Hay amistades incondicionales: las que se quedan a tu lado cuando estás en el hospital; las que te prestan varo cuando no te alcanza para pagar tu tarjeta o las que le tiran huevos al coche del ex que te puso el cuerno.
Sin embargo, recién descubrí un nuevo tipo de vínculo que supera las dimensiones de lo privado-público: la amiga con la que ves una película porno.
Aunque esto puede no ser una novedad para muchas personas, para mí fue un first y tengo que confesar que fue una experiencia sumamente entretenida.
Una cosa llevó a la otra…
Todo sucedió en una escapada de fin de semana con mi amiga Ale.
Rentamos una casita, atascamos la nevera de vino rosado y nos dedicamos a leer y asolear nuestras carnes al sol.
Durante una de nuestras muchas pláticas surgió el tema del shibari, una técnica erótica japonesa que involucra cuerdas y poleas en una especie de performance de sumisión-dominación.
“Recién vi una película de XConfessions que habla sobre el tema”, dijo mi amiga. «La tengo en mi compu, ¿quieres verla?».
Obviamente no lo pensé dos veces y le dije que sí.
¡A ponerle play!
Para quienes no estén familiarizades con XConfessions, es un proyecto de la cineasta erótica Erika Lust en el que crea películas a partir de las fantasías sexuales de diversas personas. Así que yo ya sabía que no sería un documental a la National Geographic.
Ale y yo nos acomodamos en la cama con la compu frente a nosotras y le dimos play. En un inicio solo íbamos a ver la parte introductoria del video en donde se explica qué es el shibari, pero una cosa llevó a la otra y terminamos viendo no solo ese cortometraje, sino como 4 más (incluido uno de una orgía en medio de la naturaleza).
Al principio no pudimos evitar soltar un par de risas de los nervios, pero después del segundo cortometraje ya estábamos en una actitud mucho más contemplativa.
Más allá del porno
Definitivamente la experiencia fue muy distinta a ver porno sola y no, no fue como que Ale y yo termináramos todas prendidas y jariosas, sino que más bien pudimos comentar lo que vimos y abrir la puerta a muchos otros temas sobre sexualidad.
Hablamos, por ejemplo, sobre nuestras experiencias sexuales y las fantasías eróticas que teníamos por cumplir.
Nos clavamos analizando a detalle lo asombroso que son los genitales (sobre todo cuando los ves en cámara lenta y en alta definición) y también hablamos sobre cómo fue el camino que cada una recorrió para descubrir y reconciliarse con su placer.
Lo más chido de la experiencia
Creo que encontrar esos espacios de intimidad con nuestras amigas es sumamente valioso, pues nos permite ahondar en la sexualidad desde nuevos enfoques y abrir conversaciones que quizá de otro modo no surgirían.
Para mí, descubrir que la erótica puede compartirse no solo en pareja, sino también con tus amigas es algo que invariablemente cambió la dinámica y reforzó muchos vínculos afectivos.
Por lo pronto, Ale y yo ya quedamos en que me toca a mí elegir la siguiente película porno… y que la próxima vez no estaría nada mal incluir en la ecuación un proyector y unas palomitas.