Hasta hace unos días, que alguien publicara una foto tuya desnuda y la difundiera por WhatsApp, por Facebook, Twitter o las subiera a algún sitio no podía ser sancionado legalmente… A lo mucho existía la opción de denunciar por ti mismx e intentar borrar tus imágenes de toda la red, y aún así eso no te quitaba el coraje y la indignación de ver algo tan íntimo llevado al plano público.
Si esto le pasó a Jennifer Lawrence y a Kate del Castillo, y ha sido difícil (y hasta imposible) borrar esas fotos de la red, ¿quién podría defenderte a ti o hacer justicia en un caso «menos visible» como el de alguien que no es una celebridad?
La yucateca Ana Baquedano, una estudiante de Psicología, logró algo inédito. Hizo que su iniciativa de ley fuera aprobada por los 25 diputadxs del Congreso de su estado. A partir del 1 de agosto, se castigará con cárcel (de seis meses a cinco años) a quienes incurran en el delito de la pornovenganza, revelar, divulgar, publicar o amenazar con difundir imágenes eróticas, sexuales o pornográficas (capturadas ya sea con o sin el consentimiento de las personas afectadas) por medio de mensajes telefónicos, publicaciones en redes sociales, correo electrónico o cualquier otro medio.
Ana, la activista que lo logró
Ana Baquedano tiene 23 años y hoy es activista. Llegó a serlo a partir de convertirse en víctima de la pornovenganza en un sitio llamado Yucatercos. Un día, ella decidió compartir una foto íntima a una persona de su máxima confianza, él la publicó, la mandó a sus amigos, empezó a rodar por todos lados y así llegó a la vista pública.
Para quien no conoce Yucatercos, nos explica Ana, era un sitio donde subían fotos de personas desnudas o con poca ropa y acompañaban la imagen con datos personales. Esto provocaba escarnio social que podía ser focalizado. Y si la persona de la foto deseaba bajarla del sitio, entonces le pedían dinero a cambio de ello.
“Hoy ya cerró porque era una red de extorsión, crimen organizado y trata de personas. Era un sitio donde, se podía intuir, muchxs llegaban ahí por venganza de alguna pareja, pues había datos demasiado específicos”.
Al saber lo que logró Ana en Yucatán, teníamos que compartirles un poco cómo fue que lo hizo y hablamos directamente con ella.
¿Cómo pasaste de esta experiencia amarga al activismo contra la pornovenganza?
A partir de que una foto mía fue expuesta en Yucatercos, decidí llevar mi propio proceso personal. Fui reestructurando mi mente, a empoderarme a través de contar mi propia historia, a mis amigos, a mis parejas, a mi familia, y así me fue dejando de dar miedo. Mi caso fue ese, pero vi que a muchas niñas también las estaban exponiendo en este sitio, que compartían fotos íntimas con datos personales.
Me enteré de que una ONG llamada Indignación estaba llevando el caso y me acerqué a ella. Al tener yo voz como víctima, todo fue más natural. En ese grupo de personas que denunciábamos, me di cuenta de que yo era la única que no tenía miedo, las demás sentían vergüenza, angustia.
Me movió mucho este privilegio de sentirme bien y quise hacer lo posible porque las demás personas se sintieran como yo. Empecé a contar mi historia, sin censuras, a medios locales y nacionales; a dar conferencias en escuelas y así me metí en esto.
¿Cómo lograste que aprobaran tu iniciativa y ahora sea una ley?
Me di cuenta de que contar mi historia y empezar a difundir el tema estaba bien, pero era necesario hacer más, llevar la denuncia a otro nivel, al legal, para que más personas estuvieran protegidas. Así que comencé a trabajar en una iniciativa de ley, la armamos y por medio de la plataforma llamada Escudo Yucatán, le llegó a la secretaria General de Gobierno, de ahí al gobernador del Congreso y en seis meses fue aprobada por unanimidad en el Congreso.
¿Qué tipo de consecuencias tiene la pornovenganza?
Algo pasa con este tema, que escuchas un testimonio y parece que ya los oíste todos. Tienen ciclos muy parecidos.
Lo que a mí me pasó fue que sufrí mucho acoso escolar, en redes sociales, con mi familia, a donde quiera que iba (restaurantes, bares, fiestas, hasta en una isla a la que fui de vacaciones) es un fenómeno donde me culpaba por haberme puesto en esa situación, entonces, empecé a tener una relación horrible conmigo. Hay frustración, odio personal. Llega un momento en el que se siente que no hay escapatoria.
