“Hipótesis: todas las almas están en una búsqueda para conectarse.
Corolario: nuestras mentes no tienen conciencia de esta búsqueda.”
Mientras veía Maniac (Netflix), no pude más que pensar en mi padre y mi obstinada necesidad de negar su ausencia. Fue tan dolorosa y sorpresiva su muerte, que en un acto reflejo –tal vez un mecanismo de defensa que hasta entonces desconocía– di vuelta a la página haciendo como que no pasaba nada, como que todo estaba igual, aunque en secreto y a solas volvía una y otra vez, tal como lo hace Annie (Emma Stone), a esa última escena en donde no puede despedirse ni decir nada; incontables días en los que amanecí llorando al darme cuenta de que todo era un sueño, de que él ya no estaba vivo, de que nunca iba a regresar.
Y así andaba, con el corazón apachurrado, fingiendo que tenía la situación bajo control, aunque en realidad me sentía –me siento todavía– coja, incompleta.
Los mundos ocultos nos causan mucho dolor y negar la muerte es, también, negar la vida. Curioso, ¿no? Este texto no pretende calificar la calidad de Maniac, es, más bien, un acercamiento a lo que me hizo sentir, emociones que, sin duda, muchos han padecido después de perder a un ser amado.
–Este es el lugar, aquí morí.
–No quiero verlo.
–Debes mirar, así seguirás tu vida. Es hora de despedirse.
–No puedo despedirme de ti.
–Debes hacerlo.
–No puedo.
–Tienes que hacerlo
Se trata de un diálogo entre Annie y su hermana. Siento que es también mi diálogo interno. ¿A ti sí te enseñaron a decir adiós?
«Uno no tendría por qué despedirse nunca…»
Cuando murió mi padre, a los pocos meses me fui de casa, pensé que quería independizarme, sin embargo, y en honor a la verdad, no soportaba vivir en donde había sido tan feliz.
Pasé mucho, muchísimo tiempo (años) sin forjar relaciones fuertes, pues ello implicaba abrirme, ser sincera, hacer nuevos lazos, temer nuevas pérdidas. Cuando me di la oportunidad de formalizar una relación de pareja, tardé casi un año en “confesarme”.
En mi cabeza algo me dice que una no tendría por qué despedirse nunca. Hoy recuerdo, más con gracia que otra cosa, ese par de sesiones «espiritistas» a las que fui –tal como pasa en la serie– en busca de respuestas, de consuelo. Claro que no obtuve razón de nada. Creo que la vida es así y la gente simplemente se va, nos vamos.
Una forma de anestesiar el dolor
En Maniac la premisa es: queremos erradicar las formas innecesarias e ineficientes de dolor humano para siempre, y por medio de una píldora que, en teoría, tendría que sanar aquellos problemas que pueden llegar a definirnos: depresión, ansiedad, letargo, miedos irracionales.
El padre de Annie, por ejemplo, se mete a una cápsula con tal de no enfrentar su realidad. Se encierra. Nosotros no tenemos eso –todavía–, pero nos escondemos en el trabajo, en una relación, en actos destructivos, en la soledad; la mente crea barreras para esconder el dolor, tienes miedo y no quieres que lo noten, entonces mientes una y otra vez; quieres ser fuerte, pero a la vez te sientes profundamente herida.
“No quiero fingir que no moriste, ya no. Es la misma historia una y otra vez y estoy harta”, le dice Annie a su hermana. Es muy difícil, por no decir agotador y doloroso, mantener en nuestras vidas a quienes hemos perdido. El pasado, al menos ese, es una seductora trampa que termina lastimando mucho más.
En Maniac existe una habitación de los «McMurphy», personas que destruyen sus reflejos de autodefensa y quedan dormidos para siempre, como en coma; prisioneros con muerte cerebral en el mundo real.
Al final, Annie se pregunta cuándo dejará de sentirse así. La respuesta es: nunca. Siempre te vas a sentir así. Tendrás que descubrir cómo adaptarte y, en realidad, nadie sabe cómo hacerlo. Sólo despídete, sálvate.
¿Puede una serie (de ficción) hacer tanto clic contigo, al punto de resultar casi terapéutica? Según mi experiencia, sí. Maniac me hizo recordar momentos muy oscuros de mi vida, pasajes que –me di cuenta conforme pasaban los capítulos– seguían atrincherados en mi interior, lastimándome.
El dolor no desapareció de un día para otro, por supuesto; lo que sí puedo decir es que entendí, por fin, que es imposible seguir negando la muerte de mi padre.
Si consideras que estás viviendo un duelo patológico, busca ayuda profesional. Puedes dar el primer paso aquí: https://ayudaparadepresion.org.mx/