Una de las mujeres que tiene todas las credenciales (y disciplinas y títulos «inmorales») para reconocerse dentro de las fundadoras del feminismo y fundamental en esta historia es Simone de Beauvoir (9 de enero de 1908-14 de abril de 1986). Nació, vivió y murió en París, pero tuvo ideas tan grandes que trascendieron ciudades, países y hasta el tiempo. De ahí que, a 110 años de su nacimiento, sigamos hablando de ella.
Si aún no estás familiarizada con ella o quieres conocerla un poco más, te contamos que Simone de Beauvoir fue escritora, profesora y filósofa. Creció en una familia súper católica y su padre jamás le ocultó que deseaba que ella hubiera sido varón. Escribió novelas, ensayos, biografías y monográficos sobre temas políticos, sociales y filosóficos.
Las frases de Simone de Beauvoir que ocurren en cada vivencia
Por medio de la obra y la propia vida de Simone de Beauvoir es posible encontrar esas frases que se han vuelto verdadero mantras en el feminismo conocemos hoy. Basta contar partes de su biografía para entender de dónde surgió cada uno de esos pensamientos que ahora bien podemos atesorar y hasta enmarcar.
Debido a problemas económicos de su familia derivados de la Primera Guerra Mundial, a ella y a su hermana no les quedó más que estudiar y trabajar (¿ven como hasta miseria tiene su lado positivo?).
“Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa”.
Trabajó como profesora de Filosofía y tuvo un “amor necesario” (así lo llamaba) con el filósofo Jean Paul Sartre a quien conoció en el colegio. Y aunque él le propuso matrimonio, ella nunca quiso casarse.
“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal”.
Tampoco quiso tener tener hijos, pero sí adoptó a una niña. Para ella, vivir en matrimonio o tener hijos no era un plan de vida. Por el contrario, ella pensaba que era así «me parece artificial buscar en su ausencia una libertad que, con toda sinceridad, solamente podía encontrar en mi cabeza y en mi corazón». Es decir, para ella, estaba antes el amor propio que hacia una pareja o un hijx.
“Es lícito violar una cultura, pero a condición de hacerle un hijo”.
Ella no se limitaba sexualmente, incluso, también exploró la homosexualidad. De hecho, mantuvo relaciones amorosas con algunas de sus alumnas y con algún discípulo de Sartre. A estos les llamaba “amores contingentes”.
“En sí, la homosexualidad está tan limitada como la heterosexualidad: lo ideal sería ser capaz de amar a una mujer o a un hombre, a cualquier ser humano, sin sentir miedo, inhibición u obligación”.
Quizá haber escrito ‘El segundo sexo’ (1949) fue lo que le dio mayor fama (aunque su propia vida y ejemplo de trabajo basta y sobra para recordarla), pues con ella vendió un millón de ejemplares en Estados Unidos. Sin embargo antes tuvo otras novelas como ‘Cuando predomina lo espiritual ‘ o ‘La Invitada’.
“La Humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí misma, sino con relación a él; no la considera como un ser autónomo.»
Fue en «El segundo sexo» donde sus reflexiones al describir a una sociedad en la que se relega a la mujer a una situación de inferioridad llegó para abrir los ojos de muchas… y de muchos.
«No se nace mujer: llega una a serlo».
Otros libros esenciales en su vida son ‘Los Mandarines’, publicado en 1954; ‘Una muerte muy dulce’, el cual relata la muerte de su madre y al que Sartre consideró como lo mejor escrito de De Beauvoir, y ‘La ceremonia del adiós’, que narra los últimos 10 años de vida de este amigo y compañero sentimental.
«El cuerpo no es una cosa, es una situación: es nuestra comprensión del mundo y nuestro bosquejo de nuestro proyecto».
Sí, no se destacó por agradar a los demás, pero sí a sí misma. Entre sus ideas describió al matrimonio como una «institución burguesa repugnante», algo similar a la prostitución en la que la mujer depende económicamente de su marido y no tiene posibilidad de independizarse.
«En el acto sexual, en la maternidad, la mujer no compromete solamente tiempo y energías, sino también valores esenciales».
Y causó revuelo con ideas como la que tenía al respecto del aborto.
«El aborto es parte integral de la evolución en la naturaleza y la historia humana. Esto no es un argumento ni a favor o en contra, sino un hecho innegable. No hay pueblo, ni época donde el aborto no fuera practicado legal o ilegalmente. El aborto está completamente ligado a la existencia humana…».
Después de consolidarse como escritora, viajar por el mundo y difundir sus ideas feministas, volvió a París. Ahí murió y ahora descansan sus restos en el famoso cementerio de Montparnasse. Hoy, a 110 años de su nacimiento, la recordamos por todo esto.