¡Adiós a los hook ups! O por qué dejé de coger por convivir

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Nunca me ha sido difícil separar sexo y amor. No creo en las almas gemelas o el famoso Mr. Right, tampoco creo que haya un solo amor. Por eso cuando me dijeron que debía esperar a estar enamorada para tener relaciones sexuales por primera vez, me negué a aceptarlo. De haber hecho caso seguiría tan virginal como el primer día.

Llegué a mi primera vez con más ganas que amor (o sea, bien urgida) y lo pasé increíble, nada que ver con lo que me habían contado mis enamoradas amigas, pues el placer y el amor no siempre van unidos. Así que decidí ahorrarme el noviazgo y brinqué directo a los hook-ups o encuentros de una noche.

Encontrando el placer

Mi vida sexual no habría sido la misma sin encuentros casuales. Hallé mucho más placer en ellos que el que mis amigas parecían encontrar en sus parejas.

Me sentía en control y que la situación era más clara, además eso me permitía salir libremente con quien —o a donde— yo quisiera sin contemplar a otro, lo que me parecía ventajoso en comparación con tener novio.

Siempre elegí muy bien a mis parejas: pedía tiempo para conocernos y debíamos tener algo en común, también les preguntaba qué les excitaba para ahorrarnos tiempo y decepciones en caso de no coincidir, así que todo funcionó muy bien.

Algo había cambiado

El único intento por transformar una relación casual en algo estable ocurrió en 2011 y fue un error, pésima elección de pareja, mala salud mental y una vida desastrosa en general lo hicieron una experiencia desagradable.

Recuperada de ello reinicié mi búsqueda, pero algo había cambiado. No supe si era la llegada de las apps de ligue, el cambio de edad o si los hombres con los que salía se habían vuelto súbitamente incapaces de expresar con claridad qué era lo que querían y preferían desaparecer antes que decir que ya no deseaban el contacto.

¿Adaptarse a los nuevos tiempos?

Confundida, pero deseosa, decidí intentar adaptarme a los nuevos tiempos y tuve dos hook ups.

En uno, él estaba borracho y su desempeño fue pésimo, sin ninguna consideración hacia mi placer. Por primera vez me fui muy frustrada y no volví a contactarlo (ni él a mí).

El segundo parecía sacado de una película porno (y de una muy chafa). Todos sus movimientos parecían coreografiados. La única razón por la que disfruté fue porque cerré los ojos y le di a lo mío, después me volteé y lo ignoré. Ambos fueron pésimos amantes, además me hicieron sentir vacía y utilizada.

En busca de algo normal

Después empecé a salir en citas sin mucho éxito. Si crees que algunos hombres de 20 y 30 están mal, puedo decir que bastantes de 40 están mucho peor.

Estos señores ya no están para hacerse los confundidos y aún así ¡lo hacen! La incapacidad verbal y emocional que se cargan está igual o más cabrona que la de los chavos.

Después de esas experiencias decidí que era momento de encontrar un compañero fijo, alguien con quien pudiera compartir algo más que el cuerpo.

La gente me recomendó recurrir a las apps de ligue, pero me cansé rápidamente de hombres que usaban más filtros que yo, con pésima ortografía y pláticas huecas.

Dejé de coger por convivir

Disfruté todo lo que pude con los hook ups y estoy harta de los que no se hacen cargo de sus emociones o los traumados con su ex. Vaya, ninguna de nosotras es un taller de reparación y yo no voy por la vida echándole mis problemas o cobrando de mis relaciones pasadas. Cansada de eso, abandoné las citas y, sobre todo, dejé de coger por convivir.

Siempre he sabido que no necesito de un hombre para disfrutar, así que cambié mi viejo vibrador por uno más moderno y me ha ido mucho mejor que con cualquier match de Tinder. Siempre me complace, es aguantador, fiel y así evito tener que descifrar señales o lidiar con manchilds y sus desapariciones.

Creo mucho en el amor, pero no sé si me vaya a tocar vivir el de pareja en primera persona. Hay momentos en los que me preocupa y otros en los que no.

Siempre he podido distanciar el sexo del amor, pero quisiera no tener que separarlos siempre.

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