Seguro ya te topaste con una nota viral acerca de una chica que, en dos años, sólo ha generado lo equivalente a un frasquito de vidrio en basura. Cuando lo leí me impresionó bastante. Con las toneladas de basura que se mueven todos los días por tan sólo la Ciudad de México (12 mil toneladas diarias, equivalente a una torre de 10 mil coches por día), parece imposible que alguien pueda producir tan poquitos desechos.
Toda mi niñez fui a una escuela ecologista. Estaba en medio del bosque, nos hablaban de separar la basura, teníamos una granjita y hasta parcelas. Y una composta. Por eso, cuando en 2003 surgió la Ley de Residuos que nos obliga a separar la basura en orgánica e inorgánica, nunca tuve un problema y gustosa le expliqué a mi mamá cuál era la mejor manera de hacerlo en casa. Digamos que la cosa me salía natural. Sin embargo, con el tiempo, y sobre todo cuando me mudé de casa de mis papás, me he dado cuenta de que no se trata sólo de separar y mandar todo al camión de basura.
Desde que decidimos compartir casa, mi novio y yo llevamos una dinámica especial respecto a los desechos. Él consiguió que le donaran lombrices composteras y, desde entonces, ahí echamos todo lo orgánico, que no es poco porque prácticamente sólo cocino vegetariano. ¿Lo mejor de todo? Después de unos meses las lombrices han convertido todos nuestros sobrantes de zanahoria, cebolla, papa y cáscaras de huevo en tierra fértil para nuestro huerto en la azotea.
Pero volvamos con la chica que no genera más que un frasquito de basura cada dos años. Recuerdo muy bien la sorpresa que me causó porque lo primero que me vino a la mente fue: «¿Qué consume esta mujer?». Esta pregunta me ha llevado a dos cosas.
La primera, que es necesario hacernos mucho más conscientes de cómo compramos. ¿Remplazas tu jabón de trastes cada vez por una botellita de 600 ml? ¿Compras un garrafón de agua o te la pasas comprando de 5 en 5 litros? ¿Cuánta basura genera tu ida al Oxxo cada vez que te dan (doble) bolsa para tus chelas?
La mayoría de estas cosas las vemos normales y las aceptamos inconscientemente, pero hace una gran diferencia comprar empaques grandes una sola vez que muchos pequeñitos. Buscar productos que estén empacados en materiales reciclables o reutilizables (repurposed) y negarse a aceptar una bolsa de plástico cada vez que vas a la tienda. ¿En serio la necesitas? ¿No puedes cargar tus chelas y cigarros con tus manos? Si traes una bolsa o mochila, ¿no lo puedes meter ahí?
Necesitamos ser más conscientes de lo que dejamos que nos den. Porque aunque hay una ley que prohíbe a los establecimientos regalar bolsas de plástico y, en consecuencia, mandaron a hacer bolsas biodegradables, siguen terminando en la basura y no van a dejar de entregarlas a diestra y siniestra sino hasta que nosotros dejemos de aceptarlas.
La otra parte de toda esta divagación es que, después de la conciencia de nuestro consumo, podemos ser más responsables con los desechos. Mucho tiempo me quedé pensando en cómo consumía esta chica para no generar basura: recipientes reutilizables, bolsas de tela, productos sin envoltorios… pero, ¿y todo lo demás? Después caí en cuenta de que en Estados Unidos hay una cultura más amplia del reciclaje. A partir de esa pequeña revelación, me acordé que cada mes, en la Ciudad de México, hay un mercado de trueque: llevas tus residuos reciclables debidamente separados, los canjeas por puntos (cada tipo de basura te da un puntaje diferente, según su reciclabilidad) y puedes cambiarlos por verduras de productores de Xochimilco y Milpa Alta.
Para mí, la experiencia fue muy padre, porque puedes ver un montón de gente que lleva kilos de botellas PET, tetrapak, latas de aluminio… y que salen con plantitas y el mandado de la semana siguiente. Pero lo más padre es que, en la fila de espera, escuchas las conversaciones ajenas: «Mis vecinos ya saben y me mandan sus botellas. Yo las guardo y el mandado me sale gratis».
Nosotros, por ejemplo, hicimos contenedores que pusimos en la azotea de nuestro edificio para que los vecinos colaboren, y la verdad es que ha sido bastante exitoso. A cambio, nosotros dejamos que tomen algunas de las hierbas aromáticas que tenemos en nuestro huerto, para cocinar, y sentimos que hasta nos llevamos mejor con la vecina del 6 y la del 10.
El resultado, en un año de hacer todo esto, me da mucha alegría: podemos tardar más de 10 días en llenar un costal de basura. Tal vez aún estamos muy lejos del frasquito de vidrio con tres envolturas de chocolates, pero es un paso grande que me hace sentir muy orgullosa y en paz conmigo.
En conclusión: 1) sé consciente de tu consumo; 2) ¿necesitas bolsita y popote?; 3) separa; 4) recicla, hay cientos de centros de acopio de un montón de materiales diferentes cerca de tu casa.
¿Es una talacha? Sí. ¿Da flojera? Sí, a veces. ¿Vale la pena? Definitivamente. Es lo menos que podemos hacer después del megaconsumismo al que estamos acostumbrados. Y, ¿sabes qué? Al final, es mucho más sencillo de lo que parece.
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