Así son los clubes feministas de avistamiento de aves

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En un mundo en el que la calma y la contemplación se consideran un desperdicio de tiempo, la observación de la naturaleza puede incluso ser revolucionario, como demuestra el surgimiento de clubes de avistamiento de aves para mujeres.

Al igual que en otros ámbitos, muchos de estos clubes siguen dominados por hombres, pero con la misma dedicación y paciencia que las aves construyen sus nidos las mujeres han creado sus propios espacios.

Generar espacios

Los clubes de observación de aves tienen una larga tradición: iniciados en el siglo XVIII, se popularizaron en la era victoriana, esa época en la que el control total de la mujer por parte de su esposo y el silencio femenino eran lo habitual.

Ahora, las mujeres han irrumpido en estos grupos y los han vivificado: grupos como The Phoebes, Uganda Women Birders y el Feminist Bird Club de Molly Adams son parte de una tendencia. Ahora, ellas ya representan el 42% de esta comunidad.

Los clubes, sus alcances y sus objetivos son diferentes. Por ejemplo, el de Adams se distingue porque su enfoque no solo brinda una oportunidad segura a las mujeres para conectarse con la naturaleza, sino que recauda fondos para proteger los derechos de las mujeres, de personas afroamericanas y de la comunidad LGBTQ +, mediante la venta de parches en su sitio.

El ave-activismo en Argentina

avistamiento de aves
Foto: M. Paulina Cueto

Argentina nos ha dado grandes movimientos feministas como la marea verde o las marchas Ni una menos, por ello no sorprende que ahí surgiera el primer club de avistamiento feminista de Latinoamérica: la Colectiva Feminista de Observadoras de Aves, que también se conoce como Las Garzas Brujas.

De acuerdo con el sitio Latfem, el grupo es encabezado por Victoria Boano y surgió por influencia del grupo de Molly y de de otros movimientos feministas, además de malas experiencias en clubes de hombres y porque se sentían subestimadas en el ambiente naturalista y científico.

En el club participan mujeres e identidades disidentes (lesbianas o queer) y su lema es: “somos las nietas de todas las brujas que no pudieron enjaular”.

Las aves y las mujeres se parecen

Foto: Laura Borsellino

Además de reunirse para contemplar aves, Las Garzas Brujas han hecho visibles los sesgos de género que se viven en el ambientalismo de ese país.

También trabajan con comunidades de territorios amenazados por la especulación inmobiliaria o por el desarrollo industrial. A la par, desean cuestionar las formas y convenciones de estos clubes y del sistema patriarcal, esas que hasta hace poco parecían inamovibles.

Al respecto, Victoria, su creadora explicó en Latfem que, aunque surgió para compartir un espacio y “mirar pajaritos al estilo del grupo de Molly”, las garzas han atraído a tantas personas que se transformó en otra cosa “y es algo de todas ya”.

Es fácil ver por qué se han popularizado estos clubes, sirven como punto de reunión para las mujeres, las hace aprender sobre la naturaleza y nos recuerdan el parecido entre las aves y las mujeres: seres considerados frágiles, pero con habilidades inesperadas e importancia que no es reconocida como se debe.  Seres que nunca han pertenecido a las jaulas y no han dejado de buscar su libertad.

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