** Texto escrito por Jessy Fragoso & Redacción Malvestida **
Luego de años de que parecía estar dormida, la lucha feminista despertó en 2017, muchas pesadillas salieron y entonces pudimos conocer a esos monstruos. Este año sacó a la superficie el problema de acoso sexual que colmaba a la industria del cine y la televisión estadounidense. Todo comenzó con las denuncias reveladas tanto en la revista The New Yorker como en el diario The New York Times, donde varias mujeres declararon ser víctimas de acoso por parte del productor, Harvey Weinstein.
Sendos trabajos de investigación trajeron consigo una lista de actrices y actores con fama internacional que, ya sin miedo, desvelaron más casos y se atrevieron a alzar la voz. Enseguida apareció la acusación pública de Anthony Rapp denunciando al actor Kevin Spacey por acoso sexual. En un espacio de dos meses, el protagonista de House of Cards sumó al menos 20 acusaciones más. Le siguió el cómico Louis C. K. y el director creativo de Pixar, John Lasseter.
Irónicamente, uno de los periodistas que dio a conocer esta cruda trama de acosos sexuales fue Ronan Farrow, hijo de Woody Allen. El cineasta —que dejó a Mia Farrow, madre de Ronan, por casarse con Soon-Yi Previn, su hija adoptiva— ha estado durante años en esa controversia por acosos sexuales. Weinstein es el responsable de que la carrera de Allen volviera a tomar un nuevo aire. El motivo de Ronan para investigar este tema se explica solo.
Esas dolorosas consecuencias
Y si algo mágico ha pasado en 2017 es que, al menos en estos casos, se ha visto que la justicia social comienza a hacerse realidad. La respuesta de las casas productoras fue el despido inmediato en el caso de Kevin Spacey y de Louis C. K. Ambos perdieron contratos importantes y hasta han sido vetados en cintas y series futuras.
En esos momentos, se mostró que los valores de las empresas eran contrarios a los de los acosadores. Fue claro para ellas que no era suficiente con disculpas públicas de sus empleados, sino una postura firme frente al acoso sexual.
Con Harvey Weinstein fue distinto: su propia empresa lo expulsó. Con Jonh Lasseter también: él dio solo los pasos para atrás y se retiró por medio año. Nosotrxs aplaudimos la firmeza de las empresas y agradecimos la claridad de los valores.
«No era suficiente con disculpas públicas de sus empleados, sino una postura firme frente al acoso sexual»
¿Quien consume, también castiga?
La situación se complica con nosotrxs lxs consumidorxs. ¿Qué pasa con todas esas películas que tienen un valor cinematográfico o emocional? ¿Está mal recomendar una serie o un stand-up donde actúa alguien acusado de acoso sexual? ¿Qué sucede con todas esas grandes películas producidas o dirigidas por un acosador? ¿Qué postura debemos tomar?
La historia del cine animado de Pixar ha marcado a una generación completa; Annie Hall es una película de culto; algunas intervenciones del comediante C.K. son críticas certeras sobre el capitalismo o la vida moderna. ¿Cómo enfrentamos ahora ese material?
Hay al menos dos caminos para hacer la evaluación: pensar sobre el valor de la obra y su liga con el autor y meditar sobre la responsabilidad que asumimos cuando fondeamos con nuestro consumo el trabajo de estos autores.
Resolvamos el primero:
El siglo pasado, algunos filósofos declaraban la muerte del autor, es decir, que cualquier obra creada era independiente de la mente creadora o de las manos que la elaboraban. No importaba, pues, el autor, lo relevante es la obra en sí misma. Bien, porque la obra es un producto de la cultura, es un fino entretejido de creencias, ideas, costumbres y modos de ser de cada tiempo y espacio. Dicho en otras palabras: el autor y la obra no son lo mismo.
El valor de la obra no está dado necesariamente por la individualidad del creador, sino por la universalidad del contenido. Es decir, lo que la obra aporte será por la obra misma.
Replanteando la pregunta: ¿Está mal consumir obra de acosadores sexuales? Por supuesto que es debatible, pero, en teoría, no, porque no son idénticos (la obra difiere del autor).
Tenemos que pensar en la obra como un producto de la cultura. Por otro lado, sí debemos ser más atentos al material que consumimos. Si encontramos ideas clasistas, racistas o denigrantes con cualquier minoría, entonces cabe la reflexión sobre qué implica la reproducción y consumo de ese producto.
Nuestro deber es ser críticxs con cada producto que llegue a nosotrxs, debemos llevarlo al centro de la mesa y preguntarnos por el contenido. Debemos platicarlo con nuestrxs amigxs y nuestros círculos cercanos. Luego de esta reflexión, solo queda invitar a que seamos más responsables de nuestros consumos.
Detecta las manzanas podridas
Tras esta ola de acusaciones en Hollywood, habrá muchxs que aún se pregunten si desean o no ver cine hecho por acosadores sexuales. Para reconocer si una cinta está “libre” de delito en su manufactura, se hizo Rotten Apples (manzanas podridas).
Es como el Google de los acosadores sexuales, este sitio tiene una base de datos donde los usuarios pueden buscar una película o una serie y así saber si alguno de los actores, directores o productores de la obra están acusados de algún delito sexual.
La plataforma es clara: si la película o serie está libre de ‘manzanas podridas’ aparece la expresión ‘fresh apple’ en verde. Si no, aparece una alerta en rojo que dice ‘rotten apple’. Ahí mismo se indican los nombres de los implicados, su cargo en la producción y una liga a esa noticia que da razón de dicha clasificación.
Dentro del mismo sitio se explica: “El objetivo de esta web es aumentar aún más la conciencia de lo generalizada que está la conducta sexual inapropiada en el cine y en la televisión y ayudar a que el consumo de medios éticos sea más fácil. En ningún caso pretendemos condenar la obra completa”.
Por la rapidez con que ha sido hecha esta plataforma, aún falta perfeccionarla, además, son tantas las noticias que no dejan de surgir, que seguramente necesitará actualizaciones cada tanto.
Si eres de lxs que sí desea vetar a una obra por su autor, entonces ya tienes una opción.