mi ropa interior.
Y disfruté la experiencia bastante. Hay algo especial en lavar tu propia sangre de la tela, poner a secar los trapitos, nada elegante pero sí más solemne que solo quitarme una toalla desechable, envolverla y tirarla a la basura.
No soluciona todo
Tampoco voy a mentir y adornar todo con flores como si fuera perfecto porque la realidad no es así ni quiero que lo sea.
Todavía tengo cólicos que no me permiten hacer nada más que soportar las olas de dolor que parecen interminables, mi digestión a veces también se ve afectada por lo mismo, mis ánimos no siempre son los mejores pues me pongo irritable y lloro todo lo que tuve contener ese mes.
Pero si hay algo que disfruto de mi ciclicidad es el ir y venir de estos procesos, de mis emociones y de las funciones de mi cuerpo que me recuerdan que al final todo pasa, de que nada permanece inmóvil y que si puedo aprender a moverme con las fases de mi ciclo puedo aprender a vivir mejor conmigo misma.
Tratar de no poner resistencia al dolor ni forzarme a hacer cosas que no quiero durante esos días es una manera de escuchar a mi cuerpo para que sea un poco más leve, y es algo que resulta más fácil en estos días que muchas tenemos la opción de no salir.
Constante cambio
Menstruar para mí es liberarme de toda la energía que se fue acumulando durante el ciclo, una oportunidad para empezar de nuevo, tanto biológica como metafóricamente.
Esos días que muchas veces parecen los más difíciles también son una gran oportunidad para escuchar a nuestro cuerpo de manera más intuitiva y tratar de entender lo que nos comunica con tantos malestares, a veces es algo que podemos mejorar y otras tantas solo es una forma de permitirnos descansar, parar un poco para después salir con más fuerzas, ser más flexibles con nosotras mismas.
Sé que mi sentir hacia mi menstruación no será el mismo dentro de unos años así como no es el mismo de cuando empecé a menstruar hace más de diez años ya, pero si es algo que voy a seguir experimentando, prefiero verlo como algo valioso que me permite conocerme y me proporciona luz sobre mi andar en este mundo.
No creo que debamos romantizar nuestros procesos menstruales sino más bien normalizarlos. El free bleeding no es ni tiene que ser para todas las personas menstruantes.
Para mí es solo una de las muchas herramientas que puedo usar para conocerme y sentirme más conectada con mi cuerpo, para quitarnos la sensación de estar «sucias» al mancharnos, para dejar de ver la sangre como algo violento y recordar que todo lo que empieza tiene que acabar en algún momento.