¡Libera ese par! Mis razones (y consejos) para ya no usar brasier

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Foto. Matheus Ferrero
Foto. Matheus Ferrero

¿Hay algo mejor que quitarse el brasier al final del día? Sí, no usarlo.

Llega una hora del día en que los senos pugnan por salir de su encierro, la presión se hace insoportable y por más que nos juran que ahora los diseños de brasieres son inteligentes y se adaptan al cuerpo, algunas sólo sentimos alivio hasta que nos despojamos de él.

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Creo que hay dos grandes momentos en la vida de una mujer: el inicio de la menstruación y cuando usa su primer brasier, ese rito trascendental se transforma rápidamente en una tortura: talla equivocada, varillas que se encajan de repente, dolor y marcas en la piel al final del día se vuelven parte de la rutina.

No sé tú, pero a mí no me cayó nada bien la noticia de que debía usar sostén; no comprendía por qué de pronto tenía que llevarlo a diario, ni por qué a otras niñas les fascinaba la idea de envolver su pecho en tela y varillas. No me puse uno hasta la universidad, a veces usaba deportivos o corpiño, pero casi siempre los dejaba en casa.

Cediendo a la presión

Me sentía muy cómoda sin llevar nada, hasta que empecé a notar las miradas insistentes de los hombres y las de desaprobación de algunas mujeres.

Para evitarme problemas empecé a usar corpiños a diario, después mi mamá me regaló mi primer bra “real” y algunos con abundante relleno que jamás me molesté en usar.

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A pesar de la incomodidad, me acostumbré y hallé cierto placer en ello: me gustaba probar distintas texturas, las transparencias y los encajes se volvieron mis favoritos, cuando usaba camisas las llevaba desabrochadas para que el sujetador se asomara.

Ahora iba más tranquila por la calle; los hombres no me molestaban tanto y las miradas femeninas se esfumaron. Lo cierto es que me lo quitaba en cuanto podía: al llegar a casa, en baños públicos, incluso cuando ya trabajaba en un periódico me lo quité en plena cobertura electoral, ante el beneplácito de mis compañeras.

Decidiendo no usar brasier

Olvidé mis intentos braless hasta 2015, cuando tomé un empleo formal. Noté que no sólo me molestaba estar sentada tantas horas, sino que la ropa interior me oprimía más que nunca, así que decidí volver a intentarlo y me fui a la redacción sin nada debajo.

La diferencia fue notoria, me sentí mucho mejor, nada me apretaba y creo que hasta el humor me cambió. Al principio fue muy extraño, pero el roce de la ropa era agradable y, pese a que no me arreglaba tanto, me sentía más sexy, atractiva y sobre todo cómoda. Me divertía pensar que no llevaba una prenda que se considera obligatoria para la mujer.

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Hace tres años que sólo me pongo brasier cuando es absolutamente necesario, (prendas transparentes, ejercicio) así que, si estás lista para liberar algo más que el pezón, toma en cuenta esto:

Consejos para no usar brasier

1. Es verdad que la transición puede ser más fácil para las tallas chicas y medianas, sin embargo, el tamaño no es impedimento: puedes ponerte tops de licra, prendas que traigan copa o soporte incluido, también puedes usar foulards o pashminas, otra opción son los cubrepezones que, de paso, elevan el pecho.

2. ¿Te gustan tus pechos? Una manera de saberlo es conocerlos fuera del sujetador.

Encerrados y bajo la ropa todos lucen prácticamente iguales, pero sin bra observas detalladamente su forma, su elevación. No usar brasier nos hace darnos cuenta de que son tan únicos como su poseedora y debe ser ella la primera en descubrirlo.

3. Las miradas son inevitables, tus pezones van a ser más obvios y la gente va a notarlo, igual que el movimiento mientras caminas. No dejes que esto te detenga, es una gran posibilidad para tener mayor confianza y confrontar los prejuicios sobre nuestros cuerpos.

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4. Puede sonar exagerado, pero el brasier es un instrumento de control.

Al estar hipersexualizado, el pecho femenino debe cubrirse y lucir de cierta forma para ser aceptado. Quitarte el sujetador es un pequeño paso para las tetas y un gran paso para la mujer.

En una sociedad obsesionada por decirle a las mujeres qué hacer y cómo deben lucir, es una oportunidad para apoderarnos del cuerpo, pues nos han enseñado que no es nuestro, sino para que otros lo gocen, juzguen, toquen o malmiren, nunca para disfrutarlo, sentirlo y admirarlo nosotras.

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5. Para mí, plantarle las tetas al sistema es una pequeña lucha contra lo que nos han enseñado, es impedir que me valoren por algo tan trivial como llevar o no brasier; una patada en la espinilla del conservadurismo.

Las tetas saltan constantemente fuera del sostén porque no están hechas para estar en él y si bien es cierto que las feministas jamás quemaron brasieres, quizá nosotras deberíamos empezar a hacerlo.

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