El exceso de vello causado por hirsutismo no tiene consecuencias negativas para la salud física, pero en un mundo estancado en un estándar de belleza súper estrecho, sí puede afectar mucho a la autopercepción.
Por: Victoria Giles M.
Me ha tomado mucha valentía sentarme a escribir sobre este tema. Meses, días, horas he dedicado a pensar en cómo el hirsutismo me ha controlado tanto que hubo un punto en el que mi vida social dependía de ese diagnóstico.
Pero también he aprendido que escribir sobre esto es liberador. Lo he hablado con pocas personas y hacerlo ahora se siente como un statement frente a los estándares de belleza que me han acorralado toda la vida.
Todo empezó cuando tenía unos 15 años. Odiaba mi preparatoria y mis compañeros me parecían elitistas, bobos y aburridos.
Burlarse de los maestros y de los compañerxs que no “pertenecían” era el día a día en la escuela. Entre todo esto, fui conociendo personas que por momentos consideré mis amigxs, pero recuerdo con claridad el momento en el que un “amigo” me preguntó sobre mi vello facial. De ahí no hubo regreso.
Ponerle nombre
Llevaba 15 años viviendo en el mismo cuerpo, pero a partir de ese momento me sentí irreconocible, la que veía en el espejo no era la misma. Mi cara, mis pecas, mis cejas, mi cabello, todo era otro.
De repente lo que siempre estuvo ahí empezó a ser más evidente de lo que era. El vello en mis patillas, en mis mejillas, en mis pómulos, no era el que siempre había tenido: ¿qué había pasado? Fue como si al nombrarlo, ese compañero lo hubiera hecho aparecer.
Después, en mi primera cita con el ginecólogo, le pusieron nombre a eso que me pasaba. Se me salieron las lágrimas y al doctor le dio igual.
Me dijo que tenía hirsutismo, que era necesario hacerme un par de estudios para saber el origen y el tratamiento, pero que tenía que saber que no era curable. Yo solo apreté los labios porque sentía que mi llanto iba a inundar el consultorio.
Hirsutismo e hiperandroginismo
El hiperandrogismo es un cuadro clínico causado por la producción excesiva de andrógenos en las mujeres. Ojo: los andrógenos son esteroides totalmente normales en la mujer, mientras que el grado de exceso es determinado por criterios clínicos, bioquímicos y hasta sociales.
El hirsutismo es solo uno de los signos (otros pueden ser acné, alopecia o infertilidad) y se define como el crecimiento excesivo de vello en mujeres, caracterizado por aparecer en zonas propiamente varoniles. Por ejemplo, exceso de vello facial, en el pecho, espalda, abdomen y piernas.
Saber cuántas mujeres padecen hirsutismo es complicado, pues las manifestaciones son subjetivas. Lo que para una persona es un exceso, para otra es normal.
Existen también grados, el tener hirsutismo no significa ser siempre la mujer barbona que sale en las películas. Yo tengo un grado leve, pero al final lo que he aprendido de esta condición es que no importa el grado, ni las explicaciones médicas, ni los estudios o el tratamiendo clínico.
Lo que me importa es que yo crecí con esta idea que me lastimaba, me fui creando una imagen nueva de mí a partir de lo que alguien más me dijo. Con mucho o poco vello yo he vivido esta condición como una carga pesadísima que me quita el sueño, el tiempo y la paz.
Todo lo que hice para encajar
Probé de todo: me depilé la cara con cera, con crema, con láser, con pinzas, con depilador. Los resultados hoy en día me dan lo mismo, pero en su momento era violento, me lastimé a mí misma porque a mi compañero le pareció que tenía demasiado vello en mi cara.
Me hice tanto daño en la piel que por mucho tiempo me quedaron marcas sutiles. Dejé de peinarme como me gustaba porque me aterraba cuando la gente me veía. Lloraba porque ella, a la que veía en el espejo, me parecía irreconocible.
Por años le he dedicado al menos 20 minutos, dentro de mi rutina, a depilarme cualquier exceso que tengo, a fijarme en cómo se siente mi piel y a cómo reaccionan los demás al verme.
No me gusta que me toquen la cara, me da miedo la reacción de la gente y mientras escribo esto me acuerdo de Sofi, mi amiga de la prepa que siempre me chuleaba y me decía que tenía la cara más suavecita. Mi corazón se estruja.
Empezando a sanar
Esto fue hasta que probé el tratamiento hormonal y todo mejoró físicamente. Las marcas se redujeron y el vello disminuyó.
Con el tiempo entendí que eso es lo de menos, que puedo caminar por la calle sin un solo vello en la cara, pero si no me siento bien conmigo en realidad no tiene caso el método que use para sobrellevar el hirsutismo.
Si escribo es porque ha sido un largo trayecto, terapia, amigues, amor y familia. He aprendido con los días que mi cuerpo es lo más propio que tengo, que conocerlo, acariciarlo y quererlo es un gran acto de rebeldía frente a un mundo que se ha dedicado a criticar, a señalar y a hacer cuerpos homogéneos e irreales, como si eso fuera posible.
El camino del amor propio, de aceptación, no es lineal ni fácil. Es un camino rocoso, con tropiezos que duelen pero que al mismo tiempo te obligan a levantarte del piso, porque tirarse significa ser lo que los demás quieren, y eso es algo que nunca me permitiré otra vez.
Tendré días en los que me encanta lo que veo y otros en los que no tanto, pero a quien le debería de importar es solo a mí.
Cambiando mi relación con mi cuerpo
Cuando empecé a cambiar la forma en la que veía todo esto, hubo efectos en mi cuerpo. Me empecé a parecer muy bonita: mis lonjitas me parecen humanas, mis estrías me parecen resistencia y mi vello, aunque todavía me acompleja, me resulta menos violento. Me siento amada por mí misma y eso me gusta.
Sé que alguien ahí afuera pasa por el mismo camino por el que todas, a merced de la palabra de otros, pasamos.
Y si algo me ha curado y me ha abrazado son mis amigxs, que me den la mano, que me chuleen, que me besen y que me acaricien el alma, porque al final esa es una red de apoyo, esas que te sostienen cuando el camino parece fangoso y terrible.
Hablar de cómo me siento me ha tomado mucha valentía pero también ha sido liberarme de mi propia agresión a mi piel, y de la agresión de todo eso afuera que me ha dicho qué debo hacer para ser bonita.