Sin cuero, sin plumas ni pelajes de animales y lana extraída solo si no es con crueldad animal, así es la incorruptible línea que ha trazado la diseñadora británica Stella McCartney, una de las pocas firmas de lujo que puede ponerse el mote de «eco friendly» y «animal friendly» e incluso ir más allá con la responsabilidad. Para ella, la moda no debe implicar sufrimiento.
Recientemente, la vegana empedernida (hija de Paul McCartney) anunció que su línea de maquillaje no se venderá en China. A pesar de ser un mercado enorme donde seguro obtendría ganancias jugosas, ella decidió vetarlos porque es un país donde se prueban los cosméticos en animales. Y ya se sabe cómo es ella en estas cuestiones.
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En 2015, McCartney renunció a trabajar con los ranchos de lana argentina luego de ver un video publicado por la ONG Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA) en el que se mostraban las condiciones en las que vivían los animales y cómo las ovejas eran sometidas a maltrato.
Ella había decidido usar lana porque es un material orgánico, del que las ovejas pueden desprenderse sin sufrir y porque además es muy maleable para textiles. La elección de estos ranchos en la Patagonia fue precisamente porque habían mostrado llevar un trato amable con los animales, pero no fue así.
Por ello, prefirió no utilizarlas más y perder, tal vez, mucho dinero invertido. «Vigilaré más de cerca a todos los proveedores para poner fin al maltrato», escribió Stella al anunciar esta decisión en su cuenta de Instagram.
Moda rápido, problema más rápido
Al reflexionar sobre todas estas acciones que vienen de una sola persona —aunque una muy importante que ostenta su propia marca y es una líder en la moda—, volteamos a ver qué están haciendo otras firmas que dicen estar en el camino ecológico y de no explotación… pero sus ambiciones se quedan solo en palabras.
Cada año se producen 100,000 millones de prendas en el mundo. “La ropa dura la mitad que hace 15 años, y ni el Tercer Mundo quiere comprarla usada”, detalla un informe hecho por Greenpeace titulado “Timeout for fast fashion”. Este explica que la producción textil mundial, liderada por un puñado de marcas como Zara, H&M, Bershka, Mango, Forever 21, Primark, se ha duplicado en una década y media.
Mientras antes estábamos acostumbradas a ver las nuevas colecciones en los aparadores cuatro veces al año (con el cambio de temporada), ahora es posible ver nuevas prendas cada mes (o a veces en menor tiempo), lo cual ha provocado un furor en los consumidores por querer tener lo más nuevo.
Es ese el negocio de las marcas fast fashion: crear deseos inmediatos, ofrecerlos a precios accesibles (con materiales de no muy buena calidad), y que estos se renueven rápidamente. Esta costumbre se ve reflejada en que, en el mundo occidental, los consumidores “compran un 60% más de ropa que a principios de siglo, pero la vida útil de las prendas se ha reducido a la mitad”, señala Greenpeace.
Además de que la masividad de prendas fast fashion provoca que haya más desechos, el 60% de ellas contienen poliéster.
Del dicho al hecho…
Pensando en esto, algunas tiendas como H&M han lanzado campañas de reciclaje de ropa, donde ofrecen descuentos en las compras si los clientes llevan ahí esos jeans que ya no usan. Sin embargo, la solución que ofrecen no llega a ser tan impactante como el daño.
Un ejemplo de esto es el algodón que usa la cadena sueca, la cual presume que la ONG Textile Exchange la reconoce como su mayor consumidor de algodón orgánico del mundo. Este dato puede ser verdad, pero según los números que presentó la misma cadena, solo el 13.7% del algodón que utiliza H&M es orgánico.
Además, uno de los materiales más usados en las tiendas fast fashion es el poliéster, un material que abarata la ropa, pero genera tres veces más dióxido de carbono que el algodón y no se degrada fácilmente (puede tomar hasta 200 años en reintegrarse a la tierra).
El mismo informe de Greenpeace explica que las consecuencias medioambientales de esta explosión textil no tienen solución a corto plazo. Esto ha llevado a que la industria de la moda desechable sea la segunda más contaminante de mundo. Y pese a que las grandes empresas han eliminado muchos elementos químicos peligrosos de sus fábricas, su producción implica la generación del 3% de todo el dióxido de carbono del mundo.
¿Qué podemos hacer?
Como amantes de la moda, es difícil no sucumbir a los diseños y a los precios bajos que ofrecen las cadenas fast fashion. Desgraciadamente, no muchas podemos comprar solo ropa de Stella McCartney u otras firmas sustentables, pero hay ciertas acciones que podemos implementar para seguir vistiendo a la moda y no sentirnos mal con el planeta.
- Una idea es comprar ropa que sepas que va a durar, y para esto es mejor invertir un poco más de dinero en algo que sea de calidad.
- Verifica siempre la etiqueta y evita aquella ropa hecha con poliéster.
- Intercambia ropa con tus amigxs, eso renovará tu guardarropa.
- Busca prendas únicas en tiendas de ropa usada.
- Asalta el clóset de tu madre o de tu abuela, seguro encontrarás ropa genial.
- Busca marcas de ropa que estén comprometidas con el cuidado de los animales y del medio ambiente.
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