La razón por la que no a todas las mujeres homosexuales nos gusta que nos llamen lesbianas

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Me tomó muchos años entender el poder del lenguaje y su representación.

Una vez en sexto de primaria recuerdo haber estado con uno de mis compañeros y que, usando un diccionario, buscábamos palabras que podrían ser ofensivas. La lista de que pudimos haber usado es borrosa, pero la que sí recuerdo claramente fue «homosexual». ¿Por qué pensamos que pudo haber sido ofensiva?

En mi familia no tengo memoria de haber escuchado a mis papás usar la palabra. Punto. Tampoco en la iglesia y eso que durante muchos años tuvimos una exitosa carrera como familia católica poblana. Lo cierto es que tampoco se hablaba de las muchas formas de la diversidad. Es decir, ser gay, bisexual, pansexual o cualquier otra cosa, no era una posibilidad a mi alcance.

La importancia de la representación

‘The Celluloid Closet’ fue publicado en 1981, ahí Vito Russo, el autor, analizaba los estereotipos que Hollywood se ocupó de perpetuar y explotar durante muchos años. Esta publicación explica cómo en 100 años de cine era raro encontrar personajes LGBT+ al centro de las historias que se mostraban en los filmes.

Los roles de hombres gay —que eran los que más representación tenían— inevitablemente morían o tenían algún final trágico… ser gay no era sinónimo de felicidad. Ya no pensemos en historias de mujeres que no fueran heterosexuales, esas eran virtualmente inexistentes.

El cine, las series y la relación LGBT+

Eso era en los 80. Si hacemos un salto de un par de décadas, encontramos que sólo 18.4% de los personajes que aparecieron en 125 películas en 2017 son LGBT+. El estudio, que se realiza anualmente, fue publicado por la Gay and Lesbian Association Against Diffamation (GLAAD), organización que lucha desde 1985 por la aceptación y representación de la comunidad.

Para sorpresa de nadie, Netflix está tomando en sus manos desarrollar contenidos que no solamente tienen personajes gays o lésbicos, trans o bisexuales, sino que además incluyen personajes no binarios en series familiares como ‘One Day at a Time’.

Ahí mismo enfrentan las profundas creencias religiosas de Lydia, la abuela de la familia, con el hecho de que su nieta, Elena, es gay. Interpretada por Rita Moreno, Lydia, rápidamente reflexiona que su religión le indica que debe amar a todos y después de un proceso de eliminación, entiende que el amor debería ser lo único que importa.

En esa misma serie, el papá de Elena la rechaza por su identidad sexual. Parece algo sin importancia, pero este tipo de contrastes son poco comunes. Más, cuando 62 personajes lésbicos y bisexuales fueron eliminados (asesinados) entre 2017 y 2018.

One Day at a Time | Foto. Netflix

De la pantalla a la vida personal

El poder reclamar una identidad es algo transformacional y un privilegio al que no todxs tienen acceso. Me tomó varios años dejar de sentir que la palabra lesbiana era un ataque personal y entenderla como una forma de identificación.

Para mí llevaba (y aún lleva) connotaciones negativas y usarla, serlo, se siente como un posible motivo de rechazo. El hecho de que activistas e individuos alrededor del mundo sigan en la lucha por derechos iguales es muestra de esto.

Nuestra identidad es influenciada por el mundo que nos rodea, tanto como nosotros podemos influenciar el mundo que nos rodea. De ahí la importancia de hablar sobre las palabras que nos identifican y de las que no también.

Usar ese término para referirme a mí misma va acompañado de un toque de decepción a lo que se esperaba de mí y no sucederá. Entonces claro, ¿qué prefiero? Por un lado, preferiría —como muchas mujeres— que no existieran todas esas expectativas impuestas por el patriarcado.

Aunque lesbiana no es una ofensa, prefiero palabras como «gay», porque me da una posibilidad de relacionarme conmigo y el mundo de una forma más libre y cómoda. Tal vez el siguiente paso sería incomodar más a los grupos homofóbicos del mundo. A lo mejor valdría la pena poner más atención a las formas que usan los demás. A lo mejor un poco de consideración y conciencia serían clave al hablar sobre otrxs.

Esa fuerza en las palabras

Reclamar palabras y sus significados no es nuevo para la comunidad LGBT+ y otras minorías que han tomado esta labor en sus manos. «En lugar de aceptar pasivamente las connotaciones negativas de la etiqueta… (uno) rechaza esos significados dañinos y a través de la reapropiación, llena a la etiqueta de connotaciones positivas», escribió en 2003 un grupo de psicólogos en la publicación «The Reappropiation of Stigmatizing labels: Implicaions for Social Identity».

Eso sucedió con la palabra «queer», cuyo uso últimamente es más común y, que explicado de manera muy somera, busca agrupar a todxs aquellxs que no quieren reducir su sexualidad a una etiqueta. En algún momento la palabra fue un insulto.

Pero en los años 80, en Estados Unidos, lxs activistas retomaron la palabra como un símbolo de anarquía, y fundaron organizaciones como Queer Nation —que luchaba contra los crímenes de odio. Después de una década, el uso de la palabra «queer» se convirtió en una respuesta directa a la homofobia. Para 1999 aparecieron series de televisión que lo incluyeron en sus títulos, como ‘Queer as Folk’ y ahora, es aún más popular gracias a que personajes famosos como Miley Cyrus han decidido tomarla como propias.

Cuando Ellen DeGeneres, —por mucho una de las mujeres lesbianas más visible y reconocida en el mundo (pop)— salió del closet públicamente, su programa de TV fue cancelado. Ella sabía los riesgos de hacerlo y aun así habló abiertamente sobre ser gay dentro y fuera de la serie que protagonizaba. ¿Por qué?, «decidí que eso no iba a ser algo de lo que iba a vivir avergonzada», dijo en abril de 2017 en una aparición en Oprah, 20 años después de aquel momento.

El leer y escuchar esas palabras hace una diferencia para quienes están buscando formas de identificarse. A lo mejor simplemente toca hacer como muchxs antes que yo –como aquellxs que se identificaban como queers– y ayudar a quitarle el poder de ofensa a esas palabras.

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