Por qué combatir la desigualdad en Hollywood requiere más que películas protagonizadas por mujeres

Vivimos en un tiempo difícil para hablar sobre la desigualdad que existe entre hombres y mujeres en el cine. Cualquier intento por señalar la gravedad de la situación es una invitación para que los haters se manifiesten con comentarios tan crueles que muchos preferirían no mencionar el tema en lo absoluto. ¿Recuerdas el caso de Leslie Jones?

El 19 de julio de 2016, la actriz (protagonista del famoso remake de Los Cazafantasmas) se vio envuelta en un brutal ataque en Twitter después de que el periodista Milo Yiannopoulos publicara su reseña de la película. Como si los comentarios ofensivos de Yiannopoulos hacia ella no fueran suficientes, miles de trolls continuaron con el abuso, al punto de que Jones decidió cerrar su cuenta de Twitter. El caso podría parecer una situación aislada, pero no lo es. Al contrario, representa a la perfección el mundo en el que vivimos, uno en el que el odio y la discriminación hacia las mujeres son tan reales que sus consecuencias se siguen observando claramente, día tras día, en todos los aspectos de la vida.

Hollywood siempre ha sido conocido por su crónico problema de falta de diversidad (#OscarsSoWhite), pero su situación es mucho más compleja. Un informe del Centro de Estudios de las Mujeres en el Cine y la Televisión concluyó que de las 100 películas más importantes del 2016, solo el 14% de los cargos principales (dirección, guión, edición, cinematografía y producción) fueron ocupados por mujeres. Y la cifra no es optimista, porque de hecho representa una disminución de 2 puntos respecto al 2015. Incluso el año 2000 fue un mejor año para las mujeres en el cine.

¿Entonces quién se encarga de contar todas las historias que vemos en la gran pantalla y que terminan por influenciar muchos aspectos de nuestra cultura? La respuesta es obvia: los hombres. Por esa razón, cuando se estrenó la nueva versión de Los Cazafantasmas el internet estalló en una polémica que ni siquiera se centraba en la calidad de la película o en cualquier otro aspecto artístico de su producción. La única razón de la controversia fue que ahora los Cazafantasmas eran mujeres. Así es, mujeres.

En años recientes hemos visto cómo las historias de súper héroes se han convertido en éxitos aplastantes en las taquillas, recaudando cientos de millones de dólares. ¿Qué tienen estas películas en común? Que todas pintan la misma idea de una masculinidad superior (los hombres son los que salvan al mundo). Esta es la norma. Por eso, cuando se anuncia una nueva entrega del súper héroe de moda, nadie se ofende por el hecho de que su protagonista sea precisamente un hombre. Es lo que se espera, ¿no? Pero cuando sucede lo contrario, las películas se relegan a esa categoría «inferior» conocida como chick flicks, las típicas películas cursis para mujeres.

Y el problema no solo radica en la discriminación de los papeles protagónicos. La situación se extiende al tiempo de diálogo en pantalla, el porcentaje de mujeres encargadas de escribir los guiones (menos del 20%) y prácticamente cualquier otro crédito relacionado con la producción de una película.

Todo esto señala que la mala representación de las mujeres en el cine es una consecuencia clara de la falta de oportunidades que tienen las mujeres en general. Si hubiera más productoras, guionistas, directoras, etc., tal vez existirían más posibilidades de ver otro tipo de historias al que estamos acostumbrados (quizás menos súper héroes y más representaciones de lo que sucede en el mundo). El mismo estudio mencionado anteriormente dejó en evidencia que cuando en un filme la dirección la realiza una mujer, el porcentaje de mujeres en el resto de la producción se incrementa significativamente, lo cual sin duda tiene un impacto directo en la manera en la que se abordan los temas en la gran pantalla.

Un buen ejemplo de esta posibilidad es la película Hidden Figures, la cual ha demostrado que las historias protagonizadas por mujeres no necesariamente deben tener una audiencia limitada al género femenino o que su temática tenga que ser el típico romance imposible de la actriz principal.

Hidden Figures es una película biográfica (basada en el libro del mismo nombre) que cuenta la historia de un grupo de mujeres afroamericanas matemáticas que trabajaron en la NASA en los años 60. La recepción del filme ha sido tan positiva que su éxito se ha reflejado tanto en la taquilla como en las nominaciones de varias ceremonias de premios (en los de la Academia está nominada para mejor película, mejor guión adaptado y mejor actriz de reparto). Lo interesante de Hidden Figures es la diversidad que existió en todo el proceso de su producción. El libro fue escrito por una mujer (Margot Lee Shetterly); la productora que inició el proyecto es una mujer (Donna Gigliotti) y la guionista principal también es una mujer (Allison Schroeder). Para algunos esto es razón suficiente para considerarla una película feminista (en parte lo es), pero un término más adecuado es “realista”.

¿Por qué realista? Porque a pesar de que haya algunas historias ficticias, el cine –como cualquier otra manifestación artística– se alimenta de las experiencias de sus creadores, y es imposible creer que únicamente los puntos de vista masculinos son válidos e interesantes. Sobre todo en el contexto político y sociocultural actual, es más urgente que nunca mostrar otras perspectivas que sirvan como inspiración y estímulo, para que poco a poco vayamos avanzando hacia un mundo verdaderamente equitativo, no solo en cuestión de género, sino en todos los aspectos. Al final, no olvidemos que el cine no es sólo entretenimiento, sino una industria multimillonaria que tiene el enorme poder de definir el estado cultural del momento.

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