Leer es muchas cosas. Es una forma de pasar el tiempo, una forma de aprender, una forma de ver el mundo y también una forma de sentirnos superiores a otros por nuestros refinados gustos; cuando respondemos cuál es nuestro libro favorito declaramos también qué tipo de personas somos.
No soy perfecta y por supuesto que he juzgado a nuevos y viejos conocidos al conocer sus lecturas, pero sí soy observadora y (¡glup!) feminista, así que no puedo evitar notar que las lecturas “de prestigio” suelen ser escritas por hombres y tener sobre todo personajes masculinos. La ensayista Rebeca Solnit ya lo dijo mejor que yo: “un libro sin personajes femeninos es acerca de la humanidad, pero un libro que los pone en primer plano es un libro para mujeres.” Es así como cualquier libro con una mujer protagonista se convierte en chick lit, en una opción “rosa”, “fácil” y “poco profunda”.
Este término para describir un libro que se centra en la experiencia femenina se popularizó en los 90, pero por supuesto que desde hace cientos de años existen títulos que cabrían en la clasificación. La obra de Jane Austen, por ejemplo, es una clara “abuelita” del chick lit actual y tiene una influencia directa en un favorito del género: «El diario de Bridget Jones».
La tercera película basada en la saga se estrena en septiembre, así que no hay mejor momento para leer los libros, que cuentan la historia de una mujer que no es especialmente inteligente, guapa o exitosa. Es una persona que comete error tras error y que no sabe seguir una dieta, pero que también merece amor y aventuras.
Cuando mi novio (sí, ¡mi novio!) me recomendó «Bridget Jones», admito que le tomé la palabra sin mucho entusiasmo, para después ignorarlo todo el fin de semana porque no quería despegarme de las páginas. Más que la historia de amor entre Bridget y su Mr. Darcy (ajá, como el de «Orgullo y prejuicio»), lo que me atrapó fueron los pasajes que describen lo difícil que es aprender a ser adulto, lidiando con trabajos humillantes, padres que no entienden nada y recetas que parecen sencillas y acaban en sopa color azul.
Este enfoque en la vida diaria y en las tribulaciones de simplemente ser una mujer/ persona medianamente funcional en este mundo loco es lo que más me atrae de este género literario. Mis inseguridades, neurosis y ansiedades se ven reflejadas en heroínas que no están salvando al mundo ni sirviendo como decoración en la vida de un hombre, sino que intentan forjarse su propio camino.
Claro que este tipo de lecturas suelen terminar con una bonita escena de “la chica consigue al chico”, pero eso no significa que no reflejen la complicada realidad del romance o que no merezcan nuestro tiempo. Si los libros que leemos reflejan qué clase de personas somos, no tengo problema en ser una persona que, entre otras cosas, ama a Bridget Jones.