Así es ir al trabajo como mujer con discapacidad

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Angélica Díaz nos cuenta cómo vive ser una mujer con discapacidad en México, la falta de oportunidades de trabajo y otros obstáculos de accesibilidad.

Por: Angélica Díaz

Mi nombre es Angélica Díaz, estudio periodismo y trabajo para un canal de televisión. Todas las mañanas me levanto con la mejor actitud, aunque no sé qué me vaya a traer el día.  Solo llegar a tiempo a mi trabajo puede ser una gran aventura. 

En el 2017 sufrí las consecuencias de una negligencia médica que provocó que en tres días perdiera la pierna derecha. Esto generó un gran cambio en mi vida. Tuve que recuperar la fortaleza y la esencia que me describe como una mujer que lucha.

Gracias a mi firmeza he logrado aceptar lo que sucedió de la mejor manera, como parte de un proceso que requirió de constancia y paciencia. No fue fácil, pero poco a poco logré seguridad y entrega a una vida que estoy orgullosa de vivir.

Tomé lo más positivo de esta prueba, que me enseñó a recuperar lo más importante que llevo dentro de mí. Como persona, como amiga, humana e hija de un ser superior. 

Así es como elijo enfrentarme a las barreras que todas las personas con discapacidad observamos todos los días, hasta para algo tan simple como llegar a la oficina. 

Imagen: Angélica Díaz

Un “simple” trayecto al trabajo

Al tomar mi ducha solo me recargo en un pie y debo mantener el equilibrio para no caerme. Después, ponerme mi prótesis me toma entre 5 y 8 minutos, porque tiene que quedar bien ajustada. Ya que queda, me pongo un pantalón en el que quepa bien y elijo un zapato en el que entre sin tener que forzar.

Camino unas 4 cuadras para tomar el metro. No es común, pero algunas veces me quedo paralizada porque me lastima una parte del muñón y no puedo caminar en lo absoluto. Entonces busco la manera de caminar un poco diferente, muy lento, o tomo un taxi para no atrasarme para llegar a mi trabajo.

Si llego el metro, también es complicado, porque no todas las estaciones tienen los servicios para personas con discapacidad. Si subo una gran cantidad de escaleras, además del cansancio tengo que lidiar con el aire en la prótesis, lo que causa que pierda un poco la firmeza al continuar caminando.

Pasar todo el día sentada en mi trabajo ayuda a que recupere las fuerzas. Todo es más ligero hasta que termina la jornada y es hora de hacer todo el proceso otra vez.

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Personas con discapacidad y trabajo

Solo el hecho de tener un trabajo al cual llegar me hace parte de una minoría. Aunque las personas con discapacidad somos el 15% de la población mundial (unas mil millones de personas) y el 80% tenemos edad de trabajar, este derecho es denegado con frecuencia, porque nos enfrentamos a barreras físicas y actitudinales (o sea, las ideas y actitudes que generan comportamientos excluyentes), además de la falta de información.

Es por eso que, a comparación de las personas sin discapacidad, tenemos mayores tasas de desempleo e inactividad económica, además de estar en más riesgo para una protección social insuficiente, lo cual es clave para reducir la pobreza extrema.

En el caso de México, el reconocimiento del estatuto legal de la discapacidad no ha favorecido la integración social porque el trabajo asalariado forma parte de la zona de la vulnerabilidad, sobre todo por su precariedad, que se manifiesta en los bajos salarios y la ausencia de seguridad social estatal.

En esa medida se ha constituido una nueva forma de exclusión social, que en realidad es una desafiliación, porque las actividades de los organismos de la sociedad civil no han logrado fortalecer redes sociales que puedan ayudar a estructurar  la protección social necesaria para impedir que la pobreza y la miseria provocan la vulnerabilidad de las personas con discapacidad.

A pesar de todo esto, mantengo firme mi fuerza y voluntad por avanzar y a pesar de las adversidades, trato siempre de dar lo mejor de mí, y que nada detenga para que mi caminar siempre me acerque a mis metas y sueños.

La importancia de la independencia

El ser independiente siempre ha sido lo que más me ha impulsado en la vida. Por diferentes situaciones que tuve que enfrentar en la adolescencia, soy independiente desde los 16 años.

Mi trabajo es lo que me mantiene útil y me motiva a continuar y a tener una vida lo más parecido a la que tenía antes de perder mi pierna. Es mi lucha constante por crecer, por tener una estabilidad económica suficiente para vivir y no depender de nadie.

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Crecer profesionalmente me motiva a que poco a poco y con mucha constancia pueda construir mis metas a medio y largo plazo mis metas a medio y largo plazo. Por ejemplo, quiero comprar una casa para tener una tranquilidad que desde hace tiempo no tengo, por dificultades en los lugares que he vivido.

Amo lo que hago y sé que esta misión de vida que tengo ahora se une a lo que siempre quise: ayudar a las personas que sienten esa necesidad de cambiar pero no encuentran una  motivación necesaria que los impulse.

El programa «Un paso adelante» es mi mejor herramienta para acercarme a personas que siempre esperan ese nuevo amanecer, pero que no se dan cuenta que depende de nosotros cuando queremos despertar.

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