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Philip Anschutz: el lado menos conocido, no tan cool y más polémico de Coachella

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Foto. Coachella
Philip Anschutz Coachella
Foto. Coachella

Si se habla de Coachella se piensa de inmediato en buena música, diversión, en celebridades conviviendo con los mortales, en un clima cálido y lo cool que es estar ahí. Sin embargo, Philip Anschutz, dueño de Coachella, podría parecer lo opuesto a buena vibra.

Uno de los pilares de la fortuna del magnate es Anschutz Entertainment Group (AEG), una promotora de entretenimiento deportivo y musical. Con ella, precisamente, organiza el Festival Coachella. Y sí, Anschutz no tendría por qué ser un millonario tipo Richard Branson (fundador de Virgin), que es la representación humana de la diversión y se va de vacaciones con Barack Obama, pero hablar de él de inmediato genera polémica.

Entre las características que se enlistan sobre él está ser un negacionista del cambio climático (como lo catalogó Greenpeace), justo como Donald Trump, que dice que eso no existe. Además, el perfil de Philip Anschutz se ha vuelto una estampa macabra en los medios de comunicación estadounidenses, donde aseguran que ha donado a organizaciones antigays y antiaborto y apoya a los políticos republicanos.

Aunque en 2017 Anschutz negó estar en contra de la comunidad LGBT en un comunicado en el que expresó «Apoyo inequívocamente los derechos de todas las personas sin importar su orientación sexual… No toleramos la discriminación de ninguna forma», las críticas han caído duramente sobre él por la forma en la que utiliza su fortuna para apoyar a candidatos con ideales y políticas ultraconservadoras.

Mucho dinero, mucho poder

En marzo de 2017, la revista Forbes lo ubicó en la posición 38 entre las personas más ricas de EU, con una fortuna de 2.5 mil millones de dólares. Y así como es de grande su patrimonio, así sus posesiones. Es cofundador de la Major League Soccer y posee varios equipos de futbol como Los Angeles Galaxy, Chicago Fire, Houston Dynamo, San Jose Earthquakes y NY/NJ MetroStars (ahora New York Red Bulls). El famoso Staples Center es suyo y es inversionista en películas familiares como ‘Las Crónicas de Narnia’.

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Tanto dinero le permite ayudar a quien él guste. El dueño de Coachella apoya a políticos de derecha con miles de dólares. Según el sitio The Father, el año pasado Anschutz entregó $5,400 dólares a Cory Gardner, un senador proarmas; $2,700 al representante Scott Tipton, que se opone al matrimonio homosexual y el derecho al aborto, y $5,400 dólares al miembro de la Cámara Mike Coffman, que también se opone al aborto.

Anschutz es miembro de la Iglesia Evangélica Presbiteriana. Él y su esposa Nancy —a quien conoció cuando tenía 16 años— tienen tres hijos. A él se le considera un hombre un tanto solitario que prefiere permanecer en la sombra y en más de 30 años no ha dado una entrevista formal.

A la par, en un lado más luminoso, ha dado millones a universidades en Estados Unidos. Una es la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, la cual ahora se llama Campus Médico Anschutz en su honor, tras haber construido el nuevo campus médico, dental, de enfermería y farmacia con su aportación.

Foto. Coachella

¿Estar o no estar?

En lo que va de 2018, una de las noticias más importantes en la rama del entretenimiento ha sido el cartel de Coachella. No solo tendrán a bandas tan diversas como Los Ángeles Azules (Iztapalapa, México), sino que una de las artistas principales es Beyoncé. Sí, una de las cantantes más activas en pro de los derechos de la mujer y el empoderamiento femenino.

La pregunta obligada (y ética) es ¿deberían renunciar al festival los músicos y cantantes que no comulgan con las ideas de su dueño? Hasta ahora, son muy pocos los grupos o cantantes que han protestado contra Anschutz y optado por no ser parte de uno de sus negocios. Algo nada fácil de hacer, pues Coachella no solo paga sumas importantes a lxs músicxs, sino que es un foro importante en la carrera de cualquiera.

«El espíritu liberar e inclusivo que tiene el Festival Coachella choca con la imagen de Philip Anschutz», explica la revista Billboard. A la par, expone que muchos usuarios en Twitter —arrastrados por un «síntoma del efecto Trump»— han dicho que esta revelación les impide ir al festival, pero que tal vez sea una discusión que se quede solo en las redes sociales.

La realidad es que los boletos para Coachella se terminaron solo en tres horas. Y es probable que en unos meses todo esto se haya olvidado, con una cerveza en mano, bailando y viendo a Beyoncé cantar en Indio, Calidornia.

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