Hace 6 años, decidí solo leer mujeres. En este tiempo, he aprendido mucho sobre la variedad del trabajo literario hecho por autoras y sobre mis gustos personales.
Desde 2010, llevo una cuenta de los libros que leo cada año (no cuento los repetidos ni los que no termino). Lo hago porque soy ñoña y me gusta, en diciembre, saber qué fue lo que leí: qué géneros, cuáles temas, de qué nacionalidades eran las personas que los escribieron, etc
Por ejemplo, en 2013 leí 26 libros completos. Once fueron escritos por hombres y 15 por mujeres. Es un buen balance, me parece. Pero en 2014 se declaró en el mundo anglosajón el “año de leer mujeres”, después de que salieron a relucir cifras de la organización VIDA sobre la cantidad de libros escritos por mujeres que se reseñaban en los grandes medios literarios (Spoiler: eran pocos).
En ese momento yo tenía una columna quincenal de recomendaciones literarias, así que decidí unirme a la causa y leer solo autoras. Lo logré: terminé 22 libros y solo uno fue escrito por un hombre. Fue el año en el que descubrí a Empar Moliner, a Marjane Satrapi, a Chimamanda Ngozi Adichie y a Donna Tartt, que ahora son algunas de mis escritoras favoritas.
Cuando decidí unirme al reto, no me puse ninguna otra restricción. No tenía ningún objetivo y no sabía qué iba a pasar. Pero fue una experiencia tan maravillosa que desde entonces llevo no un año sino una “vida de leer mujeres”. No creo regresar nunca a las épocas de leer más o menos a los mismos autores que autoras.
¿Por qué leer mujeres?
Como decía, en esos viejos tiempos de 2014 empecé esto como un experimento, como quien decide experimentar con un clóset cápsula o hacer un detox de redes sociales. Sabía, claro, que había un elemento político en mi decisión, pero no lo apunté en ninguna parte, ni siquiera lo articulé en mi cabeza.
Ahora que se acaba mi sexto año de vivir entre autoras, lo tengo mucho más claro. Las cosas que leemos no se dan en el vacío y la literatura no es solo un arte, también es una industria. Lo que aparece en las mesas de novedades, lo que se convierte en un “fenómeno literario”, lo que es considerado buena literatura. Nada de eso es casualidad ni se basa solo en el talento, ese concepto tan ambiguo.
Las mujeres que escriben lo hacen en condiciones muy distintas a los hombres que escriben, aun las que tienen recursos económicos y el famoso “cuarto propio” de Virginia Woolf. Su trabajo es juzgado también en diferentes condiciones.
Y yo creo que, como escritora y como amante de la literatura, me toca cuestionarme qué leo y por qué. Ya no solo autoras, sino sus nacionalidades, sus temas, sus idiomas maternos. ¿Por qué me siento más cómoda con la tradición anglosajona?, ¿por qué tengo ciertos prejuicios acerca de la literatura latinoamericana?, ¿por qué algunos géneros no me interesan?
Esto no quiere decir leer cosas que no me gustan ni sentirme culpable por lo que al fin y al cabo es mi preferencia estética. Sí significa cuestionarme, disfrutar la búsqueda. Un reto personal que tiene sus bases en mis convicciones feministas.
Disfrutar la exploración
Al fin y al cabo, para mí leer siempre ha sido una exploración. Hay pocas cosas tan bellas como amar un libro del que no esperabas nada, como conocer a una autora que hace unas horas no significaba nada para ti y ahora parece ser tu hermana del alma, la que escribió lo que tú necesitabas leer.
Así que, como he dicho muchas veces, leer mujeres no ha sido jamás una limitación. Cuando quiero leer a un autor, lo hago, simplemente cada vez quiero hacerlo menos. Lo que sí es: una intención. Un ejercicio deliberado por honrar el trabajo intelectual de las autoras.
Otros proyectos enfocados en leer a mujeres
En estos seis años han surgido muchos más proyectos para impulsar la literatura hecha por mujeres desde diferentes perspectivas. Existe el hashtag #Leamoslas en Twitter e Instagram, además de iniciativas editoriales como Vindictas, una colección con la cual UNAM reeditó a escritoras que fueron invisibilizadas en su tiempo.
Mi favorito es Libros b4 Tipos, una colectiva de booktubers que cada mes proponen una lectura y, en diciembre, nos retan a todas a hacer el Guadalupe-Reinas, un maratón de 10 lecturas con diferentes consignas.
Dado que mi descubrimiento en estos años es que leer mujeres en sí mismo no promete diversidad, me encanta ver cuáles son las consignas que proponen cada año.
Desde libros escritos bajo seudónimos hasta manga y hasta la muy mal vista “superación personal”, la búsqueda comunitaria de opciones es lo que, para mí, llega al corazón de mi reto personal: conocer qué tan variado es el mundo de las escritoras.