El jueves 26 de julio de 2018 una mujer se levanta por la mañana, incluso antes de que suene la alarma del celular, porque su curiosidad y pasión por la vida son suficiente para recordarle que tiene un gran viaje por delante. Ella sueña con recorrer el mundo y está decidida a hacerlo realidad.
María Trinidad Matus, una mexicana, una mujer de alas grandes, una soñadora empedernida, una joven de 25 años, una amante irrestricta de las sirenas, la naturaleza y el mar, una como tú y como yo… viaja hacia Costa Rica desbordada de vida, pero nunca más regresa…
El domingo 5 de agosto sus ojos vieron por última vez el mar porque dos monstruos le quitaron el derecho a ser libre. Aquella noche, en la playa de Santa Teresa yacía el cuerpo de una mujer más a la que, a manos de dos hombres, le fueron arrebatados sus sueños por conocer el mundo entero, sus planes como compositora y productora, el tiempo para volver a abrazar a quienes les prometió que regresaría, su futuro, la vida…
No solo es Costa Rica…
Mientras María sufría en Costa Rica, lo más probable es que en México otras mujeres estuvieran siendo víctimas, puesto que, de acuerdo con la Agencia de las Naciones Unidas para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en México, siete mujeres son asesinadas en el país cada 24 horas y con un nivel de agresividad cada día mayor.
Hoy María ya no sufre más, tampoco lo hacen las 52 mil 210 mujeres que, de acuerdo con ONU Mujeres, fueron asesinadas en México de 1985 a 2016.
Hoy sufrimos todos los que leemos, vemos o escuchamos las noticias diariamente; hoy sufren las mamás que, al ver salir a sus hijas, memorizan cada uno de los detalles como la ropa, color, peinado etcétera, antes de que se vayan, por si ya no regresan; hoy sufren los padres de familia que, sin haber ido a la escuela, estudian las leyes vigentes buscando justicia para las mujeres que han perdido; hoy sufrimos todas las mujeres que caminamos por la calle, con miedo, con precaución, con nerviosismo y con la pregunta en la mente de, ¿y si hoy fuera mi nombre el que apareciera en los noticieros?, ¿y si hoy fuera mi familia la que tuviera que llorar mi partida?
Violencia contra la mujer
Lo verdaderamente alarmante es que no es un problema de Costa Rica o de México, o de los 25 países con mayor número de feminicidios a nivel mundial: es un problema de escala mundial que raya en la condición humana.
La violencia contra la mujer no sólo se registra en los miles de feminicidios que ocurren a nivel mundial; sino también en el 51% de las víctimas de trata de personas que viven actualmente alrededor del mundo y que son mujeres en edad adulta; en el 35% de mujeres en todo el mundo que han sufrido violencia física o sexual; en los 120 millones de niñas que han sufrido el coito forzado a nivel mundial…
Las palabras también violentan
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, 30 millones de mujeres, de las 46.5 millones que viven actualmente en México, están siendo violentadas en el mismo instante que lees esto. Mientras cruzan la calle, esperan el autobús, compran su despensa, pasean a sus mascotas, salen del gimnasio, van hacia su escuela o están en el trabajo.
Son violentadas por alguna persona que no ha logrado comprender que las frases: “¡Qué buena estás!”, “¡Te voy a robar!”, “¡Mamacita!” también son armas, también lastiman, también violentan.
Violencia por omisión
Pero la violencia contra la mujer no sólo es acción, también es omisión. Uno de los más destacados artistas del Street Art británico, Banksy, hace unos años hizo un mural con el siguiente mensaje:
Lo mismo ocurre con la violencia contra la mujer. Si nos lavamos las manos cuando vemos, experimentamos o sabemos de un acto de violencia contra una mujer, estamos siendo cómplices y perpetuadores.
Cuando pasamos por alto que un compañero, amigo, novio, esposo, papá, hermano, familiar, vecino, desconocido, etcétera, falte al respeto, agreda, menosprecie, demerite, difame, ofenda o violente a una mujer, y callamos, ignoramos y/o dejamos pasar, estamos normalizándolo.
Y cada vez que normalizamos los actos, hechos o situaciones de violencia, aceptamos que una de nosotras que saldrá con sus amigos por la noche, sufrirá abuso sexual; que una de nosotras de camino a casa, será secuestrada; que una de nosotras mientras saldrá de compras, desaparecerá, y que una de nosotras que viajará sola, no regresará.