Sobre Matrix, podcasts y por qué el fracaso es el mejor maestro

Compartir

A riesgo de perder a algunos lectores desde el primer párrafo, me permitiré comenzar este texto con una referencia a la película Matrix. Hay una escena en la que todos están emocionados porque el protagonista, Neo (Keanu Reeves) va a realizar su primer salto desde la azotea de un rascacielos a otro. Existe una gran expectativa porque nunca nadie ha logrado el salto en el primer intento, y creen que Neo, siendo el Elegido, podría alcanzar dicha hazaña. Spoiler alert: no lo logra. Fuera de toda la simbología de esta trilogía de las hermanas Wachowski, la lección que desprendo de esa escena es que (casi) nadie (por más talentoso que parezca) es bueno en algo difícil desde el principio. Parece algo obvio y lo es, pero lo irónico es que la mayoría de las veces actuamos como si no lo supiéramos.

Hace unos meses comencé un podcast llamado «Encuentros de Mentes» como resultado de mi obsesión por este formato de comunicación. Quería saber qué se siente tener y producir uno. Me hacía ilusión tener invitados, platicar de temas importantes para mí y conectar con gente interesante. Después de bastante investigación acerca de cómo configurar un podcast y demás cuestiones técnicas, llevo hasta ahora 5 episodios de los cuales me siento muy orgulloso, pero que no fluyen ni remotamente como yo lo había imaginado. Me di cuenta muy rápido de que mis habilidades como entrevistador son casi nulas, que mis comentarios y tono de voz son aburridísimos, y que si no fuera porque he tenido invitados muy interesantes esos episodios serían considerados una desgracia por los dioses del podcast.

Después de lamentar esta situación en voz alta, una persona muy sabia me dijo que no me traume, que estoy experimentando en algo completamente nuevo para mí y que no puedo esperar sonar como mis héroes podcasteros desde los primeros episodios. Por supuesto, es un recordatorio muy obvio, pero me di cuenta (una vez más) de lo fácil que es perder de vista el proceso. Es muy fácil olvidar que vamos a ser malos (hasta pésimos) antes de aspirar a ser buenos. La clave radica en estar dispuestos a apestar al principio de cualquier cosa que queramos emprender. No lo pensamos muy a menudo, pero todos nuestros escritores, actores, conferencistas, músicos, deportistas, youtuberos y podcasteros favoritos fueron principiantes en algún momento, y seguramente se decían alguna versión de esto:

Así es, las dudas, los miedos e inseguridades llegarán inevitablemente. Por lo tanto, no está de más este recordatorio: si queremos ser expertos, habilidosos o maestros en algo hay que empezar a ser malos, torpes e insuficientes lo más pronto posible, mejorando en cada etapa un poquito más, y luego un tanto más y después, todavía, un poco más. El logro de un proyecto está compuesto de pequeñas versiones de éxito a cada paso, cada hora de práctica, cada episodio terminado. Ser malos en algo no es lo peor que puede suceder, nunca atreverse a hacer algo por miedo a ser malos, sí.

“¡Un genio! ¡He practicado catorce horas diarias durante treinta y siete años, y ahora me llaman genio!”
– Pablo Sarasate, violinista (1844-1908)

Compartir

Recomendado

Recomendado