Y mi historia fue muy distinta porque yo tenía recursos (personales, sobre todo). Mi mamá me apoyó, mis amigas.
Conocí la historia de una chica que escuchó demasiado el “eres una zorra”, “nadie te quiere”, “tú no vales”; le cuestionaron tanto sus valores y su valía como persona que llegó a creerse —como muchas otras— el “nadie te va a querer”. Entonces, después de eso, llegó un tipo con el que comenzó una relación donde hubo golpes, abusos, y pensó que eso era lo mejor que podía tener. Al final, su historia terminó bien porque dejó a ese hombre, se metió a clases de box, se empoderó…
Sin embargo, hay historias que no terminan bien. Destruyen la autoestima de las personas, hay deserción escolar, se acaban cambiando de ciudad (porque ya no se sienten bienvenidas), tienen que cerrar sus redes sociales, hasta casos que acaban en suicidio. Y les pasa a hombres también, porque no todas las personas tienen el apoyo de su familia o amigos.
¿Por qué antes no se había hecho nada al respecto de la pornovenganza?
Sí se han hecho esfuerzos similares, pero con un enfoque equivocado. El método que estaban intentando implementar era para evitar que las personas hagan sexting, que “se cuiden a sí mismas” (como la campaña de Televisa), que eviten el origen para que no haya problema.
Estaban concentrándose en satanizar el sexting en vez de atacar a quien hacía mal uso de él o incluso extorsionaba. Es como “no tengas cosas bonitas para que no te roben”. Esto normaliza la violencia, revictimiza a las personas que están pasado por eso, esas campañas le dan una excusa a la gente para violentar. Para ellos era más fácil decir “no hagas sexting y si lo haces, te aguantas” que concentrarse en un problema de respeto del que todos formamos parte.
«Sí creo que es más fácil juzgar a una persona por hacer sexting que juzgar a toda una sociedad que violenta».
Este tipo de iniciativas logra que la pornovenganza pueda ser un castigo penado por ley, pero ¿cómo se puede combatir de ciudadano a ciudadano?
Lo que hago a través de mis conferencias es explicar la falta de lógica o lo absurdo que es culpar a la víctima. Que al cuidar a los demás te cuidas a ti mismx. Si tú creas un ambiente en el que estemos en confianza, donde respetemos a los demás, cuando te pase a ti, vas a estar bien cuidadx.
Trato de depositar la responsabilidad en todos. Dejar claro que es un problema social del que nos tenemos que dar cuenta cómo participamos y a todos los espectadores que de forma pasiva o agresiva formaron parte de este fenómeno.
En las conferencias expongo mi caso. Pongo mi foto (censurada, porque es en escuelas) y les pregunto “¿qué me pueden decir de esta persona que ven aquí? ¿Qué saben de ella por esta foto?”. Y no pueden contestar (y quienes lo hacen son juicios aprendidos). Entonces es intentar deconstruir estas ideas que hemos estado repitiendo y que no han sido efectivas.
En una sociedad donde hay quien considera que la pornovenganza es culpa de quien envió sus nudes. ¿Cómo podemos cambiar esto?
Pasa mucho que la gente juzga y dice “si ella se tomó la foto es porque aceptó que se viera así en público”, y lo que creo es que el cambio empieza en cada persona. Es tratar a los demás con respeto.
A quien se debe de cuestionar es a quien la compartió en primer lugar. Es difundir un mensaje de amor y de apoyo a las personas que puedan ser víctimas. Si a mí me llega una foto así, no la voy a difundir, no voy a ser parte de esa exposición.
Es una lucha difícil en este país y en esta mentalidad, pero al transmitir este mensaje se construyen agentes de cambio.
¿Hasta dónde piensas llevar este activismo?
Sé que mi caso fue irreal, todo fue muy rápido y tuve mucho apoyo y un poco de suerte. Para el mundo del activismo es inédito. Me gustaría llevarlo a todo el país y ojalá a Centroamérica y Sudamérica. Llevar el mensaje a escuelas que tengan el protocolo de atención y quieran compartir este mensaje entre los estudiantes. Me encantaría hacer muchísimas más cosas, con testimonios e involucrando nuevas tecnologías (Facebook ya ha comenzado a hacer algo al respecto). En verdad me falta mucho por hacer.