Meghan Markle y otras «rebeldes» que ya no quieren ser princesas

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Desde que se casó, a Meghan Markle la han criticado por cosas tan simples como usar jeans. Ahora, abandona a la familia real (al menos por una parte del año). Y no es la única que ha renegado de lo que la realeza pide de las «princesas».

Según dice la cultura, a lo que debemos aspirar es a ser princesas. Pero, con lo que podemos ver de la realidad, la vida de una princesa en el siglo XXI no suena tan increíble: hay muchísimas expectativas, los medios no te dejan en paz y no puedes usar minifaldas.

Tampoco es bien visto que las nuevas princesas, las «plebeyas» que se casan con príncipes, tengan un pasado en el que fueron modelos o actrices, tuvieron amigos o se divirtieron.

El chiste es haber vivido en una cueva antes de llegar al palacio. Eso, a pesar de que entre quienes sí son nobles hay caaaada fichita…

Ah, y ni qué decir cuando hay princesas, como Meghan Markle, que no son blancas y entran a una de las familias más caucásicas de la historia.

Desde que Meghan se casó con el príncipe Harry y se convirtieron en los duques de Sussex, ha recibido “críticas” que en realidad son racismo velado, por ser una mujer biracial.

No podemos saber las razones por las que la pareja anunció que va a dejar de vivir a tiempo completo en Inglaterra y dar un paso atrás en sus obligaciones reales.

Pero algo nos dice que sí tiene que ver con esas altas expectativas para la duquesa, que ni siquiera puede usar jeans en paz.

Meghan Markle no es la única “rebelde”

Parece que ese tiempo de las monarquías de cartón, en las que nadie podía hacer nada, está terminando. Hace unas pocas décadas, a Lady Di le cuestionaron incluso por su trabajo de caridad y todo el mundo tenía que enterarse de cualquier error que cometiera.

Incluso antes, a la princesa Margaret, hermana de la actual reina Isabel, también salía en el periódico por amar la fiesta, por divorciarse y por sus siguientes amores.

Quizá para evitar todo eso, ahora parece haber una tendencia por limitar el número de personas que forman parte oficial de las familias reales y por bajarle algunas rayitas a las expectativas.

Por ejemplo, en octubre de 2018, la princesa Ayako de Japón, una de las monarquías más serias y ceremoniales, dejó su título para casarse con un plebeyo.

Y en octubre de 2019, el rey de Suecia anunció que sus nietos, hijos de sus tres hijos menores, ya no tendrán status de príncipes y princesas, o sea que ya no serán parte de la familia real oficial. Estos títulos solo los tendrán los hijos de la princesa heredera.

Además, algunos miembros de esa familia ni siquiera viven en el país y algunos tienen hasta trabajos (más o menos) normales. Sí, como los que ahora tendrán que tener Meghan y Harry.

No sabemos bien qué significa todo esto. Si las casas reales dejan de ser tan estrictas y van limitando sus alcances y números ¿no sería mejor que desaparecieran?

Esa parece ser la respuesta más lógica, pero mientras eso sucede, es interesante ver cómo la idea de lo que es una princesa ha cambiado muchísimo no solo a través de los siglos, sino desde que éramos niñas.

Incluso las princesas ya pueden soñar en ser otras cosas.

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