Así fue como el feminismo me salvó tras 11 años de bulimia

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bulimia
Foto. Billie

Fotos x Diana Caballero

Fue justamente en la adolescencia que me miré al espejo por primera vez y sentí enojo hacia mí misma por no parecerme a todas esas mujeres que veía en la televisión, en las revistas, en las películas, en todos lados. Sentí vergüenza de mi cuerpo, no quería tener curvas, quería ser perfectamente delgada, como lo había sido a lo largo de mi niñez y odiaba que tuviera más peso.

Desde ese momento no recuerdo un solo día que me sintiera bien con mi cuerpo, ni uno. No recuerdo exactamente cómo llegué a la bulimia, sólo sé que empecé una época en la que prácticamente vomitaba todo lo que comía, es una sensación de ansiedad que no puedes parar, quieres comerlo todo porque en tu mente ya sabes que lo vas a vomitar. La bulimia te hace sentir que tienes el control, porque lo tienes de cierta forma, por esa razón tú misma te convences de que no estás enferma.

La bulimia te hace sentir control

Yo decidía cuándo vomitar, es por etapas, hay etapas de mi vida en donde lo he hecho diario y otras donde dejo de hacerlo por meses, incluso por años. Pero la realidad es que la bulimia permanece ahí, quizás no en la misma forma pero está siempre presente, en forma de exigencia continua hacia mí misma, de miedo, de vacío, de una sensación de que nunca es suficiente. 

Muchxs piensan que la bulimia es algo que afecta únicamente a la persona que la vive, sin embargo, también se resiente en sus relaciones más cercanas, quienes viven ese enojo y frustración constante que tenemos ante la vida, de no poder ser eso que queremos ser. Porque además, la bulimia conlleva, muchas veces, otros problemas como la ansiedad y la depresión.

La primera terapia psicológica a la que fui fue a los 15 años, mi mamá me acompañó después de vivir con mucho dolor algunos de mis peores momentos. En ese momento una parte de mí aún negaba la bulimia como un problema en mi vida, por eso decidí ocultarla a la psicóloga y fingí que mis problemas se originaban por otras cuestiones. 

 

El vacío continúa

Cuando entré a la universidad, con el ritmo de la vida adulta, las múltiples exigencias y obsesionarme con el ejercicio, comencé a bajar bastante de peso y por un lado eso representó una profunda tranquilidad en mi vida, como si hubiese cumplido el sueño que siempre tuve. Pero pasando un par de años me volteé a ver al espejo y me sentí vacía de nuevo, fue ahí cuando entendí que el problema no era mi peso en sí, porque con diez kilos menos aún me sentía vacía e insuficiente. 

Intenté encontrarme en las cosas que hacía, con las personas que estaba, en los lugares que recorría, no me encontraba. Nunca fui una mujer con sobrepeso y esto para muchxs significa que no puedes tener problemas alimenticios, lo cual hace que se ignore por completo lo que vivo, que se intente pensar que no es así, tanto de las personas más cercanas a mí como de mí misma. 

Volví a terapia y constantemente me preguntaba ¿quién soy yo?, siempre contestaba las cosas que hacía diario pero en realidad no sabía quién era ni el porqué de mi vacío. Fueron etapas con crisis de ansiedad enormes, con miedos que me imposibilitaban despertar, con pensamientos de incluso ya no querer vivir. Recorrí cientos de lugares, de ciudades, incluso de países, no me encontré. 

Cuando me encontré con el feminismo

Hace un par de años tomé una enorme decisión, entré a un taller de feminismo al norte de la ciudad, nunca imaginé que las mujeres con las que coincidí en ese espacio cambiarían mi vida. Me encontré en ellas, en cada una de las mujeres con las que he construido a partir de allí, con las que me he reencontrado, con las que siempre me acompañaron, incluyendo mi hermana y mi mamá. 

Me encontré en sus dolores, en las exigencias continuas que vivimos de ser perfectas, de ser siempre más, de ser para lxs demás. Me reconocí en cada una de ellas y volteé a ver a tantas mujeres que vivían como yo, continuamente sintiendo ese vacío, fue la primera vez que pude hablar abiertamente de la bulimia, con todo el trabajo del mundo, rodeada de mujeres compartí lo que he vivido durante años. 

La apuesta fue el crear espacios de mujeres seguros, en los cuales cada una se siente con la confianza y tranquilidad de compartir, tanto las cosas buenas que ocurren como nuestros más grandes dolores, entender de dónde vienen. Volví a la terapia, pero esta vez con una psicóloga feminista y de la mano con los espacios de mujeres que sigo construyendo para compartir y aprender, pero sobre todo, para sanar.

La bulimia y yo nos volveremos a ver

Hoy ya no tengo interés real en saber de dónde viene mi problema alimenticio, probablemente de exigencias continuas que nos imponen y que reproducimos todxs diariamente, quizás de querer agradarle a lxs demás, quizás de todo y a la vez de nada. Pero ahora lo que me interesa es construir colectivamente y sanar continuamente, tener un proceso de reconciliación conmigo misma y sobre todo, con mi cuerpo.

Entendí que la bulimia es un trastorno que estará presente toda mi vida, será un ir y venir constante, sin embargo, ahora me siento acompañada, porque estoy segura que cuando venga de nuevo yo no estaré sola y que atrás de mí estarán todas estas mujeres para cuidarme cuando me caiga y para recordarme quien soy. Porque con ellas sigo aprendiendo, poco a poco defino quién soy, qué quiero y hacia dónde voy.

Porque no fueron las terapias, ni los libros leídos, tampoco las teorías, fueron todas ellas quienes me salvaron la vida. 

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