Se ve tan perfecta como una fotografía, luce tan real como la fotografía, fue hecha con una cámara similar a la fotográfica, pero ya no lo es, porque la imagen que aparece en ese papel ha sido tomada con un dispositivo electrónico, fue arreglada en una computadora e impresa por una máquina de revelado. Esta es nuestra era y es la de la postfotografía.
Joan Fontcuberta, artista y teórico catalán, autor del libro ‘La furia de las imágenes. Notas sobre la postfotografía’, es quien más ha abordado este concepto. En una charla dada al periódico El País dijo que se puede explicar como: “la disciplina que trata de esa ‘fotografía’ que va más allá de la fotografía, o detrás de la fotografía”… pero que definitivamente no es una fotografía.
Ok, más despacio. Fontcuberta dice que los seres humanos del siglo XXI nos hemos convertido en ‘homo-fotograficus’, porque ya somos uno mismo con los dispositivos móviles que en cualquier momento pueden captar algo casi tan similar a lo que era la fotografía, sí esa que se tomaba con una película sensible a la luz, se revelaba con químicos y se imprimía en papel para conservarla en algún espacio físico. ¿Te suena?
De acuerdo a su definición, lo que caracteriza a la postfotografía es “la inmaterialidad y transmitabilidad instantánea de las imágenes, su profusión y disponibilidad global y su aporte a la enciclopedización del saber y de la comunicación”, tal cual el proceso que resulta de tomar una foto con tu teléfono celular, editarla con un filtro y subirla a las redes sociales donde muchas personas en el mundo podrán verla al segundo de que la has publicado. Visto así es inquietante, ¿no?
Es simple, la postfotografía es la fotografía adaptada a la vida on line.
¿Desaparece o se masifica?
Cada día se suben alrededor de 52 millones de fotos a Instagram, 300 millones a Facebook, ¿se necesita ser un profesional de la lente para acceder a esta red y ganar fama y renombre? No, y esto nos lo han dejado bien claro las celebridades como Selena Gómez, Kylie Jenner o Kim Kardashian, donde una simple selfie mal tomada puede ser motivo de una noticia a nivel mundial.
Es verdad que la postfotografía ha promovido una mayor cultura democrática, pero esto a costa de su vulgarización, según explica Fontcuberta. Añade que aquella disciplina llevada al nivel de arte ahora —en su nueva faceta— funciona para reemplazar una llamada telefónica, una carta, una felicitación, para compartir estados emocionales, situaciones efímeras, instantes que se borran con facilidad de la memoria y ya casi no atesoramos.
Cada vez más fotos, cada vez menos vivas
Y sí, las fotos se hacen cada vez más efímeras, cada vez menos valiosas. Ya implantados en la era digital, ¿recuerdas que antes se acostumbraba hacer álbumes de fotos en Facebook? Ahora es más fácil subirlas a Instagram y de ahí pasarla a todas las redes, o simplemente tomar videos o fotos en las stories que duran solo 24 horas.
Om Malik, un experto de la tecnología radicado en Palo Alto, California, tiene una frase que deja muy claro el papel de la postfotografía: “En el futuro, lo fotografiaremos todo pero no miraremos nada”.
El valor de una foto se ha perdido incluso en los medios grandes diarios y revistas que en su versión impresa se han vanagloriado de tener las mejores, pero en sus versiones digitales se aflojan la corbata.
Esos mismos medios que en un pasado jamás se habrían permitido publicar la imagen de un fotógrafo desconocido, con calidad deficiente y hasta de dudosa veracidad, ahora lo consideran usual y es por eso también que la frontera entre el trabajo profesional y el amateur va desapareciendo.
“El grifo de las imágenes no ha hecho más que empezar a abrirse”, dice Fontcuberta. «¿Para qué captar un instante si puedes registrarlos todos?», es justo ahí donde se acaba la función de la fotografía.